
La isla debe su nombre a la madera que poblaba el territorio en tiempos de su redescubrimiento por los viajeros portugueses del siglo XV. Hoy en día continúa siendo muy verde, sobre todo en su parte norte, de clima atlántico subtropical, donde todavía perviven grandes bosques de laurisilva como los que cubrían el sur de Europa hace miles de años y que también se hallan presentes en las Canarias que, junto a las Azores, son las islas hermanas de Madeira.
Si hace unos años era el destino estrella para las parejas de recién casados, hoy en día atrae principalmente a los amantes del trekking gracias a la densa red de caminos que atraviesan la isla, muchos de ellos trazados junto a las antiguas levadas

En la capital, Funchal, se respira un aire tranquilo. Sólo el mercado municipal, con la gran lonja de pescado que exhibe los enormes peces espada característicos de sus aguas, parece sustraerse de la calma reinante. Si queremos tener una vista amplia de la ciudad, no hay nada como subir hasta Monte, a 7 Km. ladera arriba, en el teleférico que sale desde el puerto. Allí existe un mirador privilegiado junto al Jardim do Palacio, un cuidado jardín botánico. Una manera divertida de regresar a la ciudad es hacerlo arrastrado por dos mozos vestidos de blanco en un carrito de madera, el carinho do cesto

Para los excursionistas no hay una ruta más espectacular que la que atraviesa los picos más elevados, Pico do Arieiro




Para completar un buen día de caminatas y ensoñaciones el cuerpo pide su parte y no hay nada mejor que complacerlo con un plato típico, como el pez espada local con plátanos acompañado de un bolo do caco, un bollo de pan de maíz y ajo. Todo bien regado con una de las cuatro variedades de vino de Madeira, de más seco a más dulce. ¡Buen provecho!
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