viernes, 20 de noviembre de 2009

Círculo de Economía: ¿mandan los políticos o los empresarios?




Por casualidades de la vida esta semana he entrado en contacto dos veces con el Círculo de Economía. ¿Qué es el Círculo de Economía? ¿Un grupo esotérico de iniciación al Gran Saber del capitalismo? Pudiera ser, pero no. Es un grupo de presión empresarial. Pero no es un grupo cualquiera, es quizás el más influyente en las políticas públicas del Estado español. El martes asistía a una conferencia donde se presentaba un estudio que realiza recomendaciones a la Presidencia española del Parlamento europeo. El jueves estuve en una rueda de prensa ficticia en el Colegio de Periodistas donde unos alumnos realizaban preguntas al director general del Círculo, Sr. Jordi Alberich (en la foto de abajo), para ver si era posible responder a la pregunta del moderador: ¿mandan los políticos o los empresarios?


Ante un auditorio de estudiantes de periodismo en paro un poquitín crítico, el señor Alberich se defendió bastante bien, remarcando la vertiente amable del Círculo. Incidió en que los socios del Círculo no son sólo empresas, también hay académicos. Defendió la existencia de lobbys o grupos de presión y aprovechó para reclamar una legislación que los haga más transparentes. Se mostró en contra de la eliminación del impuesto de sucesión pues nos dijo que él estaba a favor del capitalismo, no de la aristocracia y que, por lo tanto, valoraba los méritos propios para alcanzar la riqueza y no los privilegios que da la herencia. En fin, acabó sosteniendo que quien manda en nuestro país son los políticos, no los empresarios. Éstos como mucho presionan para defender sus posiciones aunque bien es cierto que no les hace mucha falta ya que, admitió también, los postulados básicos del liberalismo económico, el fundamento de la actividad empresarial, ya han sido asumidos por prácticamente la totalidad de la sociedad.



Yo me quedé con las ganas de hacer un par de comentarios, que no preguntas, que explicaran mi particular opinión sobre la cuestión. Por eso los vierto ahora aquí, así podré dormir más tranquilo.

Sobre el Círculo, no hay más que ver en su pagina web la cantidad de empresas patrocinadoras para entender que esta entidad es eso, un lobby empresarial. Yo le hubiera preguntado al Sr. Alberich cuánto pagan estas empresas, por qué están todas las más importantes del país y qué contraprestación cree él que esperan recibir a cambio. En mi opinión, los socios académicos son un aderezo para diluir el carácter puramente empresarial de este grupo y ofrecer una cara más amable. Me gustaría saber también si estos socios pagan o son pagados por el Círculo por estar ahí.

Respecto al impuesto de sucesiones, la opinión en contra de su eliminación es muy minoritaria y resulta una extravagancia entre la clase empresarial. Cualquier encuesta lo confirmaría. Los empresarios, los capitalistas, odian los impuestos, aunque luego reclamen ayudas públicas para salvar sus empresas. La burguesía ha aspirado siempre a ocupar el lugar de la vieja aristocracia. ¿Qué empresario desea que sus descendientes paguen por la transmisión del título nobiliario de una presidencia o una propiedad empresarial? Expresiones como “hijo de papá” existen en la lengua por alguna razón. Al memos en este país, la meritocracia brilla por su ausencia.

Por último, respecto la pregunta inicial que nos planteó el periodista moderador del curso, creo que es una pregunta trampa. Por supuesto que, en política, mandan más los políticos que los empresarios. Al fin y al cabo son ellos los que legislan, los que enuncian las reglas del juego. El problema es que los empresarios, aun mandando menos que los políticos, mandan demasiado. Y este poder empresarial que el Círculo, entre otros, se esmera en prodigar, apunta directamente contra la línea de flotación de la democracia. Los empresarios son una minoría respecto otros grupos sociales con intereses antagónicos. No les correspondería tanto poder si la democracia fuera fiel al lema “un ciudadano, un voto”. Pero con la excusa de que “crean puestos de trabajo” o de que “generan riqueza”, se les considera demasiado. Si generan riqueza también la destruyen. Los tiempos actuales nos ofrecen mil ejemplos de ello por desgracia. Y todo ello sin mencionar favores y donaciones, corruptelas y recalificaciones. Por otro lado, en el ámbito laboral, donde un trabajador pasa la mayor parte del tiempo de su vigilia, mandan los empresarios con un poder absoluto. Y ese tiempo, y ese poder, muchas veces no se tiene en cuenta cuando se habla del poder de los empresarios. Es un poder silencioso que coarta libertades individuales pero, en cuanto es un poder asumido, no es cuestionado.

Acabo con un canto de esperanza: ¿se colará algún día un zapatista en el Círculo? Atentos al blog que he descubierto: Un zapatista en Barcelona.


martes, 17 de noviembre de 2009

Autorretrato



Los claroscuros son una constante en mi existencia. Aprendí a tomar en consideración la parte oscura de la vida, y no sólo la luminosa, durante mi tierna juventud. Con el tiempo comprobé que el claroscuro en el fondo es intrínseco a la autopercepción humana.




Necesitamos luz para ver, pero toda luz genera su sombra cuando nos interponemos delante. Y cuanto más intensa es la luz, mayor es la sombra a nuestras espaldas. Darse cuenta de la propia sombra, darle espacio, interrogarla, es una forma de airearla, de aliviarla. Si vamos sólo hacia la luz corremos el riesgo de cegarnos.



Otra lectura de lo mismo, también una constante en mi vida, ha sido la búsqueda del conocimiento, pero de un conocimiento que se sabe hermano de la “manía”, de la locura en el sentido griego, de la paradoja y lo contradictorio, del misterio de lo irracional.



Este cuadro de Durero, “La melancolía”, refleja en mi opinión este “malestar de la cultura”, parafraseando a Freud, en que consiste una civilización que ha dejado atrás el vitalismo de los dioses más emocionales. El conocimiento en clave occidental, como la luz, agranda las lagunas del saber primordial y produce la añoranza por aquel pasado de comunión con la naturaleza en el que todo se comprendía sin explicación alguna.



Pasa lo mismo con la observación, otra de esas cualidades paradójicas que me he dedicado a cultivar. Puedes mirar lo pequeño hasta dar con la más fundamental de las partículas, pero entonces tu propio mirar interferirá con su objeto sin poder llegar a delimitarlo como tal. Puedes así mismo mirar hacia lo más grande y lejano y llegar casi hasta el segundo primordial posterior al Big Bang, pero entonces Todo es Uno y nada se distingue. A veces conviene cerrar un poco los ojos, tal como hacemos cuando algo nos deslumbra, para así nublar la vista y poder ver entre líneas.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Ontogenia y filogenia cultural



Recuerdo que cuando estudiaba biología en el colegio, hace ya unos cuantos años, realicé un trabajo voluntario sobre la evolución. Ya entonces me fascinó una frase que aprendí de memoria y recitaba, no sin cierto narcisismo intelectual, a quien estaba dispuesto a escuchar mis hallazgos en el conocimiento de la vida: “la ontogenia es una recapitulación de la filogenia”.



Bien es cierto que no era la frase en sí sino el significado que encerraba lo que me resultaba fascinante. La ontogenia humana, es decir, el desarrollo del embrión humano desde su concepción hasta el nacimiento, pasa por una serie de estadios intermedios muy semejantes funcional y formalmente a los estadios por los que ha pasado la especie humana en su evolución, es decir, en su filogenia. Por poner un ejemplo, existe un estadio del desarrollo embrionario en el que feto humano es casi idéntico al de un pez, distinguiéndose incluso las formas de unas branquias. Los órganos vestigiales, como el apéndice, las muelas del juicio o los músculos de la oreja en los humanos, serían reductos de antiguos órganos necesarios en etapas evolutivas anteriores pero que ahora se han ido atrofiando hasta anular su funcionalidad. Por lo visto las ballenas conservan huesos en su parte posterior que son vestigios de antiguas extremidades posteriores de una supuesta etapa evolutiva terrestre.

Siguiendo el hilo de esta idea que, por lo visto, hoy en día está más o menos enterrada en el cajón de los hallazgos inútiles y al mismo tiempo dudosos, mi imaginación en seguida fue más allá de la teoría y se inventó una equivalencia cultural de este principio biológico: el desarrollo cultural y social de un ser humano desde que nace hasta que alcanza la etapa adulta plenamente madura sería equivalente al desarrollo cultural histórico de la comunidad social en la que se halla inmerso. Es decir, la analogía entre desarrollo individual y colectivo no acabaría con el nacimiento sino que seguiría hasta, al menos, la etapa adulta madura. El nacimiento de un ser humano correspondería al supuesto “nacimiento” de la especie humana con rasgos distintivos de su predecesora especie homínida de la que se derivaría. Y en efecto, quién puede negar la gran semejanza entre un bebé humano y un bebé chimpancé, por ejemplo. La infancia desplegaría la adquisición de toda una serie de capacidades que emularían el paso del paleolítico al neolítico, incluida la adquisición del lenguaje oral. Y en el nivel de los afectos, por ejemplo, quién no ha pasado por una etapa infantil en la que el deseo no distingue géneros o se enfoca hacia uno de los progenitores, es decir, una etapa en la que el amor se asemeja al concepto griego del amor y a toda esa amalgama de relaciones amorosas de los dioses y héroes que incluso nos han prestado sus nombres para designar nuestros complejos. Ahí está la adolescencia también y su rebelión contra la autoridad paterna puede encontrar su analogía en alguna de las revoluciones sociales que acabaron con un sistema autoritario anterior y que abrieron el camino hacia la democracia, o sea, hacia la independencia del poder respecto de una estirpe paternalista.

En fin, no digo yo que ésta sea una teoría firme y sólida pero las analogías son múltiples y ofrecen mucho juego. Y el mecanismo no parecería muy estrambótico. Se trata de pensar que una misma estructura funciona en niveles diferentes -neuronal, genético, social- produciendo resultados análogos. No se trataría tanto de una explicación causal determinista en el sentido sociedad-individuo o viceversa, sino más bien de una explicación sincrónica de analogía entre significados.

Para no alargarme y aburrir demasiado, desarrollaré una segunda parte de esta idea –la relación entre el dentro y el afuera o el microcosmos y el macrocosmos- en otro artículo.