miércoles, 2 de enero de 2008

Amsterdam y los 4 elementos

Los 4 elementos

Amsterdam es una ciudad que ha crecido alrededor de un río, el Amstel, expandiéndose a costa del drenaje de los terrenos circundantes. La tierra ha vencido al agua, de momento, pero el agua sigue siendo omnipresente en la ciudad a través de los canales, la lengua de mar que penetra por el norte y el cielo permanentemente gris que lo cubre todo y que descarga varias veces al día una lluvia fina y persistente.


En Haarlem, un municipio a 16 km al oeste de Amsterdam, realicé una visita a un molino reconstruido que se utilizaba para drenar agua. El mecanismo consiste en aprovechar el viento para transmitir el movimiento de las astas a un eje principal que termina en una especie de gran tornillo que extrae el agua y la canaliza. Así se vaciaba una determinada extensión de tierra que luego era aprovechada para cultivo, ganando terreno a las zonas húmedas cercanas al mar. Irene, la simpática guía que alargó la visita más allá de la hora de cierre, me explica que casi toda la región de Amsterdam está construida por debajo del nivel del mar. Los edificios tienen que apoyarse en largos cimientos que atraviesan una zona de material denso e inestable hasta llegar a una capa más sólida. En el siglo XX, debido a las fuertes inundaciones, se construyeron diques en sustitución de los molinos de drenaje, que entraron en desuso.
Por la tierra, por las calles, circulan miles de bibicletas, el medio de transporte más utilizado en la ciudad. Se calcula que existen 600.000 bicicletas en esta población de 700.000 habitantes. Las hay de todos tipos y entre las madres y padres jóvenes son muy populares los modelos que incrustan en su estructura delantera un gran cajón para que se sienten niños pequeños. El éxito de este transporte se debe en gran parte a la extensa red de carriles bici segregados de la calzada que existe por toda la ciudad y que además conecta los municipios entre sí. Me trasladé en bicicleta a Zaandam, a unos 15 Km. al norte, discurriendo todo el camino por carriles bici segregados y bien señalizados. A medio camino había que cruzar el Ij, un gran canal que viene del mar. Ningún problema: un transbordador gratuito lo atraviesa cada cuarto de hora.
Zaamdam es básicamente un reclamo turístico debido a sus tiendas artesanales, pero vale la pena acercarse si se quiere visitar molinos antiguos que todavía funcionan. Cada molino está especializado en un uso, por ejemplo, para moler grano y obtener harina o moler minerales y obtener tintes. El complejo mecanismo del molino, impulsado por el viento, o sea, por el aire en movimiento, es ecológicamente limpio, un contrapunto a la tecnología punta actual. Se dice que los molinos son económicamente insostenibles pues son caros de mantener, pero ¿se ha tenido en cuenta en este análisis de coste-beneficio el perjuicio que para la salud del planeta y la nuestra tiene la polución causada por mecanismos análogos propulsados por energías no renovables? ¿No es la energía eólica moderna una versión actualizada de los antiguos molinos que antaño sembraron el paisaje de estas tierras? Es muy posible que la energía eólica actual no hubiera sido posible sin la experiencia histórica que los molinos de viento sedimentaron en el imaginario colectivo europeo.
En esta región donde domina el agua y el viento, y donde gracias a una enorme fuerza de voluntad la tierra ha ido ganando terreno, el elemento fuego parece estar ausente. Pero si nos mostramos abiertos en nuestra visita por estas tierras lo encontraremos en el carácter de sus gentes y en sus costumbres relajadas hacia asuntos que en casi cualquier otra parte del mundo están perseguidos o poco tolerados. Los coffee-shops y el “barrio rojo” son quizás los más conocidos. Ante un aparente problema de consumo ilegal o no regulado de marihuana, el fuego de un canuto de hierba se apacigua confinándolo en espacios concretos donde se asegura la calidad y variedad del producto. Un consejo para quien se sienta mareado tras la experiencia: un vaso de agua con azúcar disuelta. Ante un aparente problema de uso del cuerpo como forma de trabajo, el fuego de los clientes de la prostitución o trabajadoras del sexo, como prefieren llamarse, se apacigua regulando los derechos y deberes de cada parte y confinándolo también a un espacio determinado de la ciudad, visible desde la calle pero fuera de la calle. Añadiré aquí un detalle de este carácter ígneo y a la vez práctico: en el museo de la ciencia de la ciudad, el Nemo, básicamente orientado a un público no adulto, existe una zona donde se trata de forma abierta y gráfica la sexualidad humana, incluyendo cabinas de videos porno donde sólo se permite acceder a personas entre 12 y 18 años. Si el fuego te quema, no intentes reprimirlo, déjale espacio para que aflore y te apacigüe.

Una relación especial con los españoles

El largo siglo de dominación española de estas tierras se saldó con una reacción ambivalente de los holandeses hacia los nuevos colonos. El reino de España asedió varias ciudades, entre ellas Haarlem, bombardeada por barcos españoles cuando pretendía independizarse. Como recuerdo, la basílica de San bavo conserva una bala de cañón español simbólicamente incrustada en una de sus paredes. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y ahora los holandeses te reciben con alegría. A Marieke y Johannes les conocí en un pub. De cabellos morenos y piel aceitunada, rompen con el estereotipo del “típico holandés”. Cuando les pregunto sobre ello, me recuerdan la estancia de los españoles en sus tierras, donde por lo visto se mezclaron con la población local, sobre todo en el sur del país. Entre cerveza y cerveza me explican la peculiar tradición de Santa Claus en Holanda. Llega por barco el 5 de diciembre procedente de España, desembarca a caballo y reparte regalos a los niños. Pero entre su séquito está el negro Peter, encargado de azotar a los niños que se portan mal, a los que amenaza con meter en un saco y llevárselos a España. La eterna política del palo y la zanahoria, ¿una herencia imaginaria del proceder de los conquistadores del siglo XVII?

Una democracia ciudadana

Durante mi corta estancia tuve ocasión de comprobar la asentada tradición democrática del país y hasta qué punto los habitantes la han interiorizado y desplegado. En uno de los centros históricos, la plaza Dam, me encuentro con una protesta de un grupo contra el maltrato dado a los animales con los que se alimentan. Una veintena de activistas van a pasar 24 horas enjaulados para simbolizar el sufrimiento de los cerdos camino del matadero. Una chica me explica que pretenden conseguir 40.000 firmas para llevar una iniciativa popular al Parlamento para que regule un mejor trato a estos animales.
Al final de la visita a la casa museo de Anna Frank, se exponen una serie de videos que plantean una controversia social, como la privatización frente a la propiedad estatal o asuntos relacionados con la libertad de expresión. Después de cada video se pide a los visitantes que emitan su voto ante una pregunta concreta, mediante unos pulsadores verdes y rojos que se reparten por toda la sala. Cuando acaba la votación, se muestran los resultados en la pantalla, así como el resultado global acumulado del resto de días.
Dos ejemplos de la confianza que los ciudadanos depositan en su capacidad de influir en las decisiones sobre políticas públicas.


El lado oscuro de la riqueza holandesa

Parte de la riqueza holandesa está sustentada sobre su pasado colonial, gracias a los beneficios de la explotación de recursos naturales y el comercio de productos y personas. Se traían especias de Asia, las intercambiaban en el Golfo de Guinea, junto con tejidos y armas de fabricación holandesa, por esclavos africanos que luego trasladaban a las plantaciones de azúcar en Surinam, producto que vendían finalmente en Holanda. Se calcula que unos diez millones de esclavos fue llevado de Africa a América, de los cuales un millón fue embarcado por las compañías holandesas. La travesía duraba entre dos y tres meses y un 20% del pasaje no sobrevivía. Holanda fue el último país en abolir la esclavitud. También se aprovecharon de sus colonias en Indonesia y Papúa Nueva Guinea. La Compañía de las Indias Orientales expolió las riquezas naturales asiáticas y explotó a sus habitantes en régimen de semi-esclavitud.
Pero lo que sorprende hoy de este pasado oscuro es que se muestra con toda su crudeza en el Museo de los Trópicos, antiguo Museo Colonial, con un sentido de autocrítica que ya quisiéramos muchos en nuestros países también colonizadores. En el museo se exhiben fragmentos de películas de principios del siglo XX donde se muestra el trato degradante que los holandeses, ataviados con trajes de un blanco impoluto, ejercieron hacia los habitantes de las colonias asiáticas, y cómo se constituyen en una clase social elitista y adinerada totalmente segregada del resto de la población.

Dos pintores universales en dos museos emblemáticos

Aunque el RijksMuseum se está reformando y no reabrirá hasta el 2008, expone sus obras más emblemáticas en un edificio cercano. Obras de Rembrandt, Vermeer y Frans Hals principalmente. En particular destacan, en mi opinión, las pinturas de Vermeer, por su realismo exacerbado, el tratamiento de la luz y el retrato de situaciones de la vida cotidiana en las casas nobles de la época donde los personajes, con frecuencia criadas, se muestran en una actitud desinteresada, como si hubieran sido captados por una instantánea fotográfica tomada de improviso. Fijaros en el detalle de los agujeros en la pared y de la luz que ilumina, desde la ventana, la estancia donde la criada vierte la leche en una vasija, en esta Kitchen Maid.
El museo de Van Gogh expone más de 400 trabajos del artista que vendió sólo una obra en vida. Cuadros que contrastan su pintara gris de la etapa holandesa con la luminosidad de sus obras de Arles, como la Casa Amarilla. El museo combina las pinturas con textos que nos explican retazos de su vida atormentada y que nos llevan a preguntarnos por qué en tantas ocasiones la genialidad de un artista va acompañada de un sufrimiento vital.
Ambos museos abren los viernes hasta las 10 de la noche. Un buen refugio donde pasar las frías y húmedas tardes del invierno holandés.

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