domingo, 4 de septiembre de 2011
Contra el pueblo y sin el pueblo
(ilustración publicada por El Roto en El Pais del 3 de septiembre)
La reforma constitucional: un desprecio más hacia la democracia
En el proceso de reforma de la constitución que se está gestando para complacer las exigencias de los mercados se pone de nuevo en evidencia el desprecio de nuestra clase política por las más elementales reglas que definen un genuino sistema democrático. Es evidente que nada será ilegal y que no se vulnerarán las leyes que rigen la reforma. Ya se cuidaron bien los padres de la constitución de dejar abierta la puerta a un pacto entre partidos al margen de la consulta ciudadana. No ha habido debate, sólo prisas por contener la voracidad de los especuladores, los verdaderos dueños de nuestra economía.
El contenido de la reforma es de calado. En un país donde nadie se atreve a subir impuestos y a redistribuir la riqueza, el límite del déficit público será la excusa perfecta para reducir el gasto en servicios públicos. También es grave que en la ley de leyes quede explícitamente remarcado que se priorizará el pago de la deuda a cualquier otro concepto. Es decir, aunque la población se muera de hambre, duerma en las calles o enferme sin atención sanitaria, antes de nada se pagará a los acreedores de la deuda. Decir, como han dicho varios expertos constitucionalistas, que estos contenidos son técnicos y que por ello no necesitan ser debatidos y ratificados por las ciudadanía, es tratar a los ciudadanos de idiotas. Aludir a un asunto como técnico es un intento de despolitizarlo. A estas alturas deberíamos todos tener claro que lo técnico, si tiene efectos sociales, es siempre político.
¿Por qué entonces esta reforma rápida y sin debate público? Creo sinceramente que nuestra clase política no cree en la democracia. Los políticos no confían en la gente. Dicen representarnos pero nos desprecian y nos temen. Se comportan hacia sus representados con una mezcla de paternalismo y despotismo que resulta cínico y repulsivo, sobre todo cuando piden nuestro voto en las elecciones. En vez de defendernos de la voracidad salvaje de los mercados, de la ambición materialista sin límites de unos pocos, nos han entregado a ellos. ¿Tendrá algo que ver con todo esto los multimillonarios créditos que bancos y cajas conceden a los partidos políticos y el perdón de las deudas que éstos han conseguido con demasiada frecuencia?
Temen que el resultado del referéndum sea contrario a su propuesta. Si es así, la cosa es grave, pues quiere decir que están legislando en contra de la ciudadanía. No son capaces de aceptar que la democracia incluye también el derecho a equivocarse. Aunque tuvieran razón en que un resultado adverso perjudicaría al país, deberían aceptar el riesgo. ¿O es que creen que el pueblo es masoquista y va a votar algo que le perjudica? Si así fuera, los resultados serían palpables y el pueblo rectificaría. La democracia genuina es siempre preferible a cualquier despotismo ilustrado porque, al final, el pueblo busca siempre su propio bien, aunque le cueste dar con él. El problema aquí es que los políticos, con su visión cortoplacista, prefieren contentar a la minoría que ostenta el poder económico por miedo a que actúen en contra de los intereses del país. Así estaremos siempre con las manos atadas porque la avaricia de los ricos no tiene límite.
Esta reforma Express ha puesto en evidencia que la Constitución es reformable, ha echado por tierra el tabú de su intocabilidad, aunque ya fue reformada en varias ocasiones anteriormente. Ya no nos pueden engañar. Así que puestos a cambiarla, propongo dos modificaciones importantes:
- modificación del artículo 87 que regula la iniciativa legislativa popular (ILP) para que ésta sea más flexible y pueda proponer también la reforma de leyes orgánicas, ahora vedada. La ILP que no es aprobada por el Congreso debería dar paso a un referéndum.
- Modificación del artículo 92 que regula los referéndums para que éstos puedan ser vinculantes siempre que su contenido no atente contra los derechos humanos. Los referéndums propuestos por una ILP no deberían necesitar de su aprobación por el Congreso y el Rey. También se debería permitir referéndums de las distintas administraciones (municipal, autonómica) sin necesidad de autorización superior.
Esta reforma sí que enriquecería la democracia y daría más poder a un pueblo que poco a poco ve cómo se prescinde de él.
lunes, 15 de agosto de 2011
La limpieza social del gobierno de los mejores
El gobierno de los mejores del señor Artur Mas ha vuelto a deleitarnos con otra gran actuación. Creíamos todos que el verano nos iba a dar una tregua, pero no. En pleno agosto, contra lo que mandan las más elementales normas de la prudencia, dos de sus consejeros estrella han puesto en marcha un cambio en el pago de la RMI, la renta mínima de inserción, que ha provocado el retraso en el cobro a decenas de miles de personas con el agua al cuello. En vez de ingresarlo en la cuenta, ahora envían un cheque al domicilio. Esta renta, de 420 euros mensuales, es el último recurso que le queda a gente sin ningún otro ingreso y con dificultades de obtenerlos a corto plazo. Muchos de los receptores no tienen el domicilio actualizado, porque nadie les dijo nunca que era importante hacerlo, porque su situación personal les obliga a cambios continuos, buscando un alquiler mejor, una habitación más barata, por lo que sea. Algo muy comprensible a la que uno se imagine lo que es estar con el agua al cuello durante una época prolongada. Un retraso de unos días en el pago de la RMI puede suponer el impago de la luz o el gas, del alquiler de una habitación o simplemente, quedarse sin comer hasta que se cobre.
Lo que más sorprende de esta medida es la impiedad de los que la han decidido. El responsable que ha dado la cara ha llegado a decir que sabían lo que hacían implantando una medida de este calibre en pleno agosto, entre otras cosas porque “esta gente no hace vacaciones”. Vacaciones pagadas como las de los señores consejeros seguro que no, pero ¿no puede tener un receptor de la RMI un amigo o familiar que le invite a pasar unos días en el pueblo, por ejemplo? En vez de admitir un error, afirman sin sonrojarse: “sabíamos que habría gente que sufriría”. Y yo me pregunto: esta gente, quiero decir, este gobierno de los mejores, ¿de dónde ha salido? ¿Son los representantes de los ciudadanos o son unos científicos sociales que hacen experimentos macabros con los ciudadanos? Dicen que quieren atacar el fraude que, sospechan, existe entre los receptores de estas ayudas. Sin dar nombres ni datos, esto es una humillación innecesaria hacia todo aquel que la está recibiendo. Pero además, yo me pregunto: ¿por qué no atacan el fraude que, sospechamos todos, existe entre la gente adinerada que evade sus impuestos? Durante el tiempo que ha durado esta polémica se publicó una noticia de la que no he oído hablar más: los inspectores de Hacienda del estado español han calculado un fraude fiscal anual aproximado de unos 42.000 millones de euros por parte de los más ricos y de las mayores empresas del país. A Catalunya le correspondería un 20 % aproximadamente, es decir, unos 8.400 millones. La cuantía total anual de la renta mínima de inserción en Catalunya es de unos 120 millones de euros. Sólo esforzándose un poquito, gobierno de los mejores, en controlar mejor el fraude fiscal se puede pagar la renta mínima de inserción a 10 veces más personas que las que la están recibiendo ahora. O sólo con lo que se ha dejado de recaudar por la eliminación del impuesto de sucesiones se habría cubierto sin problemas. El señor Arturo nos dice con su solemnidad habitual que esto lo hacen para que los que realmente la necesitan, la puedan recibir, como diciendo que no hay dinero para todos. Estamos hartos de mentiras. Hay dinero suficiente para mantener e incluso mejorar el estado de bienestar si hay voluntad política de atajar el fraude fiscal y subir los impuestos a los que más ganan.
Bien, hasta aquí no se descubre nada nuevo, pensarán muchos. ¿Qué podíamos esperar de un gobierno de derechas? Pues que atacara al más débil, por supuesto, e hiciera la vista gorda hacia el fraude descarado de las grandes fortunas. ¿Qué podíamos esperar si los que nos gobiernan ahora son los amigos de los Millet y de los Prenafeta, delincuentes defraudadores que no han vuelto a pisar la prisión?
Pero lo que me gustaría remarcar es algo que creo novedoso, y es lo que se manifiesta tras esta decisión de verano y tras las declaraciones de los responsables, porque creo que los lobos nos están enseñando ya su verdadera piel. “Esta gente no hace vacaciones …” . “Sabíamos que iban a sufrir …”. El gobierno de los mejores del señor Mas siente desprecio por los pobres, por la gente sin recursos, por la gente que no ha conseguido salir adelante porque, en el fondo, piensan, se lo merecen. El señor Artur Mas se educó en el Liceo francés y en la escuela Aula. Esta escuela se vanagloria de ser la cantera de los futuros dirigentes políticos y empresariales del país. Pero somos ya muchos los que sabemos cómo consigue esta escuela formar una élite: simplemente, expulsando a los alumnos que no llegan al mínimo exigido. Sólo llegan al final los más ambiciosos, voluntariosos y poco críticos con el sistema. El consejero Francesc Xavier Mena ha sido profesor de ESADE durante muchos años, y el consejero Josep Lluís Cleries estudió allí administración pública. ESADE, otra de esas escuelas “de los mejores”, cuyos masters y postgrados sólo están al alcance de los más pudientes y dónde, podemos imaginarlo, también se educa a nuestros futuros y presentes dirigentes. El gobierno de los mejores quiere hacer limpieza, pasar la bayeta antichusma y dejarlo todo limpio como una patena. Lo mismo que ha empezado a hacer el señor Trías en el Ayuntamiento de Barcelona: esos negros sucios y vagos, los manteros, que invaden nuestras aceras con sus mercancías falsificadas, fuera con ellos, no los queremos ver en nuestra ciudad. Se les persigue policialmente hasta el hostigamiento, rompiéndoles un brazo o la nariz si es necesario. Quieren limpiar las calles sin ponerse por un momento en la piel del otro. Dónde va a ir un senegalés si le quitas su mísero modo de subsistencia. No tiene dinero ni siquiera para regresar a su país. Si los receptores de la RMI son personas al borde de la exclusión social, los manteros subsaharianos ya están excluidos, son ilegales, no tienen derecho ni a cobrar la RMI, aunque algunos lleven ya 10 años entre nosotros.
El señor Mas y sus consejeros, como también el señor Trías, creen que en la vida hay triunfadores y fracasados y que el criterio para colocarte en uno u otro grupo depende solo de ti, de tu esfuerzo, de tu voluntad. El fracasado lo es porque es un vago, un inútil, un estúpido. La política y la economía que practican estos señores bebe de una concepción evolucionista de la sociedad. Sólo prosperan los mejores, los otros se van quedando por el camino por selección natural, y es bueno que así sea. La labor del político consiste, por tanto, en formar parte de este engranaje “natural” de la sociedad capitalista en la que vivimos, y contribuir a la limpieza general. En la cúspide de esta pirámide están los empresarios, políticos y otros bufones de la corte que hacen país, son patriotas, y ponen dinero sobre la mesa de partidos y fundaciones que hacen país y son patriotas, como ellos. Esta otra gente que no hace vacaciones, que huele mal, que no habla ni catalán, que seguro que es atea o musulmana, o lo que sea menos cristiana, da igual que sufran, porque se lo merecen. Y si desaparecen, mejor. Así se construye “una Catalunya millor”.
Supongo que hurgando un poco en las declaraciones de derechos humanos a las que estamos adheridos por ley, según nuestra Constitución y nuestro Estatut, algún jurista podría encontrar argumentos para denunciar a este gobierno de los mejores por discriminación, humillación e impiedad hacia los que menos tienen. Animo desde aquí a que se haga algo en ese sentido. Porque lo que está empezando a ocurrir en este país, con la excusa de la crisis, empieza a parecerse a una de las muchas formas que suele tomar el fascismo, puro y duro.
lunes, 6 de junio de 2011
Los retos del movimiento indignado
Hasta ahora el movimiento indignado ha conseguido convertir la plaza, antes lugar de paso y de consumo, en una verdadera ágora política. Por primera vez en este país en la plaza pública se hace política, se discute, se argumenta, se vota, directamente, sin intermediarios. La Política, con mayúsculas, no el politiqueo partidista, se ha expandido por las conciencias individuales convirtiendo a ciudadanos anónimos en sujetos políticos de sus anhelos y voluntades. Esto es ya de por sí un éxito rotundo del movimiento indignado que debería llenar de satisfacción a sus partícipes. Se ha sembrado una semilla y ha germinado. Pero ahora hay que cuidar a la pequeña planta, acompañarla en su crecimiento, para que poco a poco colonice el desierto circular de la democracia partitocrática y mercantilista en el que nos encontramos todavía.
¿Qué queremos hacer?
Los retos del movimiento indignado, ahora, son enormes. Para empezar, se tiene que tener clara conciencia de cuáles son los problemas que tenemos y, a partir de aquí, señalar las posibles soluciones teóricas. En mis artículos previos, “La democracia herida”, “Por qué soy antisistema” y “La falacia económica” ya abundé en el análisis de los problemas de nuestra democracia. La idea nuclear es que vivimos en una democracia formal pero no real. No es real porque quien toma realmente las decisiones importantes que afectan a nuestras vidas, son un pequeño conjunto de personas a quienes no podemos votar ni retirar nuestro voto, y que utilizan mecanismos económicos que no podemos modificar, ni nosotros ni nuestros políticos, al menos según nos cuentan ellos mismos. Hasta ahora hemos sobrevivido gracias a un contrato social no escrito en el que estas élites permitían establecer un estado de bienestar a cambio de conservar su poder. Pero con esta crisis se ha puesto en evidencia que esto ya no es así. El contrato social se ha roto. El egoísmo de los poderosos no tiene límite y nuestra democracia se encuentra, por lo tanto, secuestrada. El primer gran reto sería liberarla. Para ello hay que identificar estos mecanismos y blindarnos ante ellos. Conseguir, en definitiva, la autonomía política necesaria para establecer un nuevo contrato social en el que nuestras necesidades básicas, la vivienda, la sanidad, la educación y los alimentos, estén fuera del alcance de los mercados. Subordinar, en otras palabras, la economía a la política o conseguir, como llaman otros, la democracia económica.
¿Cómo lo vamos a conseguir?
El segundo gran reto consiste en el cómo. Se trata de clarificar el eterno debate entre reformistas y revolucionarios y tomar un camino claro. Por muy preclara que haya sido la identificación de los problemas y la formulación de los objetivos a conseguir, si no se define cómo se van a conseguir éstos, el resultado puede ser frustrante. La historia nos enseña que el camino revolucionario con frecuencia exige muchos sacrificios, no exentos de violencia. El reformismo, a su vez, casi siempre acaba fagocitado por el propio sistema que se intenta reformar. La élite que ostenta el poder económico va a hacer todo lo posible por no perder sus privilegios, así que el reto es tremendo. Tenemos que ser imaginativos y probar caminos nuevos. Yo me inclino por una revolución ética, de conciencias, que junto a una combinación de elementos reformistas y revolucionarios en el ámbito político y social, vaya minando por dentro las coartadas de los poderosos. Un ejemplo: si nos convencemos todos de que el rico lo es siempre, siempre, a costa de varios pobres y de que una muy importante dosis de felicidad no la da el dinero, seremos capaces de poner un límite al enriquecimiento personal y redistribuir mejor la riqueza.
La seducción del paso a paso
Pero quizás el reto principal consista en seducir a un mayor número de gente. Hay que conseguir que esta segunda fila de ciudadanos que en la foto se encuentran de pie, disimulando su escepticismo con gafas oscuras, pero al mismo tiempo curiosos, y dispuestos a participar si la música les suena bien, se incorporen a la primera línea y se apropien así del proceso. Si se van consiguiendo pequeñas victorias, paso a paso, el escepticismo se puede ir diluyendo poco a poco.
lunes, 9 de mayo de 2011
La cara oculta del comercio justo
En un pueblecito akha del norte de Tailandia vive una comunidad que quiere salir adelante mediante la comercialización del café que cultivan. Se han planteado obtener el certificado de comercio justo que les permitiría vender su café a mercados internacionales que pagarían un poco más por él. Pero cuando han empezado a preguntar por los requisitos, lo que cuesta y quién se beneficia de la certificación, han abandonado el proyecto. Este artículo termina con una propuesta alternativa de certificación para que las respuestas convenzan a los pueblos que, como los akha, se plantean la vía del comercio justo para sus productos.
Buscando una salida comercial digna para el café de una comunidad akha
Mae Jantai es un pueblo del norte de Tailandia habitado por unas cuarenta familias de la etnia akha. Desde que han entrado en contacto con la civilización hegemónica tailandesa, integrada en la economía global, han empezado los problemas para los akha. La globalización ha impactado con fuerza en su cultura. Por otra parte, el no reconocimiento de la ciudadanía a más de la mitad de la población les imposibilita el acceso a los servicios públicos básicos o les niega el derecho a la propiedad de las tierras que vienen cultivando durante varias generaciones. Los akha han sido tradicionalmente agricultores. Su economía de subsistencia está centrada en el cultivo de arroz. Durante muchos años cultivaron también opio, que consumían básicamente con fines medicinales y que además les servía como moneda de intercambio con otros pueblos que les proveían de productos de los que carecían, como azúcar o sal. En la década de los 70 y 80 del siglo pasado, el gobierno tailandés, presionado por las mismas naciones que unos años antes habían incentivado su consumo entre la población local, erradicó casi totalmente su cultivo. Como alternativa introdujo plantas de té y café en la zona.
Situado a casi 1500 metros de altitud, en Mae Jantai se dan las condiciones idóneas para el cultivo del café. El pueblo produce entre 3 y 5 toneladas anuales de la variedad arábica. Pero esta comunidad, como otras decenas de comunidades de minorías étnicas del norte de Tailandia, tienen un grave problema a la hora de vender su café. El mercado interior prácticamente está dominado por intermediarios de las grandes multinacionales que presionan a la baja los precios. El beneficio, al final de todo el proceso, acaba siendo prácticamente nulo. Las comunidades que pertenecen a minorías étnicas en Tailandia siguen siendo las más pobres y marginalizadas de la sociedad.
Lee es un joven akha de Mae Jantai que tuvo la suerte de estudiar con unos monjes budistas que le pagaron su educación. Mediante un gran esfuerzo de su familia y parientes, pudo incluso acceder a la universidad y licenciarse en inglés. Consciente del grave problema de la comercialización del café, desde el año 2007 está embarcado en un proyecto social en colaboración con los agricultores de su pueblo. Intentan producir un café cada vez de mayor calidad, darle una marca comercial y conseguir así mejores precios negociando directamente con compradores de las ciudades cercanas. El beneficio, si existe, se invierte en servicios que la comunidad necesita. Lee se dio cuenta pronto de que obtendrían un precio mayor si conseguían vender el café del pueblo en mercados más lejanos, como el europeo. Pero la realidad es que en Europa sólo es posible pagar un precio justo por un café de esas características si consigue entrar en el mercado de los cafés selectos, si es un café ecológico o si es un café con el certificado de comercio justo.
Cuando contactamos con Lee, visitamos su pueblo y nos cercioramos de que realmente se trataba de un proyecto social no lucrativo, nuestra asociación decidió ayudarle. O al menos, intentarlo. La opción más obvia parecía la de conseguir la certificación de comercio justo. Pero tras un año de entrevistas con diferentes actores hemos abandonado la idea. Este artículo quiere dar un toque de atención sobre la injusticia del proceso de certificación de los productos de “comercio justo”.
La injusticia de la certificación del comercio justo
En Catalunya y España el mercado de productos de comercio justo está básicamente monopolizado por el sello FLO. Los estándares de certificación del sello FLO los define FLO International, una organización sin ánimo de lucro de la que forman parte las asociaciones, fundaciones y cooperativas principales de este mercado en nuestro país. Sin embargo, la entidad certificadora, FLO-Cert, con base en Alemania, es una empresa privada con ánimo de lucro que impone los precios y procedimientos de la certificación. Los productores han de pagar 400 euros al día a un auditor alemán que viaja para certificar el producto, y la misma cantidad al analista alemán que verifica que todo sea correcto. A razón de tres días de promedio que pasa el auditor en el terreno, más un día del analista, más la cuota inicial por comenzar el proceso, la auditoría sube a unos 2000 euros, que además se han de pagar anualmente para conservar el certificado. Esta cantidad supone el 25 % del precio bruto de venta del café que puede vender la comunidad de Mae Jantai en los mercados de comercio justo. Si lo asumieran, la operación acabaría en pérdidas. Dos mil euros puede que no sea mucho para nosotros pero en Tailandia es el sueldo anual de un trabajador medio. Obviamente este precio podría ser mucho menor si los auditores fueran tailandeses y cobraran sueldos tailandeses. Pero como buena empresa capitalista que es, FLO-Cert, fiel a su objetivo de conseguir el máximo beneficio, se niega en redondo a abrir sucursales o a capacitar personas en los países productores. Se da así la paradoja de que la empresa certificadora de comercio justo no cumple los estándares que ella misma exige a los productores: ni es democrática, ni reparte los beneficios entre ninguna comunidad ni es respetuosa con el medio ambiente, si tenemos en cuenta los constantes viajes en avión desde Alemania a diferentes partes del mundo. Si el certificador tuviera que certificarse siguiendo los mismos criterios, ningún producto conseguiría el certificado. En conclusión, el certificado es un fraude.
Antes de renunciar a seguir por este camino en nuestro deseo de apoyar a estos agricultores akha, nos planteamos dos alternativas. La primera, sugerida por uno de los integrantes de FLO, era tratar de que la comunidad de Mae Jantai se uniera a otras comunidades, aumentaran entre todos la producción y así les saliera a cuenta la inversión en el certificado. Pero esta alternativa entra en contradicción con el principio fundacional del comercio justo, que es precisamente proteger a los pequeños productores frente a las multinacionales del sector. Les estaríamos diciendo que dejaran de ser pequeños, que se organizaran en estructuras más grandes, con la consiguiente pérdida de control directo sobre todo el proceso. En nuestro caso esta posibilidad tendría un impacto mayúsculo en la comunidad de Mae Jantai. Tradicionalmente la unidad política, económica y social de los akha es el poblado. El poblado es casi autárquico y crear una estructura superior supondría cambiar un sistema de organización que ha pervivido al menos durante 1500 años.
La otra posibilidad era que nuestra asociación buscara los recursos necesarios para pagarles la certificación. Pero lo sentimos mucho, no queremos ser colaboradores de un negocio que, con la excusa de ayudarles, se aprovecha de los más débiles para el propio beneficio. Esta decisión la tomamos conjuntamente con Lee y su comunidad cuando se percataron, al mismo tiempo que nosotros, del negocio puro y duro que hay detrás de la certificación. Por otra parte, una persona que trabaja en FLO-Tailandia un poco a su pesar nos acabó confesando sus dudas sobre la verificación de todo el proceso, pues casi todo se basa en documentación que el productor ha de especificar y que se envía a Alemania para su análisis. El auditor sólo pasa tres días en el terreno y difícilmente va a poder comprobar toda la información que se ha escrito.
Más allá de FLO: principios para una nueva certificación solidaria
Pero no queremos ser agoreros. Seguimos creyendo en que un comercio más justo es posible. Sin embargo, a nuestro entender, ha de estar basado en otros parámetros. Somos conscientes de que el comercio justo no ha de basarse sólo en que el precio que cobre el productor sea justo –con todas las dudas de un precio justo referenciado a los lejanos mercados de Nueva York-, sino que además existen otros múltiples factores en el proceso que va del productor al consumidor que han de tenerse en cuenta. Debido a esta complejidad y muy variada casuística, desde aquí, humildemente, queremos proponer una alternativa al sello FLO, que deberíamos consensuar entre todos los que pensamos igual. Nos gustaría crear un nuevo certificado basado en el principio general de confianza, que se concreta en los siguientes puntos:
1) coste 0 para el pequeño productor
2) principio general de confianza en los actores implicados
3) el producto es de comercio justo si así lo avala
3.1) en el sur: el productor, organizado en una entidad sin ánimo de lucro o de economía social y
3.2) en el norte: una organización sin ánimo de lucro o de la economía social que colabore, conozca y apoye al productor y de fe de que en el proceso de comercialización del productor al consumidor no se aprovecha ninguna entidad que directa o indirectamente esté perjudicando los intereses de los productores del sur (con este punto ponemos el filtro a los McDonalds o Nestles de turno)
4) certificación en negativo: el certificado puede ponerse en suspenso previa denuncia documentada que muestre que no se cumple el punto anterior
5) los productos con el nuevo certificado serán consultables vía web, junto con información sobre los productores y las organizaciones que los avalan
6) los productos con el nuevo certificado serán admitidos en todos los canales de distribución de productos de comercio justo y serán aceptados como tales por las administraciones públicas
7) la entidad que mantenga la gestión del nuevo certificado ha de ser sin ánimo de lucro, democrática y representativa. Su financiación se sufraga con el esfuerzo de las organizaciones que en ella estén representadas y, a ser posible, con la complicidad de la administración pública
Esperamos con este escrito estimular el inicio de este nuevo proceso de certificación para crear las condiciones de un comercio más justo donde ningún actor se aproveche injustamente y, a costa de los pequeños productores que supuestamente apoya, desvirtúe el sentido y la noble finalidad que se intenta conseguir.
viernes, 22 de abril de 2011
La desafección sindical
Una experiencia de siete años como delegado sindical
Nota previa: este artículo ya lo había publicado en este blog hace más de un año, pero lo retiré a petición de unas excompañeras del sindicato, muy buenas amigas, que me lo pidieron para que no fuera usado en unas elecciones sindicales. Ahora ya ha pasado más tiempo si cabe desde que ocurrieron los hechos que describo. La antigua “cúpula” ya se ha jubilado, aunque me consta que los nuevos dirigentes de la sección sindical -designados por supuesto por sus antecesores- continúan con las mismas políticas de férreo control del poder.
En los últimos tiempos se oye hablar a menudo sobre la “desafección política” de la ciudadanía, a raíz sobre todo de los escándalos de corrupción que han habido. En mi opinión esta desafección es sistémica, quiero decir que es inherente a la propia organización del sistema político, basado en un sistema de partidos opacos y oligárquicos. Se necesitaría una revolución prodemocrática que lo trastocara todo para que la política volviera a interesar al ciudadano, su legítimo beneficiario.
Pero todo resulta mucho más grave cuando la desafección afecta también al ámbito sindical porque si los trabajadores desconfían de los sindicatos que en teoría les representan, entonces el empresariado se queda con las manos libres para aplicar su poder sin freno. Yo fui delegado sindical durante siete años en una gran empresa y acabé totalmente desencantado. Quiero decir, entonces, que según mi experiencia la desafección sindical está totalmente justificada, lo cual es un desastre para la justicia socio-laboral. Si siguen funcionando los sindicatos es gracias al esfuerzo de la base sindical que realmente ayuda a sus compañeros. Pero la desmotivación también aumenta cada vez más.
La primera sorpresa me la llevé cuando en unos foros virtuales de uso interno se me ocurrió cuestionar los beneficios de un pacto al que se había llegado en una negociación colectiva. Hasta entonces todos los comentarios habían sido halagadores y el mío era el único que, de forma educada y advirtiendo que mi objetivo era mejorar las condiciones en las sucesivas negociaciones, ponía en evidencia lo que se había perdido. Era una crítica constructiva. En seguida una secuencia de mensajes intentó desprestigiar mi intervención sin contradecir en ningún momento mis argumentos sino insinuando que si no lo apoyaba es que estaba del lado equivocado. Fidelidad ciega, si no estás conmigo estás contra mí. Éste fue el primer aviso de lo que iban a ser serias advertencias a mi “descarada” forma de entender el sindicalismo. A partir de entonces me fui dando cuenta de que en el sindicato existía una democracia formal aparente pero que en el fondo gobernaba una organización oligárquica donde dos o tres personas habían copado los puestos de más alta responsabilidad durante más de veinte años y habían decidido, mediante una estructura piramidal de fieles “comisarios políticos” en los diferentes territorios, controlarlo absolutamente todo, empezando por quién y en qué puesto debía ir en las listas para las elecciones de comités de empresa. Éste es el poder real que permite que existan las oligarquías, el poder de confeccionar la lista con los candidatos para las elecciones. Si quedas fuera o no estás en una de las posiciones seguras para salir elegido, se acabó tu vida sindical. Y como estas listas no se consensúan o debaten sino que se confeccionan de manera totalmente opaca y secreta por la cúpula dirigente, la mayoría de delegados intenta portarse bien, ponerse medallas y halagar a los jefes y a sus fieles ayudantes sin insinuar la más mínima crítica hacia ninguna de sus decisiones. Evidentemente todas estas listas luego se votaban, casi siempre a mano alzada para que se vieran bien los disidentes, pero siempre había una única lista. El único intento de hacer una lista alternativa se abortó desde la cúpula antes de que llegara a buen fin. Pero ésta es otra historia que quizás explique en otra ocasión.
Podría poner cientos de ejemplos que muestran cómo gobernaba una oligarquía y no una democracia. Desde la consigna que nos daban para votar Sí o No en congresos del sector o territoriales, hasta casos de marginación de algún delegado rebelde, pasando por ataques públicos insultantes, llamadas al orden o censuras. Si se hacía un congreso de mujeres, tenía que ir la cúpula, masculina por supuesto, para controlarlo. Los delegados o delegadas que resultaban incómodos desaparecían de los servicios centrales. El criterio para liberar a un delegado era la fidelidad ciega y sumisa, no había otro basado en el mérito, por ejemplo. La cuota sindical en la asamblea de la empresa estaba formada también por los delegados más fieles, que obtenían así como premio la elevada cuantía de las dietas o regalos en especie. Nunca supimos a ciencia cierta qué porcentaje de las millonarias dietas de los delegados del consejo de administración iba a parar al sindicato, no se enseñó nunca prueba alguna. Obviamente estos privilegiados eran la cúpula misma y hasta tal punto repetían cargo que cuando se dictó una ley para que un mismo consejero no pudiera estar más de 20 años en el consejo, una ley política hecha para forzar un cambio de presidente del consejo de la empresa, el delegado del sindicato tuvo que renunciar porque le afectaba también la ley. Tras tanto tiempo juntos no es de extrañar que al final se hagan amigos los jefes sindicales y los dirigentes empresariales. En ninguna negociación se tensó nunca la cuerda, se preferían los pactos mínimos a cualquier atisbo de conflictividad laboral. Algunos empezamos a sospechar y decidimos actuar … pero esto forma parte de la otra historia.
En fin, cuando me tocó a mí la llamada al orden y me conminaron a no realizar más intervenciones en los foros, decidí dejarlo. Esta experiencia me ha enseñado mucho. En el mundo sindical que he conocido el poder de la cúpula es absoluto, no hay democracia interna real. Imagino que ocurre lo mismo en los partidos políticos. Y luego los mismos dirigentes de estos partidos se quejan de la desafección. Es de un cinismo lamentable. Ellos mismos, la perpetuación de su concepción de la política como control del poder por el poder mismo, son una de las causas principales de que nuestra democracia resulte fallida.
martes, 8 de marzo de 2011
En el norte de Camboya con Psicólogos Sin Fronteras
Tras cruzar la frontera entre Laos y Camboya, y gracias a la extrema amabilidad de Imma y Héctor, tengo la oportunidad de acompañar a un equipo de la ONG española Psicólogos Sin Fronteras a un remoto poblado de la etnia jarai en el nordeste del país, casi tocando a la frontera con Vietnam. El equipo lo forman un psicólogo, una asistente social y una traductora entre las lenguas jarai y kmer o camboyano.
Es un viaje de tres horas y media durante el cual tendremos que combinar varios medios de transporte. Primero, un pick-up nos llevará hasta donde acaba la carretera.
Allí embarcaremos las motos para cruzar el río.
En la otra orilla varios senderos polvorientos y pedregosos nos llevarán, tras un par de horas, hasta el poblado jarai.
PSF ha reconstruido, con ayuda de la Agencia española de Cooperación, decenas de casas comunales como ésta en la que se desarrolla el encuentro.
Tras iniciar varios proyectos de asistencia materna para disminuir la mortalidad infantil, la organización se dio cuenta de que existían casos de violencia doméstica. Pusieron en marcha entonces el proyecto que hoy nos ocupa. Se muestran dibujos bastante explícitos de violencia doméstica y se pide a los asistentes que los comenten. La participación es muy alta, aunque en esta ocasión hay varias mujeres que han preferido ir a trabajar al campo.
El objetivo, me explican, es provocar la reflexión, airear ciertos casos y dar a entender que estos actos violentos no son “normales”. Se genera una discusión en el grupo. Opinan tanto hombres, quizás con un tono más jocoso, como mujeres, un poco más serias. Tras el debate el grupo se reunirá, ya sin los trabajadores de la ONG, para seguir discutiendo sobre estos asuntos.
Tras una comida frugal, paseamos por el pueblo. PSF construye también pozos en los poblados que lo piden.
Regresamos a la oficina de Banlung, llenos de polvo, justo cuando está a punto de cerrar. Duras jornadas como ésta son el día a día de esta organización.
martes, 1 de marzo de 2011
Acompañando a Buda por el Mekong en Laos
Entro en Laos por Huai Xiai, en el norte, atravesando el Mekong desde Tailandia. En el templo de la ciudad me encuentro con los primeros monjes budistas, que observan un partido de Volley Ball, el deporte estrella. Tanto el río como Buda, reencarnado en estos jóvenes novicios, ya no me abandonarán hasta que cruce la frontera con Camboya en el sur de Laos, donde el Mekong se convierte en el mar de las 4000 islas.
Un monje observa el río a su paso por Luang Prabang …
... mientras otros aprovechan para practicar inglés con el primer turista ocioso que se les acerca.
El budismo en estas latitudes tiene muchas similitudes con las antiguas creencias animistas. Cuando se ofrece comida a los monjes se reserva un poco para los espíritus que habitan simbólicamente en las estatuas de Buda.
En Vientiane el sol se esconde tras el Mekong con el naranja túnica de los monjes y algunos turistas pretenden atraparlo.
Tras un largo viaje en un autobús nocturno con camas -estrechas y compartidas-, me reencuentro con el gran río, ahora ensanchado hasta el punto de albergar cientos de islas, 4000 dicen que son.
Unos niños me muestran orgullosos lo que han conseguido pescar con sus propias manos.
Aquí el río es tan parecido a un mar que hasta una rara especie de delfines habita en él. Los monjes también quieren verlos.
Tras varios intentos consigo capturar el lomo de uno de ellos. La costa de enfrente ya es Camboya.
Me despido aquí de este país, comunista y blaugrana, de gente triste y lánguida, pobre y sucio, que ve al turista como lo que es, un dólar que camina.
Un país que en la foto oficial muestra una cara pero que esconde otra, de un desarrollismo cansino y polvoriento, de partido único e himno nacional al amanecer, a todo volumen, en las calles de cualquier pueblo.
martes, 15 de febrero de 2011
El tercer sexo
Una de las peculiaridades tailandesas es la figura del “ladyboy”, la mujer/hombre o el hombre/mujer. La dificultad de utilizar la palabra correcta en español es ya un indicio de las limitaciones de nuestro lenguaje para designar a este tercer sexo que en nuestro entorno suele moverse entre la incomprensión y el desprecio. En Tailandia el ladyboy es, al contrario, una figura respetada y admirada.
El ladyboy florece en la más tierna adolescencia y es habitual verlos ya en la escuela rodeados a menudo de un grupo de amigas. En una de las escuelas que visité en Isán, el director me presentó a un grupo de alumnas que estaban sentadas junto a un joven. Se presentaron una a una y cuando le llegó el turno al chico se expresó de una forma muy amanerada. El director, que sabía tan solo cuatro o cinco palabras en inglés, soltó un “beautiful”, “beatiful” que no supe descifrar.
A la semana siguiente aquel chico desfilaba, junto a sus compañeras, como una muy “beautiful” mujer en un festival escolar.
Toda fiesta o celebración que se precie debe incluir esta figura. El día de graduación de los universitarios de Chiang Mai, un numeroso grupo de ladyboys, compañeros de los homenajeados, vestían sus mejores galas para fotografiarse junto a sus amigos. Y posaban muy coquetas cuando les enfocaba con mi cámara.
Esta figura es tan genuinamente thai que ni siquiera encaja entre las minorías culturales. Entre los Akha, por ejemplo, hombres y mujeres duermen separados. Cuando fuimos a visitar el pueblo akha de Lee donde cultivan café, Tata, un amigo suyo ladyboy, cargaba con una mochila enorme. El misterio se resolvió cuando al llegar desplegó una tienda de campaña cerca de la casa donde dormíamos. Su “tercer sexo” le impedía ubicarse ni con los hombres ni con las mujeres.
domingo, 6 de febrero de 2011
La vida en un centro de salud del norte de Tailandia
Tam es un joven Akha que consiguió licenciarse en medicina alternativa, tras superar múltiples obstáculos. Le conozco desde hace dos años y ya he escrito antes sobre él. Hace un mes que ha conseguido un trabajo como médico especialista en terapias alternativas en el centro de salud de Doi Tung, en el extremo norte de Tailandia, a pocos kilómetros de Birmania. Me invita a compartir su tiempo durante una semana.
Nada más llegar me cede su propia habitación en el centro de salud, alojamiento que el centro concede gratuitamente a los trabajadores que lo necesiten. El centro de salud de Doi Tung es uno de los 170 centros en los que el ministerio ha convocado una plaza de médico especialista en terapias alternativas. Poco a poco el gobierno tailandés cambia su percepción y su política respecto las minorías étnicas y su cultura. Tam no se lo pensó dos veces y se apuntó. Escogió este destino porque quería ayudar a su pueblo Akha, que habita mayoritariamente esta región.
Sorprende la camaradería y alegría compartida en el día a día entre los trabajadores. La directora es una más en el equipo.
Durante estos días se celebra el año nuevo Lahu -otra de las minorías étnicas del norte de Tailandia-, que coincide con el chino, y cada día una familia distinta invita a comer a todo el equipo del centro de salud.
Un par de veces al mes, un equipo médico se traslada a alguna remota población para visitar a pacientes que difícilmente pueden trasladarse al centro de salud. Tam es de gran ayuda en estas ocasiones, pues domina las lenguas Akha y Lahu, y practica un tipo de terapia, básicamente física, con la que los pacientes están familiarizados. La directora está muy contenta de tener a Tam y ya planea diferentes proyectos para incorporar cada vez más las terapias tradicionales alternativas en los servicios del centro de salud.
martes, 1 de febrero de 2011
El cultivo del café Akha Ama
Los de la foto no son dos novios vestidos con los trajes típicos Akha para la ocasión. Son Lee y su hermana, disfrazados por exigencias del guión de un documental para una televisión local. Lee es el impulsor del proyecto del café Akha Ama. Se trata de promocionar y mejorar la calidad del café que se cultiva en su pueblo para encontrar mercados que paguen un precio justo por él. Los beneficios obtenidos irían directamente a la comunidad para reinvertirlos en mejoras sociales para todo el pueblo. Durante tres días un grupo heterogéneo de 15 personas hemos acompañado a Lee y nos hemos instruido sobre todo el proceso de producción del café Akha Ama.
El pueblo de Lee, Mae Jantai, está a 1400 metros de altura. Se accede a él desde la carretera que une Chiang Mai con Chiang Rai, tras recorrer los 33 km de una pista de tierra empinada y llena de baches.
Lee nos muestra el vivero con las pequeñas plantas de café. Hasta que no pasen tres años no podrán ser transplantadas en su emplazamiento definitivo.
El café se ha de recolectar fruto por fruto, sólo los maduros de color rojo intenso y tratando de no romper el extremo que los une a la planta. Es un trabajo duro teniendo en cuenta que un kilo de frutos al final del proceso pueden representar tan solo unos 150 gr. de café torrado.
Todo el grupo colaboró durante un día entero en la recolección.
En la plantación también existe una variedad de café de color amarillo.
Tras la recogida, los granos se separan del fruto con ayuda de una máquina. La fruta servirá para crear fertilizante orgánico. Lee quiere crear café orgánico en el futuro. Para ello necesita automatizar un poco el proceso mediante unas máquinas que facilitan el trabajo. Udutama va a intentar ayudarle en este proyecto.
Los granos se mantienen en barriles con agua dos o tres días. Después se lavan con agua limpia frotándolos bien para eliminar totalmente la capa que lo unía al fruto.
El café así obtenido se llama café pergamino. Se ha de secar al sol entre quince días o un mes. Durante este tiempo hay quien aprovecha para realizar otras tareas.
Tras el secado al café todavía se le ha de quitar, mediante otras máquinas que no posee el pueblo, una cáscara fina para obtener el grano verde. El grano verde ya se puede vender en el mercado para ser tostado en destino. Otra opción es subcontratar el tostado en origen y vender el café final tostado y empaquetado.
Nos despedimos de Lee y de su madre, "Ama" en Akha, quien da nombre al café Akha Ama.
domingo, 23 de enero de 2011
Una semana de inmersión en dos escuelas tailandesas
Crónicas tailandesas 2011 (I)
Un autobús nocturno me dejaba a las 5 de la mañana en Nachuak, una población mediana del nordeste de Tailandia, en el corazón de Isan. Allí me esperaba Mom Tik, la jefa del departamento de inglés de la escuela de secundaria de la ciudad, y mi anfitriona durante una semana de inmersión en la educación pública tailandesa de una de las regiones más pobres del país.
La escuela de secundaria tiene unos 2100 alumnos, 120 profesores, 11 de ellos del departamento de inglés. Cada día todos los alumnos se reúnen a primera hora en el patio donde se les explican las actividades extras, se reparten premios y se comunican las novedades. Una de las novedades del primer día, lunes, era sin duda un servidor. Qué hacía allí un “farang”?
Sin aviso previo me hacen subir al estrado y hablar por el micrófono para explicarme. Primera constatación: no hace falta pedir silencio, están todos sentaditos y esperan con atención. Hablo y Mom Tik traduce. Segunda constatación: salvo raras excepciones, los alumnos no tienen ni idea de inglés. Luego pude percatarme de que, salvo rarísimas excepciones, los profesores de inglés tampoco es que sepan gran cosa. Se defienden, pero la mayoría de ellos no han practicado casi nunca y no se atreven a hablar mucho. Para eso vine, me recuerda Mom Tik. Necesitan imperiosamente que vengan voluntarios guiris que practiquen inglés con estudiantes y profesores. Para eso he venido y espero que Udutama sea capaz de enviar un gran grupo el próximo verano. La experiencia es muy recomendable.
No soy profesor pero tengo varios amigos y amigas que sí lo son. Por lo que me cuentan, el infierno está allí y el paraíso aquí, en Tailandia. Estos niños escuchan con atención, obedecen, respetan al profesor, son aplicados y educados. Nada más entrar en clase me reciben de pie con un “Good morning, teacher, how are you?” a coro, y no se sientan hasta que yo no se lo digo. Están encantadísimos de que un extranjero venga a verles, excitados y nerviosos, pero muy receptivos.
Las clases que doy son un intercambio cultural. Yo les explico lugares comunes de España, Catalunya, Barcelona, y ellos me cuentan cuál es su plato preferido, me cantan una canción o me enseñan cómo se baila una danza tradicional Isan.
En un encuentro entre varias escuelas una profesora me pide que vaya también a su escuela tras enterarse de por qué estoy allí. Mom Tik duda pero al final accede a cederme un día. Tanto en una como en otra escuela me tratan como a un convidado de prestigio. Me invitan a comer con el director, me pasean por las clases y me acompañan en una visita guiada.
El último día me despiden de una forma singular. De dos en dos, los niños, arrodillados, me atan un hilo a cada muñeca y me desean salud y felicidad. El director me hace subir al estrado para decir unas últimas palabras y me regala un pañuelo tradicional Isan que me ata a la cintura.
Escribo ahora desde la estación de autobuses de Khon Khean, capital de Isan. Próxima parada: Chiang Mai.
Hasta pronto!!!
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