lunes, 23 de enero de 2017

¿Independencia de Catalunya? La necesaria enmienda charnega, social y real-democrática

  “Para superar un callejón sin salida siempre es necesario abrir nuevas puertas, y después tener la fuerza necesaria para emprender el camino que se ve desde ellas”. Anónimo

Desde mi retiro oriental, recuperado el sosiego –aunque todavía frágil- tras unos meses de “tormenta emocional”, quiero retomar la escritura y la reflexión para compartir hacia afuera todo aquello que bulle en mi interior y que, tras su necesaria plasmación en palabras, pudiera ser de utilidad o estímulo a otras mentes lectoras y pensantes.

Quiero abordar aquí la “cuestión catalana” y ofrecer alguna posible superación al callejón sin salida en el que se encuentra este asunto, por supuesto pensando siempre en el bien común, la justicia social y la radicalidad democrática, mis valores-guía. Antes de todo una aclaración: aunque la palabra charnego/a ha servido para descalificar en Catalunya a todo aquel que tenía una diversidad de orígenes catalanes y no catalanes, para mí, un charnego yo mismo, resulta un término elogioso ya que este país no sería lo que es sin esas clases populares inmigradas desde todo el territorio español que se unieron para defender la República desde el primer momento, sufriendo grandes pérdidas humanas y contribuyeron a la industrialización del país y a su dinamismo cultural. Muchos charnegos son orgullosos herederos de todo eso.

En primer lugar voy a exponer lo que percibo ha pasado en los últimos tiempos respecto esta cuestión. La sociedad catalana parece estar dividida más o menos a partes iguales entre partidarios y detractores de la independencia. Lo que parece tener más consenso es la necesidad de consultar a la ciudadanía sobre la cuestión mediante un referéndum. Pero el gobierno central se niega a ofrecer esa posibilidad y, amparado en la supuesta legalidad vigente de una Constitución que no admite el derecho de secesión y en unos tribunales superiores afiliados a su causa, está decidido a anular y reprimir cualquier iniciativa, como ya pasó con la consulta participativa del 9-N. Hubo un tiempo en que, tras la irrupción de Podemos en el panorama político y su defensa del derecho a decidir, la posibilidad de un referéndum pactado parecía posible en un horizonte cercano. Pero tras los últimos resultados electorales han quedado bien patentes dos cosas: una, que la estrategia de “máquina de guerra electoral” de Podemos para conseguir el poder fracasó y, por lo que sea, en España globalmente se votó conservador; y dos, que en Catalunya –y también en Euskadi- se votó muy distinto y allí sí ganaron las fuerzas del cambio. Tenemos pues un panorama de inmovilismo político conservador a nivel estatal mientras que en Catalunya esas mismas fuerzas conservadoras y centralistas, representadas por el PP y Ciudadanos, están claramente en minoría. Desde un punto de vista puramente democrático este panorama sociopolítico tan diferente territorialmente ya debería ser suficiente para abrir la posibilidad de una cesión pactada de la soberanía, cambiando las leyes que fueran necesarias. Sin embargo, el poder conservador se niega a realizar la más mínima concesión democrática y seguimos en un callejón sin salida todavía más flagrante.

Ante el panorama frustrante de este inmovilismo conservador, a los anhelos independentistas solo le quedan dos opciones: la sumisión o la insumisión. Es decir, la rendición al orden centralista, o sea la aceptación de la derrota, o la rebeldía política, para la cual el apoyo de tan solo la mitad justita de la población, si llega, haría muy difícil que prosperase. Mientras tanto el sector de la sociedad catalana no independentista pero que apostó por las fuerzas del cambio parece resignado a aguantar otros cuatro años, como mínimo, la losa política que representa la derecha postfranquista y retrógrada. Pues bien, ante este desolador panorama, el proceso independentista abre una “ventana de oportunidad”, en términos errejonianos, que debe ser aprovechada para el objetivo de una mayoría social amplia que pide un cambio en las relaciones de poder. Se trata de una propuesta de superación del callejón sin salida independentista que, al mismo tiempo, supondría la posibilidad de construir una sociedad más justa e igualitaria, anhelo de la izquierda de los Comuns: la creación de una mayoría social y política, nacionalista y no nacionalista, que opte por la rebeldía política contra el inmovilismo construyendo una república catalana social y radicalmente democrática, que sea un modelo para otros pueblos de que realmente sí se puede construir otro mundo. Sólo con el respaldo de una clara mayoría social, y no tan solo de la mitad más uno, es posible la rebeldía política al orden establecido. ¿Pero cómo es posible construir esta mayoría social?

Una de las cosas que constaté durante mi activismo en el Podemos-Catalunya inicial, anterior a su articulación en partido clásico de estructura piramidal, fue que respecto a la cuestión catalana, abordada en el grupo de trabajo del Derecho a Decidir del que formé parte activa, el personal estaba profundamente dividido en tres bloques: independentistas –en franca minoría-, federalistas –quizás mayoritarios- y unionistas –también en minoría pero muy beligerantes-. Por eso era una cuestión que siempre se intentaba esquivar y ante la cual los dirigentes de esta izquierda, representada antes por el PSC e ICV-EU y ahora mayoritariamente por En Comú Podem, siempre se han sentido muy incómodos sin decantarse claramente por ninguna opción. Sociológicamente una parte importante de los votantes de estas opciones, siendo el cinturón rojo de Barcelona el paradigma, tienen o han tenido lazos estrechos con otros pueblos de España, vínculos familiares y afectivos que impregnan su cultura y entorno más inmediatos. Son sobre todo anti-nacionalistas catalanes. Obviamente la parte unionista más radical, implícita o explícitamente nacionalista española, difícilmente aceptará la secesión. Pero los federalistas, internacionalistas y, en cualquier caso, no nacionalistas –ni españoles ni catalanes-, es posible que opten por la rebeldía política siempre y cuando ésta se replantee en sus términos y, digamos, se “desnacionalice” la propuesta de independencia. Se trata de seducir a esa parte de la sociedad catalana "charnega", progresista, no nacionalista, que ama el territorio donde reside y a su gente, Catalunya o España, pero que al mismo tiempo es consciente de que si hubiera nacido en México, amaría a su pueblo mexicano. ¿Cómo se consigue esta mayoría social clara por la Independencia? ¿Cómo se des-nacionaliza el proceso de Independencia y se hace atractivo a la sociedad progresista no nacionalista?

La propuesta pasa por dibujar, pintar, esa Catalunya que se quiere construir, antes de preguntar al personal si quiere su soberanía. Para ello es necesario un gran pacto entre los actuales partidarios nacionalistas de la independencia, en su versión burguesa o anticapitalista, y los votantes tipo de Comuns o socialistas, donde se aclare:

-          Que en la nueva República Catalana estarán garantizados los derechos sociales básicos a la educación, la sanidad, la vivienda, y la supervivencia digna, mediante una renta básica universal
-      Que se crearán mecanismos de participación democrática vinculantes, empezando por la redacción de la nueva Constitución, para convertir a Catalunya en el Estado más democrático del mundo
-          Que se crearán mecanismos de control y transparencia de las políticas públicas y su gestión económica para perseguir de raíz cualquier tentación de corrupción política o administrativa
-        Que se aceptará la doble nacionalidad, española y catalana. Que el idioma español seguirá siendo idioma oficial, junto con el catalán, como lo es ahora en el Estatut
-          Que no se establecerá ningún tipo de frontera, para personas o mercancías, con los diferentes pueblos de España
-      Que Catalunya ayudará, en la medida de sus posibilidades, a otros pueblos de España, de Europa y del mundo que quieran conseguir la transformación política, social y democrática que ella está construyendo

Si todos estos derechos y avances democráticos, así como el respeto al origen y vínculos culturales con otros pueblos de España, están garantizados, ¿qué demócrata y progresista no nacionalista, ni catalán ni español, va a renunciar a esta posibilidad? Sólo así, sumando a una amplia mayoría social que la respalde, como ya pasó con la unión entre las clases populares y trabajadoras, mayoritariamente inmigradas, y la burguesía catalana ante el alzamiento fascista de 1936, es posible plantearse con seriedad y optimismo la rebeldía política y la insumisión en pos de un cambio hace tiempo anhelado hacia una república justa, libre, igualitaria y culturalmente diversa.

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I el mateix article en català:

"Per superar un atzuçac sempre és necessari obrir noves portes, i després tenir la força necessària per emprendre el camí que es veu des d'elles". Anònim.

Des del meu retir oriental, recuperat l'assossec -encara fràgil- després d'uns mesos de "tempesta emocional", vull reprendre l'escriptura i la reflexió per compartir cap a fora tot allò que bull en el meu interior i que, després de la seva necessària plasmació en paraules, pogués ser d'utilitat o estímul a altres ments lectores i pensants.

Vull abordar aquí la "qüestió catalana" i oferir alguna possible sortida a l’atzuçac en què es troba aquest assumpte, per descomptat pensant sempre en el bé comú, la justícia social i la radicalitat democràtica , els meus valors-guia. Abans de tot un aclariment: encara que la paraula xarnego / a ha servit per desqualificar a Catalunya a tot aquell que tenia una diversitat d'orígens catalans i no catalans, per a mi, un xarnego jo mateix, resulta un terme elogiós ja que aquest país no seria el que és sense aquestes classes populars immigrades des de tot el territori espanyol que es van unir per defensar la República des del primer moment, sofrint grans pèrdues humanes i van contribuir a la industrialització del país i al seu dinamisme cultural. Molts xarnegos són orgullosos hereus de tot això.

En primer lloc vaig a exposar el que percebo ha passat en els últims temps respecte aquesta qüestió. La societat catalana sembla estar dividida més o menys a parts iguals entre partidaris i detractors de la independència. El que sembla tenir més consens és la necessitat de consultar a la ciutadania sobre la qüestió mitjançant un referèndum. Però el govern central es nega a oferir aquesta possibilitat i, emparat en la suposada legalitat vigent d'una Constitució que no admet el dret de secessió i en uns tribunals superiors afiliats a la seva causa, està decidit a anul·lar i reprimir qualsevol iniciativa, com ja va passar amb la consulta participativa del 9-N. Hi va haver un temps en què, després de la irrupció de Podem en el panorama polític i la seva defensa del dret a decidir, la possibilitat d'un referèndum pactat semblava possible en un horitzó proper. Però després dels últims resultats electorals han quedat ben paleses dues coses: una, que l'estratègia de "màquina de guerra electoral" de Podem per aconseguir el poder va fracassar i, pel que sigui, a Espanya globalment es va votar conservador; i dos, que a Catalunya -i també a Euskadi- es va votar molt diferent i allà sí van guanyar les forces del canvi. Tenim doncs un panorama d'immobilisme polític conservador a nivell estatal mentre que a Catalunya aquestes mateixes forces conservadores i centralistes, representades pel PP i Ciutadans, estan clarament en minoria. Des d'un punt de vista purament democràtic aquest panorama sociopolític tan diferent territorialment ja hauria de ser suficient per obrir la possibilitat d'una cessió pactada de la sobirania, canviant les lleis que fossin necessàries. No obstant això, el poder conservador es nega a realitzar la més mínima concessió democràtica i seguim en un atzuçac encara més flagrant.

Davant el panorama frustrant d'aquest immobilisme conservador, als anhels independentistes només li queden dues opcions: la submissió o la insubmissió. És a dir, la rendició a l'ordre centralista, o sigui l'acceptació de la derrota, o la rebel·lia política, per a la qual el suport de tan sols la meitat justeta de la població, si arriba, faria molt difícil que prosperés. Mentrestant el sector de la societat catalana no independentista però que va apostar per les forces del canvi sembla resignat a aguantar quatre anys, com a mínim, la llosa política que representa la dreta postfranquista i retrògrada. Doncs bé, davant d'aquest desolador panorama, el procés independentista obre una "finestra d'oportunitat", en termes errejonians, que ha de ser aprofitada per a l'objectiu d'una majoria social àmplia que demana un canvi en les relacions de poder. Es tracta d'una proposta de superació de l’atzuçac independentista que, al mateix temps, suposaria la possibilitat de construir una societat més justa i igualitària, anhel de l'esquerra dels Comuns: la creació d'una majoria social i política, nacionalista i no nacionalista, que opti per la rebel·lia política contra l'immobilisme construint una república catalana social i radicalment democràtica, que sigui un model per a altres pobles mostrant que realment sí es pot construir un altre món. Només amb el suport d'una clara majoria social, i no tan sols de la meitat més un, és possible la rebel·lia política a l'ordre establert. Però com és possible construir aquesta majoria social?

Una de les coses que vaig constatar durant el meu activisme en el Podem-Catalunya inicial, anterior a la seva articulació en partit clàssic d'estructura piramidal, va ser que pel que fa a la qüestió catalana, abordada en el grup de treball del Dret a Decidir del qual vaig formar part activa , el personal estava profundament dividit en tres blocs: independentistes -en franca minoria-, federalistes -potser majoritaris- i unionistes -també en minoria però molt beligerants-. Per això era una qüestió que sempre s'intentava esquivar i davant la qual els dirigents d'aquesta esquerra, representada abans pel PSC i ICV-EU i ara majoritàriament per En Comú Podem, sempre s'han sentit molt incòmodes sense decantar-se clarament per cap opció. Sociològicament una part important dels votants d'aquestes opcions, i el cinturó roig de Barcelona n’és el paradigma, tenen o han tingut llaços estrets amb altres pobles d'Espanya, vincles familiars i afectius que impregnen la seva cultura i entorn més immediats. Són sobretot anti-nacionalistes catalans. Òbviament la part unionista més radical, implícita o explícitament nacionalista espanyola, difícilment acceptarà la secessió. Però els federalistes, internacionalistes i, en qualsevol cas, no nacionalistes -ni espanyols ni catalans-, és possible que optin per la rebel·lia política sempre i quan aquesta es replantegi en els seus termes i, diguem, es “des-nacionalitzi” la proposta d'independència. Es tracta de seduïr aquesta part de la societat catalana "xarnega", progressista, no nacionalista, que estima el territori on resideix i a la seva gent, Catalunya o Espanya, però que al mateix temps és conscient que si hagués nascut a Mèxic, estimaria al seu poble mexicà. Com s'aconsegueix aquesta majoria social clara per la Independència? Com es des-nacionalitza el procés d'Independència i es fa atractiu a la societat progressista no nacionalista?

La proposta passa per dibuixar, pintar, aquesta Catalunya que es vol construir, abans de preguntar al personal si vol la seva sobirania. Per a això és necessari un gran pacte entre els actuals partidaris nacionalistes de la independència, en la versió burgesa o anticapitalista, i els votants tipus de Comuns o socialistes, on s'aclareixi:

-       Que en la nova República Catalana estaran garantits els drets socials bàsics a l'educació , la sanitat, l'habitatge, i la supervivència digna, mitjançant una renda bàsica universal
-          Que es crearan mecanismes de participació democràtica vinculants, començant per la redacció de la nova Constitució, per convertir Catalunya en l'Estat més democràtic del món
-     Que es crearan mecanismes de control i transparència de les polítiques públiques i la seva gestió econòmica per perseguir d'arrel qualsevol temptació de corrupció política o administrativa
-          Que s'acceptarà la doble nacionalitat, espanyola i catalana. Que l'idioma espanyol seguirà sent idioma oficial, juntament amb el català, com ho és ara a l'Estatut
-        Que no s'establirà cap tipus de frontera, per a persones o mercaderies, amb els diferents pobles d'Espanya
-    Que Catalunya ajudarà, en la mesura de les seves possibilitats, a altres pobles d'Espanya, d'Europa i del món que vulguin aconseguir la transformació política, social i democràtica que ella està construint

Si tots aquests drets i avenços democràtics, així com el respecte a l'origen i vincles culturals amb altres pobles d'Espanya, estan garantits, quin demòcrata i progressista no nacionalista, ni català ni espanyol, renunciarà a aquesta possibilitat? Només així, sumant a una àmplia majoria social que la recolzi, com ja va passar amb la unió entre les classes populars i treballadores, majoritàriament immigrades, i la burgesia catalana davant l'alçament feixista de 1936, és possible plantejar-se amb serietat i optimisme la rebel·lia política i la insubmissió a favor d'un canvi fa temps anhelat cap a una república justa, lliure, igualitària i culturalment diversa.