jueves, 26 de febrero de 2009

Crónicas tailandesas



El próximo domingo 1 de marzo, a media tarde, comienzo una nueva experiencia viajera que me llevará hasta Tailandia. Estaré cinco días en Bangkok, dos semanas como cooperante en un campo de trabajo de una organización tailandesa y otros diez días todavía no sé dónde.

El campo de trabajo está gestionado por una asociación que intenta conservar la cultura de una tribu de las montañas del norte de Tailandia, los Akha. Esta población, originaria del sur de China, está repartida entre los cuatro países que forman el llamado triángulo de oro: China, Laos, Myanmar y Tailandia. Como suele pasar con las minorías seminómadas sin Estado que habitan lugares fronterizos, los Akha se han visto históricamente desprovistos de derechos básicos como son el de que te reconozcan ciudadano del Estado en el que vives y trabajas o el derecho a la propiedad de la tierra que trabajas para subsistir. Cuando las tierras que laboran son codiciadas por alguna corporación o incluidas en algún proyecto como, por ejemplo, el de un nuevo parque natural, los Akha son expulsados y obligados a desplazarse hasta encontrar una nueva zona libre para cultivar. Por esta razón se les ha acusado injustamente de talar grandes zonas arbóreas para dedicarlas a la agricultura. Es evidente que si te echan de tu hábitat tendrás que buscarte la vida en otro lugar y volver a empezar. También sufren la presión de misiones cristianas, sobre todo norteamericanas, que intentan convertir a la población mediante el desprestigio de sus creencias animistas y formas de vida tradicionales. Cuando una etnia pierde sus referentes culturales por la presión de otra cultura dominante, su sociedad se desmorona, pasa a ser dependiente de la otra cultura y sus miembros se disgregan o caen en el abandono. Éste es el caso de los Akha. El resultado ha sido un mayor consumo de opio desligado de las tradiciones y la venta de jóvenes a proxenetas para convertirlas en prostitutas en contra de su voluntad.

Pues bien, ésta es la teoría que me han pintado en un documento informativo. Se espera de los voluntarios que vamos allí que contribuyamos a aumentar la autoestima de los Akha al ver cómo viene gente de muy lejos a interesarse por su cultura. Al mismo tiempo les ayudaremos en sus labores diarias, básicamente ligadas con la agricultura. Digo yo que más bien tendrán que enseñarme ellos a mí cómo se agarra una azada, por poner un ejemplo, porque uno es de ciudad y estas cosas le quedan lejos. Pero en fin, se hará lo que se pueda.

Mi intención es escribir durante el próximo mes alguna crónica desde Tailandia. Serán crónicas de acuerdo con el nuevo nuevo periodismo que defiendo. En Bangkok lo tengo fácil pero durante las dos semanas del norte será más complicado. Por lo visto habitaremos las mismas casas de nuestros huéspedes, sin electricidad ni agua corriente. Así que pedir una conexión WiFi puede parecer una broma.

Así pues ésta es la última crónica al margen que escribo desde mi querida ciudad. La próxima, espero, será desde Bangkok. ¡ Hasta la vista ¡


domingo, 22 de febrero de 2009

Mercado Libre SA



Cuando estudiaba filosofía recuerdo con una dulce nostalgia las clases magistrales de Santiago López Petit de la asignatura Pensamiento y Crisis. Nosotros escuchábamos con la esperanza de que se nos diera alguna de las claves para vislumbrar un posible camino que pudiera conducir a la rehabilitación de un pensamiento crítico en crisis desde hacía ya muchos años.
Y cuando parecía que sí, que tal o cual pensador había llegado a un punto en su análisis desde el cual empezar a construir algo con sentido, Santi se encargaba de echarlo por tierra con contraejemplos que nos dejaban de nuevo perdidos en lo que él llamaba un desierto circular.

En una ocasión nos habló de la falacia del mercado libre. Sostenía con razón que en el mercado de la práctica capitalista las grandes corporaciones, creadas mediante fusiones y adquisiciones, acaban imponiendo su poder, con lo que de “libre” el mercado no tiene nada. Muy gráficamente nos decía: “para mercados libres el de la Boquería”.

Pues bien, aquí os dejo una selección de fotos que hice el otro día en el mercado libre de la Boquería. Quise captar el momento cumbre de la transacción mercantil, el intercambio de bienes por capital. Libre o no, lo que sí me pareció bastante claro es que en la Boquería las acusadas diferencias tienden a igualarse.





martes, 10 de febrero de 2009

El eterno retorno de lo idéntico



La idea del eterno retorno la sugiere Nietzsche en varios momentos de su obra. Pero es quizás en La Gaya Ciencia donde viene expresada con mayor claridad y sentimiento. Vale la pena releerla:


“Suponiendo que un día, o una noche, un demonio te siguiera en la más solitaria de tus soledades y te dijera: ‘Esta vida, tal como la has vivido y estás viviendo, la tendrás que vivir otra vez, otras infinitas veces; y no habrá en ella nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida te llegará de nuevo, y todo en el mismo orden de sucesión e igualmente esta araña y este claro de luna por entre los árboles, e igualmente este instante, y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia es dado vuelta una y otra vez, ¡y a la par suya tú, polvito del polvo!’
¿No te arrojarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te habló? O has experimentado alguna vez un instante tremendo en que le contestarías: ‘¡eres un dios y jamás he oído decir nada tan divino!’. Si esa noción llegara a dominarte, te transformaría y tal vez te aplastaría tal y como eres. La pregunta ante todas las cosas: ‘¿quieres esto otra vez y aún infinitas veces?’ pesaría como peso más pesado sobre todos tus actos. O ¡cómo necesitarías amarte a ti mismo y a la vida, para no desear nada más que esta última y eterna confirmación y ratificación!”

Con razón lo llama el peso más pesado, porque si fuera cierto y nos lo creyéramos, o si tan sólo nos lo creyéramos, deberíamos preguntarnos en cada instante si vale la pena lo que estamos haciendo, viviendo, diciendo, ya que lo vamos a repetir eternamente tal cual. Hay quien dice que Nietzsche creía en esta idea literalmente, hasta el punto de que tenía la intención de estudiar la física de su tiempo para intentar fundamentarla de una forma más precisa, pero que su hundimiento psicológico se lo impidió. Yo me inclino por pensar que era otra de esas ideas-fuerza que surgieron de su impulso vital y que nos legó para ayudarnos a tomar decisiones cruciales en nuestras vidas. Ante una duda sobre qué camino tomar, no hay nada como pensar en que repetiremos nuestra elección una e infinitas veces, para elegir bien.

Aunque Nietzsche no lo hiciera, el eterno retorno es fácilmente congruente con la física contemporánea del Cosmos. En efecto, se nos dice que el universo se expande a partir de un primigenio Big Bang. Los físicos no especulan con el antes de esta gran explosión inicial ni tampoco se ponen de acuerdo en si la expansión será indefinida. Pero nosotros, que tenemos la libertad y la voluntad de especular, podemos pensar que tras una expansión vendrá una contracción, retornaremos al punto de máxima densidad y allí volverá a producirse otra gran explosión, y así una y mil e infinitas veces. Un universo en continua expansión y contracción que además tiene la virtud de eliminar de un plumazo la necesidad de una explicación metafísica de su origen. Una eternidad circular no necesita a ningún dios creador.

Una conexión interesante con la idea del eterno retorno desde el campo de la estética la realizó Kubrick en su película 2001 Una Odisea en el espacio. Mucha gente se pregunta por el significado del final de la película, cuando la nave parece que entra en un viaje vertiginoso hacia un centro, y a un viejo enfermo en una cama le sucede un gran feto humano flotando por el espacio. La pista nos la da el director en forma de música, suena la sinfonía Also sprach Zarathustra, de Richard Strauss. Así habló Zaratustra es el libro paradigmático del filósofo donde también desarrolla de una forma más poética la idea del eterno retorno. El mono que ha utilizado un hueso como arma, descontextualizando su uso, simboliza el inicio de una era tecnológica. Una era que termina cuando las máquinas dejan de hablar, de mandar, cuando el ordenador HAL se desconecta. Éste sería el inicio de una involución que daría paso a una nueva humanidad, a su renacimiento. ¿A una nueva humanidad o a la misma? Mi experiencia me dice que las cosas no se repiten exactamente igual, que hay una diferencia entre un ciclo y otro. La figura sería no tanto el círculo como la espiral. Pero la metáfora de la espiral quizás da ya para otro artículo.


domingo, 1 de febrero de 2009

Sin noticias de Manuel



Crónica contra la desmemoria histórica (III)

Esta investigación se encuentra en estos momentos en un punto muerto. La existencia de un sobre con el membrete de la Parroquia de Santa María la Mayor de Caspe dirigido a la viuda de Manuel Sierra, me había dado la esperanza de poder obtener algún tipo de información de esa fuente. Quizás el cuerpo de Manuel fuera enviado a su ciudad natal y enterrado por el párroco de esta iglesia, al ser encontrado por las tropas franquistas, tirado en el campo de batalla junto a su cartilla militar. Pero no. Tras una llamada a la Parroquia me dijeron que enviara una carta solicitando los datos pero que ellos sólo disponían de información a partir del año 1941, dos después del fin de la guerra.

En efecto, cuatro o cinco días después de haber enviado la carta, me llaman de la Parroquia y me comunican que no han encontrado absolutamente nada y que el sobre con el membrete, del año 1958, bien pudiera haber contenido una respuesta similar enviada a la viuda en aquella fecha.

Justo mientras esperaba yo esta llamada leí un párrafo del escritor argentino Tomás Eloy Martínez sobre la desaparición de personas durante la dictadura de su país:

“He pensado mucho en el dolor de la gente que perdió a alguien, pero, sobre todo, en el dolor mayúsculo que significa no ver a ese alguien muerto. La verificación de la muerte es, al menos, una forma de consuelo. El limbo o el purgatorio de no saber qué se ha hecho del ser amado, dónde está, si está muerto, o si está preguntando por ti en otro sitio, es desesperante”.

Ni Antonia Gómez ni su hija, ni cientos de miles de familiares de desaparecidos en la guerra civil española pudieron verificar la muerte de sus seres amados. Por eso agotaré todavía las vías para esta posible verificación, aunque llegue a destiempo. Me temo que sólo me queda pues acercarme, cuando mis circunstancias lo permitan, al lugar donde supuestamente fue muerto Manuel, la sierra del Montsec.