lunes, 13 de diciembre de 2010

La democracia herida


Por la prensa nos enteramos hace unos días de que un país pequeño, Islandia, hasta hace poco en bancarrota, está saliendo de la crisis mucho más rápidamente de lo esperado. La clave, nos cuentan, parece estar en que se tomó la decisión de no rescatar a ningún banco, dejarles quebrar si era necesario, con lo cual no se incrementó la deuda pública del país. No sufrieron, por tanto, esta segunda crisis europea asociada al excesivo endeudamiento y a la tiranía de los mercados que han de financiarlo.


Lo asombroso de la noticia es que tal arriesgada decisión la tomaron los propios islandeses en un referéndum. Los políticos de aquel país tuvieron el acierto de consultar a la población. Podemos decir que la democracia directa ha sacado a Islandia de la crisis europea.

A mí me sorprendió más que una noticia como ésta ocupara una pequeña columna en la sección de economía y no el principal titular de la primera página. “La democracia directa saca a Islandia de la crisis” debería ser una noticia ejemplar para que el resto de los países europeos y de sus poblaciones tomaran buena nota. Los mercados, al menos aquí, en el estado español, tienen secuestrada a la democracia desde el momento en que el presidente ha tenido que aplicar unas políticas antisociales en contra de su ideario y programa de partido. Se ha cargado la democracia. ¿Por qué no preguntó al pueblo?

Por los cables de Wikileaks nos enteramos también de la sumisión de los poderes de este país a las presiones de los americanos en múltiples asuntos. Da la sensación de que muchas de las decisiones más importantes han de tener el beneplácito americano. El poder ha sido cómplice de delitos flagrantes, como el caso del periodista Couso, asesinado por soldados americanos en Irak, o los vuelos ilegales de la CIA que secuestraban a ciudadanos haciendo escala en nuestro país. Las decisiones se toman en reuniones secretas, a espaldas de los ciudadanos. Esta falta de transparencia, que ya intuíamos, pero que ahora se manifiesta crudamente, es otro ataque frontal a los principios más básicos de la democracia. Wikileaks no hubiera sido un problema para nadie si la democracia hubiera funcionado correctamente.

Ahora a nosotros, humildes ciudadanos de a pie, sólo nos queda pedir a cualquier partido que se presente a unas elecciones, cómo piensa devolver la autonomía política y la soberanía a las instituciones democráticas. ¿Cómo se piensa eliminar la dependencia de los mercados? ¿Cómo se piensa recuperar la confianza de los ciudadanos cuando la opacidad y la sumisión al más fuerte es la norma? ¿Cómo se piensa restaurar la democracia? Mientras el partido que nos pida su voto no nos conteste claramente a estas cuestiones, y nos convenza, ninguno, absolutamente ningún voto de ningún ciudadano por ese partido tiene sentido ni en la próxima ni en ninguna otra elección futura.

jueves, 7 de octubre de 2010

Por qué soy antisistema



Es un dato objetivo sufrido subjetivamente que la violencia me pone muy, muy nervioso. No puedo soportar una discusión encolerizada, en esas ocasiones tiendo de forma natural a intentar aplacar los ánimos. Amo la armonía, la paz, el buen rollito a mi alrededor. Odio los ejércitos, las bombas, las guerras. Cuando me tocaba hacer la mili, me hice objetor de conciencia. Evito siempre que puedo, en definitiva, la violencia más explícita.


Pero sé también que violencias las hay de muchos tipos. Me sulfuran en particular las violencias que no son explícitas, aquellas que no están vinculadas a una muestra de fuerza que se ponga en evidencia por sí misma. Odio en particular este tipo de violencia porque sus agentes causantes parecen estar diluidos en la actividad social normalizada, porque está legitimada o tolerada por las leyes, porque por esta razón es difícil identificarla como violencia y porque sus consecuencias producen un sufrimiento atroz y constante. Éstas son las violencias propias del sistema, de un sistema que ha creado a su alrededor un aparato policial, judicial, económico y político con el que se blinda y se perpetúa. Un sistema que pasa por encima de cualquier consideración sobre la justicia, la igualdad y la libertad. Son las violencias que producen desigualdad, injusticia y opresión.

Es violento un sistema financiero y fiscal que da más a quien más tiene incrementando así las desigualdades sin mérito alguno. Que se lo digan a Amancio Ortega, que este año ha ganado más de 400 millones de euros de dividendos por los que sólo pagará el 21 % en impuestos. Y todo ese dinero se lo ha ganado sin mover un dedo.

Es violento un sistema laboral que desprotege al más débil. Que se lo digan sino al 20 % de la población sin empleo, al otro 40 % que tiene un empleo precario o a la inmensa mayoría que es capaz de callarse, obedecer sin rechistar, hacer horas extra gratis y empeorar sus condiciones de trabajo por miedo a perder su puesto. Y mientras tanto los sindicatos mayoritarios aceptan derrota tras derrota con tal de conservar su cuota de poder.

Es violento un sistema que no asegura una vivienda digna a sus ciudadanos o lo hace a costa de hipotecar la mayor parte de su salario. Que se lo digan sino a los desahuciados, a los que no llegan a fin de mes por tener que pagar una hipoteca o un alquiler desorbitado, a los que tienen que compartir piso o vivir con los padres contra su voluntad, mientras hay miles de pisos vacíos en propiedad de unos pocos.

Es violento un sistema político controlado por los grandes partidos, que legislan en función de sus intereses electorales, que cierran sus listas, que monopolizan las instituciones que gobiernan como si fueran de su propiedad y que acaban encarnando los tres poderes del estado que en teoría debieran estar separados.

Es violento un sistema judicial que llena las cárceles de pequeños delincuentes mientras los de cuello blanco acaban en libertad una vez ha pasado la tormenta mediática. Que se lo digan sino a los Millet, Prenafeta y Macià, violentos extorsionadores que volverían a delinquir si tuvieran la ocasión.

Es violento un sistema mediático que criminaliza a las minorías más débiles, que bajo el manto de la objetividad esconde intereses económicos de sus magnates propietarios y que, amparado por otros estamentos de poder, monopoliza la información a su antojo sin dar espacio a medios alternativos.

Es tremendamente violento, hasta el punto de poder acabar con la vida en nuestro planeta si sigue por este camino, un sistema económico que se basa en el crecimiento continuo a toda costa, sin importarle la destrucción de los entornos ecológicos que nos sostienen.

Las desigualdades de todo tipo son cada vez más intensas y generalizadas. Estamos asistiendo al desmembramiento del estado de bienestar que se consiguió con tanto esfuerzo tras las guerras mundiales que destrozaron Occidente. El capitalismo parece decantarse por una huida hacia delante radicalizando sus principios de la ley de la selva, pasando por alto cualquier valor ético. La justicia, la libertad, la igualdad, son objeto de mofa en las tertulias televisivas. La violencia del sistema nos golpea cada día dejándonos impotentes. No podemos ni siquiera pensar en alternativas cuando nuestra propia supervivencia ocupa todo nuestro tiempo. Esta violencia cruel del sistema nos golpea mientras se queja del pataleo de un puñado de “violentos” callejeros. Al lado de esa violencia inherente al sistema, las piedras contra escaparates, la quema de contenedores, no son más que una pequeña muestra de la impotencia. No es el problema, es sólo un síntoma, una efímera esperanza de que todavía se conserva cierta capacidad de reacción ante el problema gordo, que radica en el propio sistema.

No me gustan las violencias, ninguna de ellas, ya lo dije, por eso soy profundamente antisistema.


domingo, 11 de julio de 2010

Antifotoperiodismo o la pérdida de la inocencia



Una autocrítica exposición sobre fotoperiodismo, que incluye video documental, puede verse en el Palau de la Virreina de Barcelona hasta el próximo 10 de octubre. Con el provocativo nombre de “antifotoperiodismo” se ha querido recalcar la vertiente subjetiva de las nuevas formas del fotoperiodismo.



Los documentos gráficos han perdido su inocencia. En una sociedad hipersaturada de imágenes de procedencias diversas, la confianza del espectador en las fuentes es esencial. Por fin hemos aprendido a mirar con una actitud crítica, a no tragarnos la primera historia gráfica que nos venden, por muy realista que parezca. Porque por fin somos ya conscientes de que la realidad se construye. El autor no es neutral, nunca lo ha sido. Ahora, por fin, el autor se hace visible, acepta su elección, su ideología, su posicionamiento. Ya no es una cámara, frío artefacto tecnológico, la que re-produce, re-presenta una supuesta realidad objetiva. Tras la cámara hay alguien con intenciones, sentimientos, intereses, que come y hace el amor, que sufre y se enfada, que llora y gime, que es sensible o no ante las tragedias y comparte o no las alegrías ajenas.

Paradójicamente uno de los trabajos más interesantes tiene ya más de 40 años. Se trata de la filmación que realiza Paul Fasco desde un tren donde se trasladaba el féretro con el cuerpo del asesinado Bobby Kennedy desde Nueva York a Washington. El tren aminoraba la marcha al paso por las estaciones, donde cientos de personas se aglomeraban para honrar al difunto. Con la mano en el pecho, con banderas, siempre en silencio y siempre mirando a cámara, el documento es un retrato social de la América de la época. En este caso el autor se coloca en el lugar del cadáver, como si el objetivo de su cámara fueran los propios ojos del muerto, que observa a sus conciudadanos dirigirle su último adiós.




Otro de los trabajos más interesantes es el de Renzo Martens, un documentalista belga que retrata los desastres de la guerra del Congo en primera persona. El autor critica la explotación de la pobreza por parte de las agencias y ONGs de ayuda humanitaria. Con fina ironía, intenta convencer a la población local de que su pobreza es un activo muy valorado, por el cual se pagan en el primer mundo grandes sumas de dinero, y que tienen que aprender a explotarlo para sacar mejor partido.
Es hilarante y a la vez frustrante cómo convence a un grupo de fotógrafos locales de bautismos y bodas para que saquen fotos de niños malnutridos y cadáveres mutilados que podrán vender más caras en el mercado internacional de las imágenes. Cuando les acompaña a un campo de refugiados gestionado por Médicos Sin Fronteras les deniegan el permiso para realizar fotos con el pretexto de que no pueden permitir el ánimo de lucro a costa de las víctimas. Cuando Renzo les echa en cara que fotógrafos de agencias extranjeras sí fotografían estas miserias sin problemas, el responsable de MSF, un tipo con gafas oscuras y sonrisa cínica, sólo alcanza a replicar que éstos están haciendo su trabajo e informando al mundo. Un claro ejemplo de cómo una ONG, teóricamente destinada a reducir las desigualdades, perpetúa la pobreza a causa de sus prejuicios. El pobre tiene que seguir siendo pobre, ¿cómo, sino, iban a justificar su existencia muchas ONGs?

En definitiva, una exposición que induce a la reflexión sobre cómo construimos la realidad que nos rodea.

martes, 29 de junio de 2010

La falacia económica



Las épocas de profundas crisis sistémicas como la que estamos viviendo en este momento suponen una oportunidad única para cuestionarnos los fundamentos de nuestras sociedades. Aquello que creíamos bien sustentado, inquebrantable, una verdad insoslayable, de repente se derrumba y entre las ruinas nos preguntamos extrañados qué ha pasado.



Uno de los logros de los que la moderna civilización occidental estaba más orgullosa era la aparente autonomía que había conseguido el individuo al desligarse de las fuerzas de la naturaleza que gobernaban la vida rural. La industrialización, la nueva vida urbana y la mercantilización del siglo XIX impulsaron todo un nuevo conjunto de actividades que proyectaban al hombre hacia un futuro de múltiples posibilidades, de mayores cotas de libertad. Dos siglos más tarde nos damos cuenta de que las fuerzas naturales se han trocado en fuerzas del mercado. Tan ingobernables como las primeras, vivimos a merced de una mano invisible, amorfa, ubicua y global que, como si fuera la mano de un nuevo dios, golpea sin piedad el sistema económico de un continente entero. ¿Qué ha pasado para que lleguemos a esta situación de indefensión total, de dependencia absoluta de los oscuros designios de este nuevo dios-mercado?



Una de las falacias más extendidas entre nosotros es la consideración de que la economía es equivalente al mercado, es decir, a un sistema de oferta, demanda y precio. No concebimos ya una economía que no sea una economía de mercado y desde que el trabajo y la tierra se convirtieron en mercancías, vivimos en una “sociedad de mercado”. Pero en esto consiste la “falacia económica” de la que nos habla el historiador Polanyi en “El sustento del hombre”. El mercado, nos cuenta, es un invento del siglo XIX y el racionalismo económico que impera desde entonces nos ha acostumbrado a pensar en que todo se mide en función del coste y beneficio. Nuestra tarea como “homo economicus” consistiría en cada momento en maximizar el beneficio con los propios medios para huir de la escasez. Esta idea se basa en que tenemos necesidades ilimitadas. El carácter de “ilimitado” lo da el dinero. Nunca sobra, nunca es suficiente, todo se puede comprar y los lujos de hoy se convierten con facilidad en las necesidades del mañana.



La economía, sin embargo, tiene que ver con el sustento del hombre, con la satisfacción de nuestras necesidades materiales. Y el sustento del hombre no supone un problema de escasez porque los deseos y necesidades humanas no son ilimitadas. Aristóteles ya nos decía que la buena vida requiere sólo tiempo libre para dedicarlo al servicio de la polis, de la comunidad. Ciertamente, la satisfacción que proporciona un servicio de ayuda mutua comunitaria es impagable y es inaccesible para un millonario que vive en una isla desierta de su propiedad. ¿Qué camino tomar, entonces? Además de esta revolución moral pendiente, de reexaminar lo que en verdad es o no es necesario para la “buena vida”, hay que devolver a la economía su significado originario sacando del mercado todo lo que requiere el sustento del hombre en sentido amplio: la educación, la sanidad, la vivienda, la alimentación y la energía mínima para vivir con dignidad. Que los mercados no nos toquen, por muy enfurecidos que estén, las condiciones mínimas de nuestro sustento.

La falacia económica tiene otro corolario a nivel estatal: hay que crecer siempre. Pero en un mundo finito esto es imposible, y nuestra sabia madre Tierra empieza a mostrar síntomas de que la economía de mercado es insostenible. Urge, por tanto, tomar medidas adicionales. La economía de mercado sostenible ya no es suficiente, hay que decrecer. Se han de poner límites al consumo y si el dinero es el responsable último del carácter ilimitado de nuestras necesidades, se ha de instaurar una política fiscal mundial que establezca un límite al patrimonio personal. La avaricia de unos pocos no debiera poner en peligro nuestro sustento.

jueves, 10 de junio de 2010

Tras la memoria de nuestros muertos en el Montsec




Crónica contra la desmemoria histórica (IV)

Siguiendo el hilo de la historia de Manuel Sierra, soldado de reemplazo del ejército republicano español, ascendido a capitán durante la guerra civil, desaparecido en combate a finales de 1938, supuestamente abatido en el Montsec “mientras defendía solo una posición”, el primer fin de semana de junio participé en unas jornadas en memoria de los desaparecidos republicanos y de los maquis que todavía lucharon unos años más contra los franquistas en estas montañas.





Las jornadas han sido organizadas por el “Col•lectiu A les Trinxeres” y contó con la presencia de Lucio Urtubia, libertario y emblemático antifranquista, amigo del no menos emblemático maquis de la CNT Quico Sabaté, declarado “el enemigo público número uno del régimen” por Franco, muerto por la Guardia Civil el 5 de enero de 1960 en Sant Celoni.

El sábado por la mañana una columna de neoguerrilleros subimos a la Roca Alta del Montsec mientras otros compañeros desplegaban la pancarta en honor a los maquis.



De camino pasamos por una inscripción de la 120 Brigada Mixta, a la que pertenecía Manuel.



Ya en la cima de la montaña nos acercamos a las ruinas de algunos búnkeres, acompañados por Pol Galitó, especialista en el Frente del Segre. Las cotas inferiores de enfrente pertenecían al ejército franquista.



Todavía se pueden encontrar armas de la época, como granadas de mano o proyectiles de artillería.




¿Fue quizás en este búnker donde fue abatido Manuel mientras “defendía solo una posición” con su ametralladora?



De bajada paramos en lo que fue la enfermería del frente y junto a la cual se enterraron en una fosa común soldados muertos en combate. ¿Están aquí quizás los restos del capitán Sierra?



El domingo se descubrió una placa conmemorativa en Vilanova de Meià y nos despedimos de nuestros nuevos y simpáticos amigos libertarios.




Esta investigación sobre la desaparición y presunta muerte del capitán Manuel Sierra en el Montsec durante la Guerra Civil española parece llegar aquí a su fin. El historiador Ferran Sánchez, especializado en la batalla del Montsec, ha incluido los datos de Manuel en listas de desaparecidos que corren por el ciberespacio por si algún comentario de la memoria colectiva se materializa en palabras que regresan a quienes, décadas después, todavía buscan algún vestigio de sus abuelos muertos.

Antes de cerrar las heridas, conviene abrirlas bien, limpiarlas y marcar las cicatrices en recuerdo del dolor que no debe repetirse. ¡Conservemos la memoria viva!

viernes, 28 de mayo de 2010

Los Akha, guardianes de la naturaleza




El próximo lunes 31 de mayo se publica la versión en catalán de este artículo en la edición impresa de El Triangle.

Ajenos al conflicto entre los “camisas rojas” y el gobierno, en las zonas montañosas del norte de Tailandia, viven los Akha, una de las etnias más peculiares de las llamadas “tribus de las montañas”.



Los Akha proceden del Tibet y hace unos 1500 años empezaron a bajar hacia el sur y a establecerse en Myanmar, sur de la China, Laos, Vietnam y finalmente en el norte de Tailandia. Este nomadismo es fruto de dos peculiaridades de la cultura Akha. Por un lado, es un pueblo profundamente pacífico y ante cualquier conflicto con sus vecinos deciden desplazarse a otra parte en vez de enfrentarse a ellos. Ya ocurrió en el siglo XII con las invasiones de los mongoles, durante las cuales los Akha pasaron a ocupar la provincia de Yunnan, en el sur de la China, y más recientemente ha ocurrido con las presiones del ejército de la dictadura birmana, que les exige el pago de la mitad de sus cosechas como impuesto. Todavía hoy decenas de familias Akha traspasan la frontera birmana hacia Tailandia huyendo de la explotación. Por otro lado, cuando un poblado Akha supera las 150 familias, una parte de sus habitantes se traslada y funda un nuevo núcleo con mejor acceso a la selva virgen.

Los Akha son animistas. Cada órgano del cuerpo, cada ser vivo, cada ancestro tiene su espíritu. La naturaleza, lo material, es inseparable de la cultura y del mundo espiritual, todo forma una gran unidad y cualquier acción que emprende el hombre en una de sus partes afecta a la totalidad de lo que existe. Esta conexión convierte al mundo en sagrado y por ello los Akha son muy cuidadosos con sus formas de vida. Intentan actuar siempre según la tradición, transmitida de generación en generación por el “pimá”, una especie de médium que recita el “Akhazang”, el conjunto de reglas y normas rituales que rige la vida de los Akha. La lengua Akha es oral, no tiene escritura. Dicen que la diosa primigenia, Apumiyà, les regaló el alfabeto grabándolo en una piel de búfalo, pero los Akha se la comieron en una época de hambruna, perdiendo así la escritura pero adquiriendo, a cambio, una gran memoria para recordar la tradición oral, grabada ahora en sus mismas tripas. Cada Akha es capaz, por ejemplo, de recordar los nombres de hasta 60 generaciones de antepasados.

La medicina Akha participa de esta concepción espiritual del mundo. Además de un gran conocimiento de las hierbas de la jungla y de sus propiedades médicas, los Akha tienen su propia terapia física a base de masajes y, lo que es más importante, unos rituales análogos a nuestras terapias psicológicas realizados por el chamán del pueblo, habitualmente una mujer. Las chamanas pueden curar a alguien que esté enfermo por culpa de un acto que se considera inmoral o porque haya experimentado un trauma. Durante la ceremonia de curación la chamana, apoyada con cánticos y tras ingerir hierbas e insectos especiales, viajará al mundo de los espíritus para interceder por el enfermo.

La concepción sagrada de la naturaleza propicia unas prácticas de vida profundamente ecológicas. La casa Akha tradicional es biodegradable. Tiene la estructura de madera, el suelo y las paredes de bambú y el techo de plantas trenzadas. Practican una agricultura de tala y quema mediante la cual limpian un claro de la jungla para cultivar. Esta práctica ha hecho que a menudo se les acuse de desforestar los bosques. Pero un análisis más objetivo ha demostrado que sus bosques son los mejor conservados de toda Tailandia. La deforestación es causada más bien por las empresas madereras. En el lugar elegido para cultivar, los Akha cortan los árboles por encima del nudo principal, permitiendo así que el bosque se recupere más rápido tras el abandono del cultivo. Las cenizas sirven de fertilizante natural y tras diez años de descanso, el bosque ha vuelto a crecer.

Todas estas virtudes de la cultura Akha, de la cual nuestra sociedad insostenible ecológicamente tanto podría aprender, están siendo eclipsadas en los últimos decenios por graves problemas que amenazan su propia existencia. En el norte de Tailandia los Akha, aunque llevan ya varias generaciones en el país, son considerados inmigrantes. Su falta de ciudadanía les priva del acceso a la sanidad pública. Ni siquiera pueden registrar las tierras a su nombre. Sólo en los últimos años el gobierno tailandés está rectificando, presionado por algunas organizaciones de derechos humanos.

Por otra parte, durante milenios los Akha se dedicaron al cultivo del opio. Además de consumirlo en ocasiones especiales, servía de monedad de cambio para comerciar con los chinos. En los años 60 el gobierno tailandés, forzado a aumentar el control de unas fronteras por donde se colaban guerrilleros birmanos, comenzó una política de asimilación radical de los Akha. Por un lado les hizo sustituir el opio por otros cultivos como café y té. Por otro, se construyeron escuelas thai y se escolarizó masivamente a los niños. Pero lejos de solucionarles la vida esta política de asimilación no les ha traído más que problemas. El precio del café y del té lo fijan las multinacionales del sector y sus intermediarios, que les pagan una miseria. Y en las escuelas thai no se enseña nada que les sirva para seguir viviendo con dignidad en sus poblados. Los jóvenes Akha ven nuevas oportunidades de vida en las ciudades y abandonan sus hogares, pero allí están en inferioridad de condiciones y acaban como mano de obra barata en la construcción, de camareros o limpiadoras de hotel y muchas chicas a menudo como prostitutas. Por salir de su aislamiento han pagado el precio de la pobreza. Su cultura, materialmente no tan sofisticada en comparación con la cultura thai, se ve cuestionada por ellos mismos, mostrándose más vulnerables.

La estocada final a su cultura puede venir de la religión. En los últimos treinta años una oleada de baptistas cristianos ha conseguido convertir a casi un tercio de los Akha al cristianismo. Muchas fundaciones cristianas norteamericanas llegan cargadas de dinero, construyen iglesias relucientes y escolarizan a los Akha en la educación occidental y cristiana prometiéndoles un futuro mejor. Para muchos misioneros las creencias Akha son obra del diablo y su básica cultura material es un síntoma de su inferioridad. La disminución de la autoestima se expande y, con ella, la pérdida de identidad, la desorientación y, en muchos casos, la autodestrucción.

En un mundo como el nuestro, occidental y civilizado, que se ha mostrado finalmente inhumano e insostenible, tenemos mucho que aprender de estas culturas minoritarias que durante miles de años han vivido en harmonía con su entorno y que sólo tras el contacto con nosotros han empezado a sucumbir. No se trata de preservar estas culturas como si fueran un tesoro enterrado, intocable. Sabemos que toda cultura cambia, y que el contacto es casi siempre inevitable. Pero quizás ahora es más fácil advertir que la que tiene que empezar a cambiar radicalmente es la nuestra y que si apoyamos a minorías como los Akha facilitando un cambio cultural lento, elegido por ellos mismos, quizás algunas de sus virtudes puedan servirnos de orientación a nosotros, ávidos e insatisfechos hiperconsumidores.

domingo, 16 de mayo de 2010

La democracia no se vende




El Ayuntamiento de Barcelona decidió en su día que había que reformar la Diagonal, una vía que atraviesa la ciudad desde Pedralbes hasta el Forum, y para ello organizó una parodia de proceso participativo ciudadano que teóricamente debía decidir entre dos modelos, el bulevar o la rambla, que satisfacían por igual las pretensiones del consistorio. Se dice que durante el proceso participaron diversas entidades civiles y ciudadanos a título personal de cuyas propuestas salieron las dos finales. Sin embargo, a tenor de los resultados, que han tumbado toda posibilidad de hacer una gran reforma, es obvio que no representaban a nadie. Tan solo ha votado un 12 % del electorado, otro objetivo de participación fallido, pero ha sido suficiente para mostrar el rechazo a las propuestas con un contundente 80 % en contra de cualquiera de las dos opciones. El proceso participativo ha sido una parodia por varias razones.


Para empezar, porque la decisión de reformar la vía ya estaba tomada antes de empezar. En segundo lugar, porque se desconocía la metodología de construcción de las propuestas a partir de un conjunto tan heterogéneo de participantes. Nada se dijo tampoco de dónde iba a salir el dinero para la reforma, unos 80 millones de euros. Ni tampoco qué alternativas había para utilizar estos recursos, qué se iba a dejar de hacer. Se ocultó también información básica, como que el máximo beneficiario iba a ser una empresa privada, la que gestiona el tranvía, que con la reforma, fuera la opción A o la B, iba a multiplicar el número de viajeros en detrimento de la empresa pública de transporte. Para acabar de mancillar el proceso, la propaganda municipal sobre la consulta ignoraba una de las opciones, la C, la de dejar todo como está o, en el mejor de los casos, la tachaba de contraria a los intereses de una ciudad del siglo XXI. La supuesta imparcialidad brillaba por su ausencia.

Afortunadamente los barceloneses tenemos memoria y recordamos, por ejemplo, otras ocasiones en las que el Ayuntamiento nos ha preguntado algo. Como cuando debía decidirse también entre tres propuestas para construir un monumento a Macià en la Plaza Catalunya. Ganó la opción que menos gustaba al consistorio y, simplemente, no se llevó a cabo. Unos años más tarde se erigió una escultura, la escalera invertida, que no era ninguna de las tres propuestas planteadas. En otra ocasión también se nos preguntó por algo tan importante como el nombre que queríamos darle al hijo de Copito de Nieve, el emblemático mono albino del Zoo de Barcelona. Sin embargo en ningún momento se nos ha preguntado a los barceloneses si queríamos un Forum de las Culturas con varios rascacielos adosados, un hotel Vela que vuelve a tapar la línea del horizonte marino, los sucesivos procesos de gentrificación de los barrios antiguos o, en definitiva, un modelo de ciudad que quiere convertir nuestra estimada urbe en “la mejor tienda del mundo”. ¿A alguien le gusta vivir en una tienda?

Lo que más duele del resultado es que se verá como un fracaso que aumentará todavía más la desconfianza de los gobernantes hacia los ciudadanos. La próxima consulta no se volverá a hacer si no se tienen suficientes garantías de que saldrá la opción preferida. Alguien dijo que un gobernante sólo debe convocar un referéndum cuando está seguro de ganarlo. Pero entonces, ¿para qué preguntar?

No hay nada más contrario a la democracia que intentar utilizarla para justificar intereses particulares. Las operaciones de maquillaje popular se acaban oliendo. El único consuelo que nos queda es la confirmación del buen olfato de nuestros conciudadanos.

sábado, 24 de abril de 2010

El proceso a Garzón o la transición pendiente



En Barcelona, a 24 de abril del 2010, un numeroso grupo de ciudadanos nos reunimos en la Plaza de Sant Jaume para apoyar la memoria de nuestras víctimas contra el olvido que tratan de imponer los herederos de los fascistas españoles que ganaron la guerra civil.



¿Dónde están nuestros abuelos?, clama una de las pancartas. Justo ayer recibía un email de una persona que lleva un año buscando al tío de su madre, desaparecido durante la guerra civil. Lo último que se sabe de él era que fue nombrado sargento el 26 de diciembre de 1938, en la 120 Brigada Mixta de la 26 División del Ejército del Este republicano. Justo la misma brigada que la de Manuel Sierra, de quien he escrito ya varias crónicas, desaparecido también, y supuestamente muerto justo por las mismas fechas, en la navidad del 38.



Mientras nosotros seguimos buscando el rastro de nuestros abuelos, cuyos asesinos ni siquiera se dignaron en identificar y registrar, tan católicos que se proclamaban y al mismo tiempo tan inhumanos que demostraron ser, que en tan poca estima tenían a las familias de sus víctimas, tan insensibles al dolor ajeno, mientras nosotros, digo, seguimos indagando para que el olvido no se lleve para siempre unas vidas valientes y comprometidas, el sistema más conservador del poder del Estado, apoyando a los verdugos de nuestros muertos, nos dice que esas heridas están ya cerradas, que se cerraron durante la “modélica” transición, y que a quien se le ocurra seguir hurgando, se arriesga a convertirse él mismo en una nueva víctima.




Aquí no hubo una transición. Si el señor Garzón puede ser juzgado y condenado por intentar investigar crímenes contra la humanidad, aquí es que siguen mandando los mismos que ganaron la guerra o sus herederos, fascistas de nuevo cuño. Ya lo dijo el dictador: “lo dejo todo atado y bien atado”. En efecto, la monarquía, el ejército, la policía y el aparato judicial, son la expresión de la continuidad del antiguo régimen. Estas instituciones no cambiaron porque la transición fue un pacto bajo la amenaza permanente de la involución.



¿Superaremos algún día el miedo? Las heridas siguen abiertas y nuestros abuelos siguen desaparecidos.

miércoles, 7 de abril de 2010

Cooperación para qué desarrollo



Durante el último viaje a Tailandia para visitar a nuestros amigos Akha con los que colabora la asociación Udutama, en un remoto poblado al que se accede por una pista de tierra, me encontré con un grupo de cuatro catalanes y catalanas que se intentaban comunicar con unas jóvenes Akha en el interior de un pequeño almacén. Tras presentarnos y mostrar nuestras respectivas sorpresas por tan curiosa coincidencia, mis compatriotas me explicaron que estaban allí “enseñando a coser a estas mujeres”. Mi confusión fue mayúscula.


¿Enseñando a coser? ¡Pero si estas mujeres hace siglos que cosen su propia ropa y la de sus familias, así como otras piezas textiles tales como unas bolsas con un colorista y característico trazado geométrico! Entonces vi unas máquinas de coser eléctricas y comprendí un poco más lo que pretendían. Luego me lo explicaron mejor: les enseñaban a coser a máquina porque querían aumentar la producción y además les pagaban un salario. Ellos después transportaban las piezas a España y las vendían en una tienda de artesanía. Por si quedaba poco clara su labor humanitaria, de vez en cuando, me contaron, llevaban en coche al hospital local a algún enfermo del poblado.

Hace un par de semanas, durante el descanso de un curso para asociaciones, mi compañera de mesa me explicó que trabajaba en una ONG de apadrinamiento y que en su primer viaje a Bolivia había quedado horrorizada por las condiciones de habitabilidad de las casas de la población local: ¡los suelos no tenían baldosas, los habitantes pisaban directamente la tierra en el interior de sus viviendas!

Estas dos anécdotas recientes ejemplifican, en mi opinión, un concepto de “desarrollo” etnocéntrico, paternalista, capitalista y neocolonial que, lamentablemente, todavía es muy común en el mundo de la cooperación al desarrollo y que, puesto en práctica, resulta claramente perjudicial para el bienestar de las culturas locales del Sur.

El significado etimológico de “desarrollo” alude a un proceso por el cual algo se desenvuelve y despliega una forma “natural” que conservaba en potencia. El antropólogo Gustavo Esteva nos remite al antiguo Egipto para encontrar la primera articulación del concepto en la acción de “desarrollar un papiro”, o sea, desenvolverlo para darle su forma “original”. Es esta metáfora del proceso por el cual se adquiere una forma ya “prevista” la que pasa al lenguaje biológico para designar el crecimiento “natural” de plantas y animales y, en última instancia, del hombre. Es importante destacar que el desarrollo implica un cierta idea de “normalidad” y que procesos “degenerativos” como la enfermedad pueden frenar el desarrollo del ser vivo o desviarlo hacia un estado “anormal” de desarrollo, con toda la carga negativa asociada a este lenguaje. Con el nacimiento de las ciencias sociales la metáfora se convierte en mito. El uso de nociones biológicas en el campo social naturaliza las relaciones sociales y culturales cerrando las puertas a cualquier otra interpretación o alternativa de forma de vida. Así, el desarrollo de un pueblo o una sociedad denota el proceso evolutivo natural por el cual sus integrantes alcanzan el estadio superior que se espera que alcancen. Como no podría ser de otra manera, el estado superior es éste en el que se encuentra Occidente. Si las mujeres Akha no utilizan máquinas de coser y los agricultores bolivianos viven en casas de suelos sin baldosas es porque todavía no han alcanzado nuestro estado de desarrollo. Nuestro deber como cooperantes para el desarrollo sería, pues, ayudarles a evolucionar hacia donde nos encontramos nosotros, dotarles de nuestra tecnología , de nuestra medicina e integrarlos en el sistema laboral como asalariados dependientes, aunque el salario inicial esté por debajo del salario mínimo, como ocurría con las jóvenes Akha.

Afortunadamente las crisis medioambientales y estructurales de los últimos años están poniendo a cada cual en su sitio. Y mientras en Occidente cada vez más voces empiezan a cuestionar la viabilidad del sistema económico capitalista y se habla ya de “decrecimiento”, como se comenta en otro artículo de este espacio web, numerosos estudios han puesto en evidencia la sostenibilidad de las formas de vida de muchas culturas del Sur, como las de los Akha de Tailandia o las del altiplano boliviano.

Pero las leyes y quienes las piensan van despacio y todavía nos obligan a inscribirnos como ONGs de desarrollo, si queremos optar a alguna ayuda pública, y a mostrar en nuestros estatutos que nuestros objetivos son la cooperación al desarrollo de algún remoto lugar del Sur. Accedemos porque peligra nuestra propia supervivencia pero cuando surge alguna oportunidad para expresar mejor lo que queremos, intentamos aprovecharla. Nosotros sólo entendemos el desarrollo como una mejora de las condiciones de vida de una comunidad siempre que esta mejora sea definida y puesta en práctica por la propia comunidad. Si los Akha nos piden ayuda para comprar y utilizar máquinas de coser, se la daremos, pero si nos la piden para revitalizar sus prácticas de costura tradicionales, como ya han hecho en un proyecto, también se la intentaremos dar. Bajo esta concepción un proyecto de desarrollo podría muy bien ser un proyecto de decrecimiento, aunque parezca una contradicción en los términos. Al mismo tiempo nosotros intentamos aprender de su ecológica concepción del mundo y de sus prácticas agrícolas y medicinales basadas en su integración con el entorno natural. Por cierto, la medicina tradicional Akha es muy rica y efectiva, pero se está perdiendo desde que entraron en contacto con la cultura thai. Si cuando están enfermos nos limitamos a llevarlos al hospital no hacemos más que aumentar su dependencia de una cultura ajena con un sistema de salud al que además tienen un acceso restringido.

Así es como nosotros podemos entender únicamente el desarrollo, como una mejora subjetivamente decidida por las dos culturas que cooperan basada en la ayuda mutua y en el intercambio de lo mejor que puede aportar cada una de ellas, siendo lo mejor en muchas ocasiones el simple reconocimiento y puesta en valor de la cultura del otro. Un intercambio de igual a igual y siendo siempre muy conscientes de que el otro ha sobrevivido en este mundo, casi siempre de una forma más sostenible que la nuestra, gracias a su conocimiento local y a sus prácticas culturales. Y donde no nos reclamen, mejor que no nos metamos, no sea que por nuestro etnocentrismo y nuestros aires de superioridad, nos carguemos una cultura o un ecosistema que podría ser vital para el futuro de todos.







martes, 9 de marzo de 2010

Tradición versus modernidad en la artesanía de las mujeres Akha



Otro de los proyectos de la asociación Akha con la que colabora Udutama consiste en dotar a las mujeres de los medios necesarios y de la salida comercial adecuada para que puedan continuar elaborando sus maravillosas piezas de tejido según sus técnicas tradicionales y poder vivir de su trabajo sin tener que emigrar a la ciudad. Estuve un día en el pueblo de Tam, donde un grupo de mujeres todavía confecciona sus piezas totalmente a mano. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando nada más llegar escuché unas voces que hablaban … en catalán ! Y cuál fue todavía mayor mi sorpresa cuando lo primero que me dijeron el grupo de catalanes que me encontré fue que “estaban enseñando a coser a un grupo de mujeres”.






Lo primero que pensé es que estas mujeres llevan cosiendo cientos de años, y que seguramente empezaron mucho antes de que Catalunya se convirtiera en una de las primeras industrias textiles europeas. ¿Enseñar a coser? Pero enseguida vi que lo que querían decir mis compatriotas era que les estaban enseñando a coser a máquina. En efecto, habían comprado cuatro máquinas de coser y pretendían que un grupo de cuatro mujeres aprendiera a utilizarlas para así aumentar la producción. Resulta que estos catalanes adquieren las piezas realizadas por este grupo de mujeres y se las llevan a España donde las venden en tiendas de artesanía. Vamos, que están haciendo negocio. Me dijeron que ahora les pagan un sueldo a las mujeres y que además retornan parte de los beneficios a la comunidad.

La jodida industrialización y optimización de los medios de producción capitalista te la encuentras en la más remota aldea que te puedas imaginar, camuflada bajo el paraguas de una obra humanitaria. Al día siguiente le comenté a Athu mi conversación y me dijo que el jefe del pueblo estaba preocupado porque el sueldo que pagan a estas mujeres está por debajo del salario mínimo de la provincia. Aun así, si efectivamente revierten beneficios a la comunidad, no van a parar el negocio. En su afán por evitar los conflictos, los Akha son capaces de dejar hacer que un grupito de espabilados se aproveche del trabajo ajeno.




El proyecto de la ONG Akha, en cambio, pretende revalorizar el conocimiento que estas mujeres ya poseen, y dar salida comercial a un producto hecho a mano según tradiciones centenarias. Es posible introducir una innovación tecnológica como la máquina de coser, pero el proceso de cambio ha de estar controlado por las propias mujeres, asumido por ellas y el beneficio incorporado a sus ganancias, no a las del empresario listillo.



Aprovecho mi estancia en este pueblo para comprar directamente varias bolsas al grupo de mujeres independientes que siguen las técnicas más tradicionales. Estas bolsas serán un regalo para los actuales y nuevos socios de Udutama, hasta agotar existencias. Así que ya lo sabéis, no os lo penséis más y realizad vuestra buena obra del año !


sábado, 6 de marzo de 2010

Masajes a mí



Me uní a la pareja de canadienses en una saludable velada de terapia física en el pueblo de Athu. Mientras Erik y Katherine disfrutaban del masaje Akha, Athu y yo tomábamos una sauna en una pequeña choza calentada por un fuego de leña y aromatizada con siete hierbas diferentes.







Estas actividades forman parte de un programa cultural de siete días mediante el cual los Akha dan a conocer su cultura, en este caso las terapias físicas que practican desde cientos de años. Después de la sauna, disfruté de un masaje a cuatro manos sobre mi contracturado cuerpo. El masaje Akha consiste en presiones firmes con las manos sobre determinados puntos del cuerpo que coinciden con los meridianos energéticos de la medicina china. El o la terapeuta va subiendo desde los pies hasta la cabeza. El masaje tailandés, en cambio, se apoya en la presión más fuerte que se puede ejercer con codos, rodillas y pies, además de las manos, y simultanea estas presiones con estiramientos musculares.

Tam me había explicado que además existen unos médicos tradicionales Akha especializados en terapia física que realizan masajes con técnicas diferentes. Ésta es la tercera pata de su proyecto médico y cultural para recopilar este conocimiento, junto con el de las hierbas medicinales y las ceremonias chamánicas, y transmitirlo a las futuras generaciones para que no se pierda. Me cuenta que la mayoría de médicos superan ya los sesenta años y se ganan la vida en otros trabajos pues sólo cobran la voluntad y la mayoría de pacientes son tan pobres que no pueden pagar nada. Tam pretende mejorar las condiciones de estos médicos para que puedan vivir sólo de su trabajo y así puedan ayudar a más gente y mostrar a los más jóvenes que es una dedicación con futuro. Como sea que nuestra asociación Udutama va a estudiar la posibilidad de ayudar a Tam en su proyecto, le acompañé a visitar a uno de ellos y aproveché para someterme a una sesión que me aliviara un dolor persistente en mi costado derecho.



Esperamos a que el médico acabara con dos pacientes que estaban delante de mí y aprovechamos para hacerle algunas preguntas. Nos dijo que existen dos tipos de terapeutas, los que han aprendido de un familiar y los que tienen el conocimiento innato. Él es de la segunda clase. Uno de los pacientes nos explicó que hacía un tiempo no podía doblar la cintura. Visitó hospitales y traumatólogos pero seguía igual. Finalmente se decidió por este médico y tras cuatro sesiones ya casi toca con las manos al suelo.




El masaje que me realiza incide en los puntos más dolorosos. El terapeuta presiona con sus dedos con una fuerza increíble y noto cómo mis tendones o nervios o músculos o lo que sea, se retuercen entre sus llemas. “Aná, aná, aná”, aprendo a decir en Akha, “duele, duele, duele”, mientras él continúa con una sonrisa socarrona. Pero acaba la sesión y noto una cierta ligereza en mi lado derecho que hacía tiempo que no sentía. Me dice que necesitaría dos o tres sesiones más con dos días de descanso entre una y otra. Imposible, he de salir para Laos. Pero le digo que cuando vuelva a Chiang Rai, quizás dentro de unos meses, me someteré a su tratamiento.


lunes, 1 de marzo de 2010

Encuentro con una shamana



He coincidido durante unos días con una pareja de voluntarios canadienses en la cincuentena. Los dos son escritores y se han autoregalado una vuelta al mundo. Escriben artículos sobre lo que van viendo. ¡ Y los publican y les pagan por ello ! Todo un modelo a seguir. Para quien quiera acompañarles y ampliar información sobre sus experiencias con los Akha, mantienen este interesante blog sobre su viaje.

Una tarde, la doctora tradicional del pueblo, Awi, a la que ya acompañamos junto a Tam en su catalogación de plantas medicinales, nos explicó, mediante traducción simultánea de Athu, su conocimiento shamánico.



Antes de empezar, Athu nos aclara que los Akha tienen dos vías para ser shamán, una buena y otra mala. En la buena, el shamán entra en trance de forma controlada, sólo cuando así lo decide y con motivos terapéuticos. En la mala el supuesto shamán puede entrar en trance sin querer y sin un objetivo terapéutico. Esta vía, dice, se ha de cortar, y para ello también existe una ceremonia especial.

En nuestro caso Awi, de 57 años, casada y con cinco hijos, además de experta en hierbas medicinales, es una shamana de vía buena, es decir, entra en trance para curar y sólo cuando ella se lo propone. Nos cuenta que empezó a notar algo extraño en su cuerpo a los 13 años. Se mareaba cuando estaba en la parte de debajo de una casa y arriba había gente, o cuando alguien la tocaba. Sólo podía estar con una persona al mismo tiempo. Cuando se mareaba tenía que dormir y entonces el “profesor del cielo” le decía que tenía que hablar el lenguaje del “nipah” (shamán), que es un lenguaje cantado. El profesor del cielo le enseñó todo el conocimiento shamánico y le dijo que éste pertenecía a la “madre del cielo” o diosa primordial Apumiyeh. A los 27 años Awi ya podía ejercer como shamán. Sacrificó tres gallinas y tres gallos, cuyos espíritus fueron al cielo para dar las gracias.



Su trabajo como shamán cubre tres casuísticas: cura a personas con fiebre por un “trauma” o “susto”; realiza ceremonias de limpieza cuando hay epidemias; y cura a quien se ha vuelto loco por haber realizado un acto “moralmente malo”.

Nunca va sola al cielo, antes convoca a otros espíritus mediante silbidos para que la acompañen. Al paciente le pone una marca negra en la frente para reconocerlo en el cielo. Para realizar el viaje, se ayuda de opio, ranas y algún insecto especial. También se ayuda de la fuerza de varios animales como el tigre, la serpiente, el perro, el águila y el murciélago. En el cielo visita la casa de Apumiyeh y regresa desde la puerta del cielo a la puerta del poblado. Durante su viaje se lleva un insecto que la mantiene en contacto con lo que pasa en la tierra.



Tam, el licenciado en medicina alternativa Akha, me explicará después que estas ceremonias son análogas a terapias psicológicas y que realmente tienen efectos curativos en su contexto cultural. Éste es parte del conocimiento tradicional médico que Tam quiere preservar, junto al conocimiento de las hierbas tradicionales y las terapias físicas de masaje Akha. Pero sobre estos masajes hablaré en otro post.


viernes, 26 de febrero de 2010

La difícil escolarización de los niños Akha



Athu me acompaña a visitar uno de los centros de alojamiento de niños que su ONG gestiona cerca de la frontera con Myanmar. Sólo en los últimos años los niños Akha están escolarizándose en Tailandia. El problema es que existen remotos poblados donde faltan escuelas y donde el acceso a la más cercana es muy complicado. La única posibilidad de estudiar que tienen estos niños consiste en vivir en uno de estos centros que están junto a una escuela pública. Las monitoras me explican que en este centro hay además niños huérfanos que viven allí todo el año, incluso en vacaciones.





Coincido durante la visita con una mujer, ya abuela, que me cuenta la odisea que está pasando con sus nietos. Su hija y yerno se separaron con dos criaturas pequeñas de las que no podían hacerse cargo. Una institución cristiana que gestiona otros centros acogió a los niños. Un tiempo después su hija se reconcilió con su marido, se recuperaron económicamente y reclamaron de nuevo la custodia de los niños. El centro se niega a devolvérselos con el pretexto de que no han pagado ninguna mensualidad y por lo tanto deben un montón de dinero. Hasta que no paguen la manutención completa no piensan devolver a sus hijos con sus padres.



Experiencias parecidas con otras organizaciones cristianas son muy comunes entre los Akha. Catherine, una realizadora americana que ha venido a apoyar la labor de Athu y su ONG, me enseñó un video que espero enlazar desde este blog más adelante, en el que se ven a un montón de niños Akha cantando canciones cristianas en inglés en estado de éxtasis a las cinco de la mañana. Según ella, no pudo conocer a ningún padre de los niños, por lo que tiene muchos motivos para sospechar que una mayoría de ellos han sido simplemente arrebatados de sus familias mediante el chantaje de la escolarización. Estas organizaciones vienen cargadas de dinero, construyen iglesias de lujo y escuelas privadas donde adoctrinan a los niños en la educación cristiana. La pregunta que ella se hace es por qué, si parece que el dinero no es problema, no construyen escuelas cerca de los poblados en vez de en lugares tan distantes. ¿No será que así tienen el control absoluto sobre los niños? Ante tales experiencias los Akha más críticos han desarrollado un odio justificado ante los misioneros, como prueba el cartel de la fotografía “Missionaries suck!”, “Misioneros, que os den por …”.




Durante la visita los niños nos contagian su alegría, sus ganas de vivir y reír. Nos cogen de las manos y nos llevan a enseñarnos el centro, incluido un paseo por unos campos de cultivo donde aprenden algo de jardinería. Pero no puedo parar de pensar que este centro quizás tenga que cerrar el próximo curso escolar, en mayo, si antes no se encuentra financiación. Una ONG suiza que llevaba trece años financiándolo, ha decidido acabar su colaboración porque desea concentrar sus esfuerzos en Laos, donde parece ser que la problemática de los Akha se ve agravada con una pobreza extrema común a las zonas rurales del país.




domingo, 21 de febrero de 2010

Completando la dieta



Atención: este post puede herir la sensibilidad de algunas personas.

No, ni me ha secuestrado la guerrilla de los Karen ni la de los nacionalistas chinos del Kuomington. Éste de la foto es Ajer (pronunciado “Adju”), el sobrino de Athu. Antes de que se nos echara encima la última noche en su pueblo, Athu me pidió que le acompañara a cazar un par de horas, con su sobrino y un grupo de chiquillos que nos seguía a todas partes.


Los Akha han sido y son también cazadores. Cazan lo que les sale al paso, desde pequeños pájaros hasta gatos salvajes, pues se lo comen todo y así completan su dieta con proteínas adicionales. Suelen cazar de noche, cuando más animales hay en la jungla, y sólo los hombres. Por eso los Akha creen, al contrario que nosotros, que la luna es varón y el sol hembra. Su instrumento principal de caza es una especie de arco que se tensa horizontalmente. Athu es uno de los pocos privilegiados que tiene escopeta y licencia de armas para cazar. El rifle de Athu pasa de mano en mano para practicar la puntería mientras no hay presas a la vista. Cuando me tocó mi turno, me sentí transportado a aquellas ferias de pueblo en las que los niños practicábamos la puntería sobre unas bolas blancas con escopeta de balines.



Pero a la hora de la verdad es Athu quien agarra el rifle, apunta con decisión y acribilla a una pobre ardilla.



Uno de los niños, cual perro sabueso, corre en su busca y la rescata de la maleza. La exhibe con orgullo como si fuera su propia presa.



A continuación Athu pasa el cuerpo inerte y ensangrentado por el rifle murmurando algo en su lengua. Me explica que el rito obliga a pedir perdón al espíritu del animal muerto mediante este gesto.



Al llegar a casa, ya entrada la noche, Athu ofrece el trofeo a su padre, de ochenta y siete años, quien, gozoso, no espera ni un minuto para encender un fuego y empezar a despellejar al animal. Buen provecho.