viernes, 30 de octubre de 2009
Nace la asociación Udutama
Cuando volví de Tailandia la primavera pasada me propuse seguir colaborando de algún modo con los Akha, esta interesante y hospitalaria etnia de las montañas del norte del país. Fruto de mi maravillosa experiencia y con la complicidad de unos amigos, hemos creado la asociación Udutama para el apoyo de minorías étnicas o culturales.
La asociación ha sido reconocida oficialmente por la Generalitat de Catalunya hace poco y justo ahora acabamos de poner en marcha la web, que podéis visitar en www.udutama.org. Allí podréis encontrar toda la información sobre el ideario de la asociación, nuestros objetivos y los proyectos de los Akha con los que pensamos colaborar. Nuestra idea es ser solidarios con las minorías culturales que están amenazadas por una cultura hegemónica superior. No nos podemos permitir el lujo de perder el maravilloso patrimonio cultural que representan. Éste es el caso de los Akha y con ellos empezaremos a colaborar. Desde aquí os quiero animar a participar en este proyecto de la mejor manera que podáis. Una de las actividades que tenemos pensada es intermediar con nuestra contraparte en Tailandia para enviarles voluntarios y voluntarias que convivan con ellos un par de semanas. Ésta es la mejor manera de conocer esta interesante cultura y de ayudarles a mantener su dignidad mediante vuestro interés por ellos. Porque la solidaridad más efectiva es la que hace digno al otro.
Empezaremos poco a poco, sin prisas, pero sin pausa. Así que si queréis manteneros informados para colaborar en el futuro, os aconsejo que os inscribáis en la web para recibir las noticias por email, en el idioma de vuestra elección (català, español, english). Creemos también que los medios han de estar alineados con los fines. Y si nuestros fines forman parte de un ideal de justicia, democracia y solidaridad, nuestros medios van a ser el trabajo en equipo, la democracia total en la toma de decisiones y la transparencia máxima. En un mundo en el que ya se desconfía, muchas veces con razón, incluso de las asociaciones sin ánimo de lucro, nos gustaría que nuestra gestión sirviera de modelo para una nueva ética de las organizaciones sociales. Bienvenida es cualquier sugerencia al respecto.
¡ Os esperamos en Udutama ¡
miércoles, 14 de octubre de 2009
La locura del pensamiento
“Los que hemos cogido no los traemos, y los que no hemos cogido los traemos”. Así contestaron unos pescadores a Homero cuando fueron interpelados por él al volver del mar con las redes vacías. Dicen que Homero murió de aflicción al no poder resolver este enigma, un sabio como él. Por lo visto había sido un mal día para pescar y los hombres se habían dedicado a despiojarse. Se referían, pues, a los piojos y no a los peces, cuando contestaron a Homero.
Una de las ideas-fuerza que más me seducen por su capacidad de ofrecer al pensamiento una total libertad creativa, es la idea de que la racionalidad, el pensamiento lógico, y en suma, la filosofía, proceden y deben su “razón de ser” a la “manía”, concepto que en griego antiguo significaba algo parecido a un tipo de locura en el que confluían el enigma, la paradoja y la contradicción.
Decir que la razón es un fruto tardío de la sinrazón o, más precisamente, de un magma previo en el que razón y sinrazón formaban una unidad indistinguible, se puede interpretar como una conquista del hombre, como el nacimiento de la luz del conocimiento, de la conciencia, que vence la oscuridad del inconsciente, de la locura. Pero la verdadera fuerza de esta idea es justo la contraria, y reside en que con la racionalidad le sobreviene una grave pérdida al ser humano. La razón es unilateral, niega la dualidad creativa, aborrece la matriz que la ha engendrado. Con el nacimiento de la filosofía, del amor al saber, se pierde la sabiduría, el saber mismo. El hombre pasa a ser una criatura anhelante, siempre insatisfecho, porque el conocimiento no puede abarcar nunca la totalidad de la que se ha desgajado. La verdadera comprensión de las cosas, la sabiduría, estaría, así pues, más cerca de la locura que de la cordura, de esta locura que no niega la contradicción, que se expresa a través de metáforas, de símbolos, porque a la que intenta explicarse mediante la razón tiene que soltar lastre, decantarse por una u otra de las dos caras de la paradoja, y entonces ya no es capaz de dar cuenta de lo real.
Con esto quiero decir que considero lo real como paradójico en esencia, irracional, contradictorio. El pensamiento oriental es en este sentido más adecuado para captar lo real, porque es más intuitivo que el pensamiento occidental racional, y las filosofías que nos han llegado de Oriente son, en mi opinión, más sabias que nuestra ciencia occidental. Sólo cuando nuestra ciencia se relaja y se olvida de los principios axiomáticos del pensamiento racional, del principio de no contradicción, de identidad y del tercio excluso, entonces es capaz de llegar a resultados semejantes a aquellos que hace miles de años propugnaban las filosofías orientales o los últimos sabios de la Grecia arcaica. De lo contrario la ciencia, siguiendo los dictados de la razón, se trastoca en tecnología, y lo único que ansía entonces es la conquista, la conquista del paraíso perdido por otros medios. Una conquista quimérica que, debido a su unilateralidad, sólo puede traer destrucción.
Este pensamiento liberado de las ataduras de la razón, de corte maníaco, se funde con el arte. Las fronteras entre uno y otro se difuminan. Y, como el arte, es capaz de recrear la realidad abriendo nuevos caminos, antes insospechados.
martes, 6 de octubre de 2009
El “oasis catalán” empieza a ser una pesadilla
Nos habían dicho, durante los años del pelotazo inmobiliario, y nos los habíamos creído, que Catalunya era una excepción notable y loable, un oasis que destacaba sobre el paisaje arenoso y turbio de la corrupción rampante. Poco a poco se han ido desvelando los casos que han convertido este oasis en un espejismo. Pero entre el caso Millet del Palau de la Música y los informes inútiles encargados por Generalitat y ayuntamiento de Barcelona, el oasis empieza a ser una pesadilla, de aquellas recurrentes con las que no hay manera de acabar. ¿O sí?
Lo que más acongoja del caso de los informes es la naturalidad con la que nuestros responsables políticos se lo ventilan. Una naturalidad que raya no sé si en el cinismo o en la presunción de idiotez del público al que se dirigen. Cuando se destapó el caso, por cierto, calcado del que vio la luz en tiempos del gobierno de Pujol, se encargó una auditoría para calmar las aguas agitadas de la opinión pública. Los auditores -no sabemos de quién eran esta vez amigotes- escogieron una muestra de los informes que, curiosamente, no incluían los más controvertidos, como los que se habían encargado atendiendo a los intereses de un partido. Tras su análisis concluyeron que más o menos el 15 % de los informes eran inútiles o podían haber sido redactados por un funcionario de la casa. Es decir, unos 600.000 euros del erario público se habían malgastado sin más. Cuando el conseller de economía comentó el resultado de la auditoría dijo que era una proporción aceptable y se dio carpetazo al asunto. En definitiva, nos han vuelto a meter un gol delante de nuestras narices: encargan una auditoría, que no sabemos cuánto ha costado, para no hacer nada. Como si fuera otro más de estos informes que no sirven para nada. Ni una mínima investigación interna para conocer a los responsables y tirarles de la oreja, ni la elaboración de unas normativa interna que intente evitar que se repitan estos encargos en el futuro, ni la publicación abierta de todos los informes, con los nombres de autores y responsables políticos para que se les caiga la cara de vergüenza. Nada, no se va a hacer absolutamente nada. Nadie ha dimitido. No se ha cambiado normativa alguna. Todo va a seguir igual. El dinero público seguirá malgastándose.
Cuando una sociedad deja que sus dirigentes políticos jueguen con su dinero de esta forma, esta sociedad empieza a aceptar la derrota de la democracia. Como si fueran niños consentidos, nuestros políticos cada vez nos engañarán más. Llegarán las elecciones y pondrán cara de buenos para que les regalemos por cuatro años más su juguete más preciado, pero justo después volverán a hacer de las suyas porque nada tiene consecuencias.
Pues no, ¡ no hay que dejar pasar ni una ¡ Nos dicen también que no conviene judicializar todas las acciones políticas, pero si ante un presunto delito de malversación de fondos públicos, nadie dimite, ¿qué nos queda a la ciudadanía? De verdad que muchas veces me dan ganas de montar una asociación que se dedique a denunciar implacablemente a los responsables de cualquier presunto uso indebido de los recursos públicos. Es lo único que nos queda si estimamos la democracia. Debemos actuar ya, antes de que el poder judicial acabe también en sus manos. ¿Alguien se apunta?
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