“Para superar un callejón sin salida siempre
es necesario abrir nuevas puertas, y después tener la fuerza necesaria para
emprender el camino que se ve desde ellas”. Anónimo
Desde mi retiro oriental, recuperado el
sosiego –aunque todavía frágil- tras unos meses de “tormenta emocional”, quiero
retomar la escritura y la reflexión para compartir hacia afuera todo aquello
que bulle en mi interior y que, tras su necesaria plasmación en palabras,
pudiera ser de utilidad o estímulo a otras mentes lectoras y pensantes.
Quiero abordar aquí la “cuestión catalana” y
ofrecer alguna posible superación al callejón sin salida en el que se encuentra
este asunto, por supuesto pensando siempre en el bien común, la justicia social
y la radicalidad democrática, mis valores-guía. Antes de todo una aclaración:
aunque la palabra charnego/a ha servido para descalificar en Catalunya a todo
aquel que tenía una diversidad de orígenes catalanes y no catalanes, para mí,
un charnego yo mismo, resulta un término elogioso ya que este país no sería lo
que es sin esas clases populares inmigradas desde todo el territorio español
que se unieron para defender la República desde el primer momento, sufriendo
grandes pérdidas humanas y contribuyeron a la industrialización del país y a su
dinamismo cultural. Muchos charnegos son orgullosos herederos de todo eso.
En primer lugar voy a exponer lo que percibo
ha pasado en los últimos tiempos respecto esta cuestión. La sociedad catalana
parece estar dividida más o menos a partes iguales entre partidarios y
detractores de la independencia. Lo que parece tener más consenso es la
necesidad de consultar a la ciudadanía sobre la cuestión mediante un
referéndum. Pero el gobierno central se niega a ofrecer esa posibilidad y,
amparado en la supuesta legalidad vigente de una Constitución que no admite el
derecho de secesión y en unos tribunales superiores afiliados a su causa, está
decidido a anular y reprimir cualquier iniciativa, como ya pasó con la consulta
participativa del 9-N. Hubo un tiempo en que, tras la irrupción de Podemos en
el panorama político y su defensa del derecho a decidir, la posibilidad de un
referéndum pactado parecía posible en un horizonte cercano. Pero tras los últimos
resultados electorales han quedado bien patentes dos cosas: una, que la
estrategia de “máquina de guerra electoral” de Podemos para conseguir el poder
fracasó y, por lo que sea, en España globalmente se votó conservador; y dos,
que en Catalunya –y también en Euskadi- se votó muy distinto y allí sí ganaron
las fuerzas del cambio. Tenemos pues un panorama de inmovilismo político
conservador a nivel estatal mientras que en Catalunya esas mismas fuerzas
conservadoras y centralistas, representadas por el PP y Ciudadanos, están
claramente en minoría. Desde un punto de vista puramente democrático este
panorama sociopolítico tan diferente territorialmente ya debería ser suficiente
para abrir la posibilidad de una cesión pactada de la soberanía, cambiando las
leyes que fueran necesarias. Sin embargo, el poder conservador se niega a
realizar la más mínima concesión democrática y seguimos en un callejón sin
salida todavía más flagrante.
Ante el panorama frustrante de este
inmovilismo conservador, a los anhelos independentistas solo le quedan dos
opciones: la sumisión o la insumisión. Es decir, la rendición al orden
centralista, o sea la aceptación de la derrota, o la rebeldía política, para la
cual el apoyo de tan solo la mitad justita de la población, si llega, haría muy
difícil que prosperase. Mientras tanto el sector de la sociedad catalana no
independentista pero que apostó por las fuerzas del cambio parece resignado a
aguantar otros cuatro años, como mínimo, la losa política que representa la
derecha postfranquista y retrógrada. Pues bien, ante este desolador panorama,
el proceso independentista abre una “ventana de oportunidad”, en términos
errejonianos, que debe ser aprovechada para el objetivo de una mayoría social
amplia que pide un cambio en las relaciones de poder. Se trata de una propuesta
de superación del callejón sin salida independentista que, al mismo tiempo,
supondría la posibilidad de construir una sociedad más justa e igualitaria,
anhelo de la izquierda de los Comuns: la creación de una mayoría social y
política, nacionalista y no nacionalista, que opte por la rebeldía política
contra el inmovilismo construyendo una república catalana social y radicalmente
democrática, que sea un modelo para otros pueblos de que realmente sí se puede
construir otro mundo. Sólo con el respaldo de una clara mayoría social, y no
tan solo de la mitad más uno, es posible la rebeldía política al orden
establecido. ¿Pero cómo es posible construir esta mayoría social?
Una de las cosas que constaté durante mi
activismo en el Podemos-Catalunya inicial, anterior a su articulación en
partido clásico de estructura piramidal, fue que respecto a la cuestión
catalana, abordada en el grupo de trabajo del Derecho a Decidir del que formé
parte activa, el personal estaba profundamente dividido en tres bloques:
independentistas –en franca minoría-, federalistas –quizás mayoritarios- y
unionistas –también en minoría pero muy beligerantes-. Por eso era una cuestión
que siempre se intentaba esquivar y ante la cual los dirigentes de esta izquierda,
representada antes por el PSC e ICV-EU y ahora mayoritariamente por En Comú
Podem, siempre se han sentido muy incómodos sin decantarse claramente por
ninguna opción. Sociológicamente una parte importante de los votantes de estas
opciones, siendo el cinturón rojo de Barcelona el paradigma, tienen o han
tenido lazos estrechos con otros pueblos de España, vínculos familiares y
afectivos que impregnan su cultura y entorno más inmediatos. Son sobre todo
anti-nacionalistas catalanes. Obviamente la parte unionista más radical,
implícita o explícitamente nacionalista española, difícilmente aceptará la
secesión. Pero los federalistas, internacionalistas y, en cualquier caso, no
nacionalistas –ni españoles ni catalanes-, es posible que opten por la rebeldía
política siempre y cuando ésta se replantee en sus términos y, digamos, se “desnacionalice”
la propuesta de independencia. Se trata de seducir a esa parte de la sociedad
catalana "charnega", progresista, no nacionalista, que ama el territorio donde
reside y a su gente, Catalunya o España, pero que al mismo tiempo es consciente
de que si hubiera nacido en México, amaría a su pueblo mexicano. ¿Cómo se
consigue esta mayoría social clara por la Independencia? ¿Cómo se
des-nacionaliza el proceso de Independencia y se hace atractivo a la sociedad
progresista no nacionalista?
La propuesta pasa por dibujar, pintar, esa
Catalunya que se quiere construir, antes de preguntar al personal si quiere su
soberanía. Para ello es necesario un gran pacto entre los actuales partidarios
nacionalistas de la independencia, en su versión burguesa o anticapitalista, y
los votantes tipo de Comuns o socialistas, donde se aclare:
-
Que en la nueva República Catalana estarán garantizados los derechos
sociales básicos a la educación, la sanidad, la vivienda, y la supervivencia
digna, mediante una renta básica universal
- Que se crearán mecanismos de participación democrática vinculantes,
empezando por la redacción de la nueva Constitución, para convertir a Catalunya
en el Estado más democrático del mundo
-
Que se crearán mecanismos de control y transparencia de las políticas
públicas y su gestión económica para perseguir de raíz cualquier tentación de
corrupción política o administrativa
- Que se aceptará la doble nacionalidad, española y catalana. Que el
idioma español seguirá siendo idioma oficial, junto con el catalán, como lo es
ahora en el Estatut
-
Que no se establecerá ningún tipo de frontera, para personas o
mercancías, con los diferentes pueblos de España
- Que Catalunya ayudará, en la medida de sus posibilidades, a otros
pueblos de España, de Europa y del mundo que quieran conseguir la
transformación política, social y democrática que ella está construyendo
Si todos estos derechos y
avances democráticos, así como el respeto al origen y vínculos culturales con
otros pueblos de España, están garantizados, ¿qué demócrata y progresista no nacionalista,
ni catalán ni español, va a renunciar a esta posibilidad? Sólo así, sumando a
una amplia mayoría social que la respalde, como ya pasó con la unión entre las
clases populares y trabajadoras, mayoritariamente inmigradas, y la burguesía
catalana ante el alzamiento fascista de 1936, es posible plantearse con
seriedad y optimismo la rebeldía política y la insumisión en pos de un cambio
hace tiempo anhelado hacia una república justa, libre, igualitaria y culturalmente
diversa.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
I el mateix article en català:
"Per superar un atzuçac sempre és
necessari obrir noves portes, i després tenir la força necessària per emprendre
el camí que es veu des d'elles". Anònim.
Des del meu retir oriental, recuperat l'assossec
-encara fràgil- després d'uns mesos de "tempesta emocional", vull
reprendre l'escriptura i la reflexió per compartir cap a fora tot allò que bull
en el meu interior i que, després de la seva necessària plasmació en paraules,
pogués ser d'utilitat o estímul a altres ments lectores i pensants.
Vull abordar aquí la "qüestió
catalana" i oferir alguna possible sortida a l’atzuçac en què es troba
aquest assumpte, per descomptat pensant sempre en el bé comú, la justícia
social i la radicalitat democràtica , els meus valors-guia. Abans de tot un
aclariment: encara que la paraula xarnego / a ha servit per desqualificar a
Catalunya a tot aquell que tenia una diversitat d'orígens catalans i no
catalans, per a mi, un xarnego jo mateix, resulta un terme elogiós ja que
aquest país no seria el que és sense aquestes classes populars immigrades des
de tot el territori espanyol que es van unir per defensar la República des del
primer moment, sofrint grans pèrdues humanes i van contribuir a la industrialització
del país i al seu dinamisme cultural. Molts xarnegos són orgullosos hereus de
tot això.
En primer lloc vaig a exposar el que percebo
ha passat en els últims temps respecte aquesta qüestió. La societat catalana
sembla estar dividida més o menys a parts iguals entre partidaris i detractors
de la independència. El que sembla tenir més consens és la necessitat de
consultar a la ciutadania sobre la qüestió mitjançant un referèndum. Però el
govern central es nega a oferir aquesta possibilitat i, emparat en la suposada
legalitat vigent d'una Constitució que no admet el dret de secessió i en uns
tribunals superiors afiliats a la seva causa, està decidit a anul·lar i
reprimir qualsevol iniciativa, com ja va passar amb la consulta participativa
del 9-N. Hi va haver un temps en què, després de la irrupció de Podem en el
panorama polític i la seva defensa del dret a decidir, la possibilitat d'un
referèndum pactat semblava possible en un horitzó proper. Però després dels
últims resultats electorals han quedat ben paleses dues coses: una, que
l'estratègia de "màquina de guerra electoral" de Podem per aconseguir
el poder va fracassar i, pel que sigui, a Espanya globalment es va votar
conservador; i dos, que a Catalunya -i també a Euskadi- es va votar molt
diferent i allà sí van guanyar les forces del canvi. Tenim doncs un panorama
d'immobilisme polític conservador a nivell estatal mentre que a Catalunya
aquestes mateixes forces conservadores i centralistes, representades pel PP i
Ciutadans, estan clarament en minoria. Des d'un punt de vista purament
democràtic aquest panorama sociopolític tan diferent territorialment ja hauria
de ser suficient per obrir la possibilitat d'una cessió pactada de la
sobirania, canviant les lleis que fossin necessàries. No obstant això, el poder
conservador es nega a realitzar la més mínima concessió democràtica i seguim en
un atzuçac encara més flagrant.
Davant el panorama frustrant d'aquest
immobilisme conservador, als anhels independentistes només li queden dues
opcions: la submissió o la insubmissió. És a dir, la rendició a l'ordre
centralista, o sigui l'acceptació de la derrota, o la rebel·lia política, per a
la qual el suport de tan sols la meitat justeta de la població, si arriba,
faria molt difícil que prosperés. Mentrestant el sector de la societat catalana
no independentista però que va apostar per les forces del canvi sembla resignat
a aguantar quatre anys, com a mínim, la llosa política que representa la dreta
postfranquista i retrògrada. Doncs bé, davant d'aquest desolador panorama, el
procés independentista obre una "finestra d'oportunitat", en termes
errejonians, que ha de ser aprofitada per a l'objectiu d'una majoria social
àmplia que demana un canvi en les relacions de poder. Es tracta d'una proposta
de superació de l’atzuçac independentista que, al mateix temps, suposaria la
possibilitat de construir una societat més justa i igualitària, anhel de
l'esquerra dels Comuns: la creació d'una majoria social i política,
nacionalista i no nacionalista, que opti per la rebel·lia política contra
l'immobilisme construint una república catalana social i radicalment
democràtica, que sigui un model per a altres pobles mostrant que realment sí es
pot construir un altre món. Només amb el suport d'una clara majoria social, i
no tan sols de la meitat més un, és possible la rebel·lia política a l'ordre
establert. Però com és possible construir aquesta majoria social?
Una de les coses que vaig constatar durant el
meu activisme en el Podem-Catalunya inicial, anterior a la seva articulació en
partit clàssic d'estructura piramidal, va ser que pel que fa a la qüestió
catalana, abordada en el grup de treball del Dret a Decidir del qual vaig
formar part activa , el personal estava profundament dividit en tres blocs:
independentistes -en franca minoria-, federalistes -potser majoritaris- i
unionistes -també en minoria però molt beligerants-. Per això era una qüestió
que sempre s'intentava esquivar i davant la qual els dirigents d'aquesta
esquerra, representada abans pel PSC i ICV-EU i ara majoritàriament per En Comú
Podem, sempre s'han sentit molt incòmodes sense decantar-se clarament per cap
opció. Sociològicament una part important dels votants d'aquestes opcions, i el
cinturó roig de Barcelona n’és el paradigma, tenen o han tingut llaços estrets
amb altres pobles d'Espanya, vincles familiars i afectius que impregnen la seva
cultura i entorn més immediats. Són sobretot anti-nacionalistes catalans.
Òbviament la part unionista més radical, implícita o explícitament nacionalista
espanyola, difícilment acceptarà la secessió. Però els federalistes,
internacionalistes i, en qualsevol cas, no nacionalistes -ni espanyols ni catalans-,
és possible que optin per la rebel·lia política sempre i quan aquesta es
replantegi en els seus termes i, diguem, es “des-nacionalitzi” la proposta
d'independència. Es tracta de seduïr aquesta part de la societat catalana "xarnega", progressista, no nacionalista, que estima el territori on resideix i a
la seva gent, Catalunya o Espanya, però que al mateix temps és conscient que si
hagués nascut a Mèxic, estimaria al seu poble mexicà. Com s'aconsegueix aquesta
majoria social clara per la Independència? Com es des-nacionalitza el procés
d'Independència i es fa atractiu a la societat progressista no nacionalista?
La proposta passa per dibuixar, pintar,
aquesta Catalunya que es vol construir, abans de preguntar al personal si vol
la seva sobirania. Per a això és necessari un gran pacte entre els actuals
partidaris nacionalistes de la independència, en la versió burgesa o
anticapitalista, i els votants tipus de Comuns o socialistes, on s'aclareixi:
- Que en la nova República Catalana estaran garantits els drets socials
bàsics a l'educació , la sanitat, l'habitatge, i la supervivència digna, mitjançant
una renda bàsica universal
-
Que es crearan mecanismes de participació democràtica vinculants, començant
per la redacció de la nova Constitució, per convertir Catalunya en l'Estat més
democràtic del món
- Que es crearan mecanismes de control i transparència de les polítiques
públiques i la seva gestió econòmica per perseguir d'arrel qualsevol temptació
de corrupció política o administrativa
-
Que s'acceptarà la doble nacionalitat, espanyola i catalana. Que
l'idioma espanyol seguirà sent idioma oficial, juntament amb el català, com ho
és ara a l'Estatut
- Que no s'establirà cap tipus de frontera, per a persones o
mercaderies, amb els diferents pobles d'Espanya
- Que Catalunya ajudarà, en la mesura de les seves possibilitats, a
altres pobles d'Espanya, d'Europa i del món que vulguin aconseguir la
transformació política, social i democràtica que ella està construint
Si tots aquests drets i avenços
democràtics, així com el respecte a l'origen i vincles culturals amb altres
pobles d'Espanya, estan garantits, quin demòcrata i progressista no nacionalista,
ni català ni espanyol, renunciarà a aquesta possibilitat? Només així, sumant a
una àmplia majoria social que la recolzi, com ja va passar amb la unió entre
les classes populars i treballadores, majoritàriament immigrades, i la burgesia
catalana davant l'alçament feixista de 1936, és possible plantejar-se amb
serietat i optimisme la rebel·lia política i la insubmissió a favor d'un canvi
fa temps anhelat cap a una república justa, lliure, igualitària i culturalment diversa.