lunes, 15 de agosto de 2011

La limpieza social del gobierno de los mejores



El gobierno de los mejores del señor Artur Mas ha vuelto a deleitarnos con otra gran actuación. Creíamos todos que el verano nos iba a dar una tregua, pero no. En pleno agosto, contra lo que mandan las más elementales normas de la prudencia, dos de sus consejeros estrella han puesto en marcha un cambio en el pago de la RMI, la renta mínima de inserción, que ha provocado el retraso en el cobro a decenas de miles de personas con el agua al cuello. En vez de ingresarlo en la cuenta, ahora envían un cheque al domicilio. Esta renta, de 420 euros mensuales, es el último recurso que le queda a gente sin ningún otro ingreso y con dificultades de obtenerlos a corto plazo. Muchos de los receptores no tienen el domicilio actualizado, porque nadie les dijo nunca que era importante hacerlo, porque su situación personal les obliga a cambios continuos, buscando un alquiler mejor, una habitación más barata, por lo que sea. Algo muy comprensible a la que uno se imagine lo que es estar con el agua al cuello durante una época prolongada. Un retraso de unos días en el pago de la RMI puede suponer el impago de la luz o el gas, del alquiler de una habitación o simplemente, quedarse sin comer hasta que se cobre.



Lo que más sorprende de esta medida es la impiedad de los que la han decidido. El responsable que ha dado la cara ha llegado a decir que sabían lo que hacían implantando una medida de este calibre en pleno agosto, entre otras cosas porque “esta gente no hace vacaciones”. Vacaciones pagadas como las de los señores consejeros seguro que no, pero ¿no puede tener un receptor de la RMI un amigo o familiar que le invite a pasar unos días en el pueblo, por ejemplo? En vez de admitir un error, afirman sin sonrojarse: “sabíamos que habría gente que sufriría”. Y yo me pregunto: esta gente, quiero decir, este gobierno de los mejores, ¿de dónde ha salido? ¿Son los representantes de los ciudadanos o son unos científicos sociales que hacen experimentos macabros con los ciudadanos? Dicen que quieren atacar el fraude que, sospechan, existe entre los receptores de estas ayudas. Sin dar nombres ni datos, esto es una humillación innecesaria hacia todo aquel que la está recibiendo. Pero además, yo me pregunto: ¿por qué no atacan el fraude que, sospechamos todos, existe entre la gente adinerada que evade sus impuestos? Durante el tiempo que ha durado esta polémica se publicó una noticia de la que no he oído hablar más: los inspectores de Hacienda del estado español han calculado un fraude fiscal anual aproximado de unos 42.000 millones de euros por parte de los más ricos y de las mayores empresas del país. A Catalunya le correspondería un 20 % aproximadamente, es decir, unos 8.400 millones. La cuantía total anual de la renta mínima de inserción en Catalunya es de unos 120 millones de euros. Sólo esforzándose un poquito, gobierno de los mejores, en controlar mejor el fraude fiscal se puede pagar la renta mínima de inserción a 10 veces más personas que las que la están recibiendo ahora. O sólo con lo que se ha dejado de recaudar por la eliminación del impuesto de sucesiones se habría cubierto sin problemas. El señor Arturo nos dice con su solemnidad habitual que esto lo hacen para que los que realmente la necesitan, la puedan recibir, como diciendo que no hay dinero para todos. Estamos hartos de mentiras. Hay dinero suficiente para mantener e incluso mejorar el estado de bienestar si hay voluntad política de atajar el fraude fiscal y subir los impuestos a los que más ganan.

Bien, hasta aquí no se descubre nada nuevo, pensarán muchos. ¿Qué podíamos esperar de un gobierno de derechas? Pues que atacara al más débil, por supuesto, e hiciera la vista gorda hacia el fraude descarado de las grandes fortunas. ¿Qué podíamos esperar si los que nos gobiernan ahora son los amigos de los Millet y de los Prenafeta, delincuentes defraudadores que no han vuelto a pisar la prisión?

Pero lo que me gustaría remarcar es algo que creo novedoso, y es lo que se manifiesta tras esta decisión de verano y tras las declaraciones de los responsables, porque creo que los lobos nos están enseñando ya su verdadera piel. “Esta gente no hace vacaciones …” . “Sabíamos que iban a sufrir …”. El gobierno de los mejores del señor Mas siente desprecio por los pobres, por la gente sin recursos, por la gente que no ha conseguido salir adelante porque, en el fondo, piensan, se lo merecen. El señor Artur Mas se educó en el Liceo francés y en la escuela Aula. Esta escuela se vanagloria de ser la cantera de los futuros dirigentes políticos y empresariales del país. Pero somos ya muchos los que sabemos cómo consigue esta escuela formar una élite: simplemente, expulsando a los alumnos que no llegan al mínimo exigido. Sólo llegan al final los más ambiciosos, voluntariosos y poco críticos con el sistema. El consejero Francesc Xavier Mena ha sido profesor de ESADE durante muchos años, y el consejero Josep Lluís Cleries estudió allí administración pública. ESADE, otra de esas escuelas “de los mejores”, cuyos masters y postgrados sólo están al alcance de los más pudientes y dónde, podemos imaginarlo, también se educa a nuestros futuros y presentes dirigentes. El gobierno de los mejores quiere hacer limpieza, pasar la bayeta antichusma y dejarlo todo limpio como una patena. Lo mismo que ha empezado a hacer el señor Trías en el Ayuntamiento de Barcelona: esos negros sucios y vagos, los manteros, que invaden nuestras aceras con sus mercancías falsificadas, fuera con ellos, no los queremos ver en nuestra ciudad. Se les persigue policialmente hasta el hostigamiento, rompiéndoles un brazo o la nariz si es necesario. Quieren limpiar las calles sin ponerse por un momento en la piel del otro. Dónde va a ir un senegalés si le quitas su mísero modo de subsistencia. No tiene dinero ni siquiera para regresar a su país. Si los receptores de la RMI son personas al borde de la exclusión social, los manteros subsaharianos ya están excluidos, son ilegales, no tienen derecho ni a cobrar la RMI, aunque algunos lleven ya 10 años entre nosotros.

El señor Mas y sus consejeros, como también el señor Trías, creen que en la vida hay triunfadores y fracasados y que el criterio para colocarte en uno u otro grupo depende solo de ti, de tu esfuerzo, de tu voluntad. El fracasado lo es porque es un vago, un inútil, un estúpido. La política y la economía que practican estos señores bebe de una concepción evolucionista de la sociedad. Sólo prosperan los mejores, los otros se van quedando por el camino por selección natural, y es bueno que así sea. La labor del político consiste, por tanto, en formar parte de este engranaje “natural” de la sociedad capitalista en la que vivimos, y contribuir a la limpieza general. En la cúspide de esta pirámide están los empresarios, políticos y otros bufones de la corte que hacen país, son patriotas, y ponen dinero sobre la mesa de partidos y fundaciones que hacen país y son patriotas, como ellos. Esta otra gente que no hace vacaciones, que huele mal, que no habla ni catalán, que seguro que es atea o musulmana, o lo que sea menos cristiana, da igual que sufran, porque se lo merecen. Y si desaparecen, mejor. Así se construye “una Catalunya millor”.

Supongo que hurgando un poco en las declaraciones de derechos humanos a las que estamos adheridos por ley, según nuestra Constitución y nuestro Estatut, algún jurista podría encontrar argumentos para denunciar a este gobierno de los mejores por discriminación, humillación e impiedad hacia los que menos tienen. Animo desde aquí a que se haga algo en ese sentido. Porque lo que está empezando a ocurrir en este país, con la excusa de la crisis, empieza a parecerse a una de las muchas formas que suele tomar el fascismo, puro y duro.