Durante mi último breve pero intenso viaje, me acompañó por
las noches y en los trayectos en tren un maravilloso libro del historiador
británico John H. Elliott, “La rebelión de los catalanes (1598-1640)”. Quería
encontrar algún paralelismo entre aquella rebelión social y política del siglo
XVII y la que parece ocurrir hoy en día, para captar alguna pista histórica que
nos permitiera comprender mejor la realidad actual.
Estaba yo todavía abrumado por los antagonismos surgidos a
raíz del proceso de elecciones al Consejo ciudadano de Podemos en Barcelona,
cuando a través de esta lectura me enteré de que ya en fechas tan lejanas como
el siglo XIV y XV algunos municipios de la Corona de Aragón se habían
encontrado con los conflictos que generan sistemas de elección de consejeros
municipales basados en la cooptación, es decir, en el nombramiento a dedo de
personas de confianza para ocupar cargos. Los cargos cesantes y personas
poderosas de los diferentes estamentos representados nombraban como sucesores a
gente de su confianza, lo cual generaba luchas intestinas entre familias que
aspiraban a dichos cargos: «perquè los qui tenen maior facció y parcialitat en
lo consell fan los oficis a son plaher».
Por eso se introdujo
como método de elección la insaculación, conocido también como «regimen
sortís», «sistema de sac e de bossa», «regiment de sach e de sort», «via de sac», o elección «a la ventura», un sistema por el que la
mano inocente de un niño o niña menor de diez años sacaba de un saco una bolita
o cédula con el nombre de la persona que debía ocupar el cargo, de entre un
número de ellas que previamente habían sido seleccionadas por los diferentes
estamentos, tras comprobarse su capacidad para ejercer el cargo.
Otro historiador nos cuenta los resultados de introducir
este sistema de sorteo en la elección de cargos municipales en diferentes
ciudades del Principado en esa misma época:
“La introducción de la insaculación era requerida como una
necesidad de la misma dinámica ciudadana, como recurso jurídico de pacificación
de los bandos, y como instrumento fundamental para poner freno a las ambiciones
desmedidas de poder de los grupos oligárquicos de cada población, que se
disputaban el control del gobierno municipal. Y en este sentido hay que tener
muy presente que, dejando de lado los aspectos más o menos formales de su
mecánica electoral, la insaculación era antes que otra cosa un procedimiento eficaz
para la regulación de la vida social y política de las comunidades ciudadanas”.
Este sistema redujo tanto los conflictos que fue generalizándose
en la mayoría de municipios y en Catalunya llegó a ser el sistema de elección por
excelencia de cualquier cargo público, ya fuera al Consell de Cent municipal de
Barcelona, como a las Corts catalanas y a la Diputació del General, también
llamada Generalitat de Catalunya. Hay que precisar que la limitación de mandato
era por lo general de un año, y que debían pasar varios años antes de que una
misma persona lo volviera a ocupar. Desgraciadamente el absolutismo de Felipe V
derogó el sistema en 1714 con el Decreto de nueva Planta tras la guerra de
Sucesión. Es decir, que durante más de tres siglos funcionó en todas las
instituciones de Catalunya un sistema de elección donde el sorteo previa
validación y la rotación jugaban un papel primordial.
Viene a cuenta esto a raíz de los múltiples conflictos que
se están generando en diferentes partes del Estado español en las elecciones de
los órganos territoriales de Podemos. Allí donde ha habido un fuerte mecanismo
de confección de listas por cooptación es donde se han generado más conflictos
con otras listas alternativas y con las bases en general, conflictos que
perduran después de las elecciones. Si en los albores de la democracia en
Atenas ya se acudía al sorteo como mecanismo democrático por excelencia, en el
que curiosamente también intervenía la mano inocente de un púber, y hasta
comienzos del siglo XVIII todavía se utilizaba en la Corona de Aragón y en
Catalunya en particular, cabe preguntarse si no sería ahora un buen momento
para introducirlo de nuevo en nuestros mecanismos de elección de cargos, ya sea
en organizaciones democráticas o en las instituciones públicas. En una época
como la actual, en que la democracia es secuestrada por diferentes grupos de presión
económicos, políticos, religiosos o mediáticos, tenemos que ensayar nuevos
sistemas de elección que nos ayuden a superar los conflictos y las luchas de
poder para recuperar la democracia radical, aquella que asegura en mayor grado
la igualdad en la toma de decisiones públicas.