martes, 16 de febrero de 2010

Una dieta particular


Durante tres días estuve invitado en el pueblo de Athu, el director de la ONG local con la que colabora nuestra asociación Udutama. En realidad se trataba de una invitación-trampa, porque habían planificado unas duras jornadas de trabajo en las que unas veinte mujeres y hombres teníamos que canalizar una fuente de agua de la montaña hasta los campos de arroz del valle. Lo más interesante de estos tres días fueron las comidas, una muestra de la rica variedad de la dieta de los Akha.



Según una leyenda Akha las mujeres proceden de la jungla porque allí se necesitan dos cualidades que todas ellas tienen: fuerza física y conocimiento de los alimentos y medicinas que ofrece la selva. Pude comprobar su fuerza y tesón durante estos tres días en los que una hilera de mujeres cavaba sin cesar una zanja para enterrar las tuberías, bajo un sol abrasador. Los hombres empalmaban las tuberías. Mientras tanto dos o tres mujeres se encargaban de la logística y de preparar la comida.

Además de los clásicos cerdo, pollo y pescado, y el arroz que nunca falta, una gran variedad de vegetales y plantas de la jungla acompañan su dieta. Algunas son amargas y otras afrutadas, pero todas ellas las untan de salsas picantes que abrasan la boca. Grandes hojas de plátano sirven de mantel. Cada cual tiene su cuenco de arroz sobre el que va vertiendo cada vez un poco de comida del resto de cuencos que todos comparten.



Pero son sus exquisiteces gastronómicas lo que más llama la atención del farang o extranjero. Uno de los manjares de su dieta es la carne de búfalo que, a menudo, comen cruda mezclada con especias muy picantes. También adoran la piel frita de este animal.Una sopa vegetal aderezada con huevos de hormigas o ranas fritas desmenuzadas son otros de sus platos favoritos. También les encantan las patas de pollo untadas en una salsa espesa, que mastican con fruición dejando tan solo unos huesecillos irreconocibles. Yo me metí una en la boca y salió intacta, imposible arrancar nada comestible.



Hasta aquí dije que sí a todo. Sin embargo no pude con otra de sus delicatessen: ante mis ojos apareció una especie de avispa color tierra, de cabeza grande y múltiples patitas, pinchada de un palo. Ajer, un joven de veinte años, me la ofrecía con una sonrisa. Decliné la invitación, todos rieron y a continuación Ajer se la metió en la boca y otros hombres le imitaron.




Afortunadamente, cuando uno siente que de su boca salen llamas y chispas al final de la comida, un gran surtido de frutas calma el fuego: papaya, sandía, mango, mandarinas, piñas refrescantes. Pero el fuego volverá a arder al anochecer, al final de la jornada de duro trabajo, cuando los más jóvenes sacan de sus bolsas varias botellas de whisky de arroz y lo vierten en un par de vasos de bambú que se pasan unos a otros. Me ofrecen varias rondas e intento recordar si guardé el antiácido en la mochilita que traje para los tres días.


1 comentario:

Luchida dijo...

Uf!! Yo hay muchas cosas que no sé si me habría podido comer... A parte de la avispa esa, las ranas fritas me dan un repelús que vamos... Eso sí, la carne de búfalo me llama la atención, y su piel frita ya es la hostia xD Tienen que ser unos sabores muy peculiares. Espero que llevaras el antiácido porque tanto picante para quienes no estamos acosumbrados no creo que sea muy bueno :P jeje.
Pues nada, ya sé otra cosa nueva. ¡Me encantan tus posts!
Un abrazo!