miércoles, 23 de octubre de 2013

Un zapatista en Barcelona - A tu lado me siento seguro



En estas tierras catalanas existe una institución que ostenta el máximo poder según he podido contrastar con diferentes fuentes. Se trata de una entidad financiera que tiene una estrella como símbolo y que se llama la Caixa, la caja en castellano. Pero hay que mirar un poco más allá para entender su poder y entender que la estrella no es tal y entender cómo llena su caja la Caixa.

La estrella es en realidad el boceto de una figura humana que deposita una moneda en una bolsa, cesta o caja. Fue diseñada por el pintor Joan Miró y, según algunas fuentes, le salió muy barato a la Caixa. La Caixa simboliza así en su logo el propio acto de acumular capital. La Caixa es en Catalunya la entidad financiera más grande y la tercera del Estado español. Lo que diga de la Caixa sirve para cualquier otro banco pero resulta que aquí, en esta bonita ciudad muy a pesar de quien la gobierna, es la Caixa la que ostenta el mayor poder. La Caixa está en todas partes, financia todos los negocios, ingresa las nóminas de trabajadores, los beneficios de las empresas, las pensiones de jubilados. Casi cualquier transacción económica pasa por la Caixa y todos sus servicios comportan comisiones que aumentan su cuenta de resultados.



Lo que convierte a la Caixa en el blanco de muchas críticas es su doble moral. Por un lado se enorgullece, y pregona a los cuatro vientos, de su obra social, del porcentaje de sus beneficios que destina a proyectos sociales o culturales. Pero por la otra en su negocio ordinario no tiene compasión. Si hay que ejecutar una hipoteca se ejecuta, si hay que denunciar un impago se denuncia, si se pueden hacer negocios en un país víctima de una guerra ilegal, como la de Irak, se hacen negocios, si hay que amenazar a alguien que osa criticarla se amenaza. Y si se le han de perdonar préstamos a un partido político se le perdonan. Todos los partidos catalanes están endeudados con la Caixa y muchos de ellos han tenido trato de favor en la renegociación de sus deudas. ¿A cambio de qué?

La Caixa tiene un poder enorme, fabuloso, pero al mismo tiempo difuso, casi invisible. Es el suyo un poder orgánico, imbricado en la economía y en la política. El conglomerado empresarial de la Caixa abarca casi todos los ámbitos, desde el gas o la electricidad hasta el teléfono, la construcción, el ocio o los medios de comunicación.
Y hasta tal punto es su poder inseparable de la sociedad que si alguien quisiera derrumbarlo debería llevarse antes por delante todo el sistema político-económico catalán. Es por eso que su poder actúa como el cáncer, se alimenta del cuerpo que ha colonizado y no puede ser atacado directamente sin afectar a tejidos no contaminados. El poder de la Caixa puede o no matar, pero en cualquier caso queda fuera del control de las instituciones democráticas, más bien éstas acaban dependiendo de él, transfigurando la democracia real, el poder del pueblo, en una falacia, en una caricatura, en un chiste malo.