domingo, 23 de enero de 2011

Una semana de inmersión en dos escuelas tailandesas




Crónicas tailandesas 2011 (I)

Un autobús nocturno me dejaba a las 5 de la mañana en Nachuak, una población mediana del nordeste de Tailandia, en el corazón de Isan. Allí me esperaba Mom Tik, la jefa del departamento de inglés de la escuela de secundaria de la ciudad, y mi anfitriona durante una semana de inmersión en la educación pública tailandesa de una de las regiones más pobres del país.





La escuela de secundaria tiene unos 2100 alumnos, 120 profesores, 11 de ellos del departamento de inglés. Cada día todos los alumnos se reúnen a primera hora en el patio donde se les explican las actividades extras, se reparten premios y se comunican las novedades. Una de las novedades del primer día, lunes, era sin duda un servidor. Qué hacía allí un “farang”?



Sin aviso previo me hacen subir al estrado y hablar por el micrófono para explicarme. Primera constatación: no hace falta pedir silencio, están todos sentaditos y esperan con atención. Hablo y Mom Tik traduce. Segunda constatación: salvo raras excepciones, los alumnos no tienen ni idea de inglés. Luego pude percatarme de que, salvo rarísimas excepciones, los profesores de inglés tampoco es que sepan gran cosa. Se defienden, pero la mayoría de ellos no han practicado casi nunca y no se atreven a hablar mucho. Para eso vine, me recuerda Mom Tik. Necesitan imperiosamente que vengan voluntarios guiris que practiquen inglés con estudiantes y profesores. Para eso he venido y espero que Udutama sea capaz de enviar un gran grupo el próximo verano. La experiencia es muy recomendable.

No soy profesor pero tengo varios amigos y amigas que sí lo son. Por lo que me cuentan, el infierno está allí y el paraíso aquí, en Tailandia. Estos niños escuchan con atención, obedecen, respetan al profesor, son aplicados y educados. Nada más entrar en clase me reciben de pie con un “Good morning, teacher, how are you?” a coro, y no se sientan hasta que yo no se lo digo. Están encantadísimos de que un extranjero venga a verles, excitados y nerviosos, pero muy receptivos.



Las clases que doy son un intercambio cultural. Yo les explico lugares comunes de España, Catalunya, Barcelona, y ellos me cuentan cuál es su plato preferido, me cantan una canción o me enseñan cómo se baila una danza tradicional Isan.






En un encuentro entre varias escuelas una profesora me pide que vaya también a su escuela tras enterarse de por qué estoy allí. Mom Tik duda pero al final accede a cederme un día. Tanto en una como en otra escuela me tratan como a un convidado de prestigio. Me invitan a comer con el director, me pasean por las clases y me acompañan en una visita guiada.



El último día me despiden de una forma singular. De dos en dos, los niños, arrodillados, me atan un hilo a cada muñeca y me desean salud y felicidad. El director me hace subir al estrado para decir unas últimas palabras y me regala un pañuelo tradicional Isan que me ata a la cintura.



Escribo ahora desde la estación de autobuses de Khon Khean, capital de Isan. Próxima parada: Chiang Mai.

Hasta pronto!!!

sábado, 8 de enero de 2011

Comienzo del 2011 con un nuevo viaje al sudeste asiático



Por tercer año consecutivo vuelvo a marcharme al sureste asiático en lo que ya parece ser una tradición personal consolidada. El día 11 de enero parto hacia Bangkok, con escala de dos horitas en el aeropuerto de Doha, Qatar, perdón, Catar, según la nueva normativa lingüística. Estaré por la zona unos dos meses. Si creyera en las vidas pasadas diría que tuve una muy intensa que tiene que ver con Siam, con los Akha, con las tribus de las montañas, que reclama mi presencia. ¿Qué es lo que me impulsa año tras año a continuar yéndome tan lejos y cada vez durante más tiempo?



Una explicación más mundana tiene que ver con mi dedicación a Udutama y a los proyectos con los Akha. Este año sospecho que el viaje va a ser el menos lúdico hasta la fecha. De momento, ya tengo concertada una entrevista en la embajada española en Bangkok, al día siguiente a mi llegada, para explicar nuestras actividades en Tailandia. A continuación pasaré unos días en una escuela rural del Este donde piden voluntarios para enseñar inglés a los niños. Voy a documentar el lugar para poder enviar gente desde Udutama. El Este de Tailandia es la región más pobre del país, sin contar las montañas del norte donde viven las minorías étnicas. Tienen también una cultura propia, la cultura Isan, emparentada con la de Laos.

Después iré al norte, a Chiang Mai, donde voy a entrevistarme con el director de un centro de estudios étnicos de la Universidad, para ver si es posible establecer alguna colaboración entre ellos y alguna universidad catalana. Desde Chiang Mai partiré también con mi amigo Lee unos días a su pueblo para ver in situ los cultivos del café, en el marco del proyecto de café ecológico y de comercio justo que queremos apoyar. También visitaré a Tam en su pueblo cercano a Chiang Rai y veré cómo ha avanzado en su proyecto de construcción de una pequeña clínica de medicina tradicional para los más desfavorecidos.

Por supuesto, visitaré también a nuestra contraparte, a Athu y sus colaboradores, para evaluar juntos el programa de voluntariado mediante el cual enviamos el pasado año a 14 personas a colaborar con sus proyectos.

Compraré artesanía allí y en Laos, directamente a las mujeres que la confeccionan, y cruzaré este último país de norte a sur hasta llegar a la frontera con Camboya, que atravesaré. Quiero visitar allí un proyecto que Psicólogos sin Fronteras desarrolla con una minoría étnica khmer.

Ésta es la razón fría, más o menos calculada, y los objetivos “profesionales” de mi viaje. Reconozco, sin embargo, que si no es una vida pasada, sí existe una fuerza irracional que me atrae a esta zona del mundo. Quizás sea la amabilidad, la sonrisa, el calor y la exuberancia tropical, la comida apetitosa, la belleza, la tranquilidad que se respira. O quizás el contraste entre la complejidad estresante del modo de vida occidental y la sencillez de una vida en mayor armonía con la naturaleza, más pausada, menos materialista, más espiritual. Quizás sea allí, en una pobre aldea perdida en un laberinto montañoso, donde podamos aprender y enseñar a quien nos pregunte, que otra vida es posible.

Espero poder compartir mis experiencias con quien me lea durante las próximas semanas.
¡Hasta pronto! เจอกันใหม่