viernes, 17 de mayo de 2013
Un zapatista en Barcelona - El Ayuntamiento limpia la ciudad
Después de hablar con los vecinos de la Barceloneta, me fui a ver al alcalde de la ciudad para preguntarle qué era lo que pensaba él de todo este asunto del hotel Vela, del descontento ciudadano, del turismo de élite y de que la ley de costas se utilice de una manera tan arbitraria en función de si el afectado tiene o no tiene plata suficiente.
Y la verdad es que debía platicar con él de otras muchas cosas porque caminando por la calle ya pues mucha gente me paraba y me decía que si les querían echar de sus casas de toda la vida y las autoridades no les defendían o que no encontraban locales públicos para actividades culturales o asociativas y en cambio si se debía hacer un acto con empresarios de algún sector o algo con fines lucrativos, allí siempre había buena disposición institucional. También mucha gente se me quejaba de la policía municipal, de que no servía al ciudadano sino que cada ciudadano era más bien antes un sospechoso de no ser un buen ciudadano.
Pero llegué al Ayuntamiento y no me dejaron pasar. Me dijeron que sólo podía entrar el día de visitas. Y dije yo, pues bueno, deme hora para el día de visitas, y me dijeron que podía entrar cualquier fin de semana siempre y cuando no hubiera un acto institucional, que tenía que probar suerte. Y yo ya pensé qué raro que el alcalde visite en fin de semana, pero me dije que aquí se trabaja mucho y eso, así que me llegué un sábado y me dejaron pasar pero el alcalde no estaba, ni nadie que me pudiera atender. Así que sólo vi a un grupo de turistas pero a ningún funcionario.
Y mis amigos de Barcelona se han reído de mí, de mi ingenuidad, y me han explicado que es que aquí no mandan los políticos sino los empresarios, las grandes corporaciones y yo me dije que no podía ser, que en Europa, pensaba yo, debía ser diferente, que la democracia debía estar ya asentada aquí. Pensaba pues que los ciudadanos podían deliberar, participar directamente en los asuntos que les conciernen, pero no, aquí he encontrado de nuevo los mismos muros entre el poder y la ciudadanía que ya conozco de mi querida tierra. En Chiapas eso lo cambiamos, o lo empezamos recién a cambiar y vamos haciendo camino hacia un poder popular, que significa del pueblo, que es su legítimo ejecutor en una democracia, pues eso significa democracia, gobierno del pueblo.
Pero no, acá el ayuntamiento sólo se dirige al ciudadano para multarle o para engañarle. Editan una revista que envían a todos los hogares con todas las cosas buenas que hacen pero esconden los errores, los problemas, los riesgos, los desafíos. Todo es un mundo de rosas en la revista. Y limpian la ciudad y echan a los viejitos de sus casas, y limpian la ciudad y desalojan las casas ocupadas por grupos culturales alternativos y limpian la ciudad y esconden a los indigentes y a las putas y limpian la ciudad para que vengan los turistas cargados de plata y dejen sus dineros en los grandes hoteles y restaurantes y tiendas de lujo para que se recauden más impuestos y así se pueda seguir limpiando la ciudad. Y esta es la tienda más bonita del mundo, limpita toda ella por fuera pero con la mierda que rebosa en las alcantarillas.
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Instantes decisivos,
Un zapatista en Barcelona
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