domingo, 11 de enero de 2009

El cielo rojo de Gaza cubre Barcelona



Ayer día 10 de enero la sangre derramada por las víctimas palestinas del genocidio israelí sobre Gaza tiñó de rojo el cielo de la capital catalana. Todos los que allí estábamos lo pudimos ver. Desde la plaza Universitat hasta la plaza de Sant Jaume una marea humana de unas cien mil personas recorrió el trayecto previsto en solidaridad con el pueblo palestino.


Diversos comentaristas políticos suelen poner en la balanza por igual los cohetes artesanales de Hamas y las bombas de última tecnología del ejército israelí. De esta manera echan las culpas por igual y reparten la responsabilidad entre las dos partes en conflicto. Olvidan con este proceder la enorme desigualdad de partida que existe entre un Estado que posee el respaldo económico y militar de la mayor potencia mundial y un territorio que sobrevive en la precariedad, aislado, sitiado, bloqueado, condenado a la miseria y el encierro. Israel es el único responsable del sufrimiento del pueblo palestino. Ha incumplido las resoluciones de la ONU que intentaban poner fin al conflicto, ha ocupado territorios, asesinado a civiles, destruido viviendas. Practica el genocidio contra el pueblo palestino y alguien debería exigir justicia por ello en los organismos internacionales. Los políticos israelíes justifican su acción mediante el supuesto terrorismo de los desesperados palestinos. Pero existe también un terrorismo de Estado, aunque se esconda bajo un “acto de guerra” de un ejército nacional. El terrorismo israelí es el mayor generador de terrorismo mundial reactivo. Los ataques de hoy sobre Gaza son el germen de los suicidas islamistas de mañana. La violencia genera violencia, siempre. Y es responsabilidad del que tiene mayor poder el buscar vías pacíficas de diálogo para solucionar el conflicto.

Los políticos israelíes y los ciudadanos que les dan su apoyo están manchando la grandeza de una cultura que nos ha dado escritores y filósofos de primera talla. Kafka y Spinoza están entre mis favoritos. Allí donde creen estar atajando un mal, los estadistas judíos no hacen más que generar odio hacia su cultura y esto en un mundo globalizado significa a la larga cavar su propia tumba. Eliminar de la faz de la tierra a un individuo, por muy terrorista que sea, no ayuda a acabar con el terrorismo. El terrorismo es un fenómeno social y político, no psicológico e individual. La solución es siempre política, no militar. Y las raíces del terrorismo también son sociales y políticas. Casi siempre el terrorismo es una reacción desesperada ante un conflicto, no es la causa original del mismo.

Detengamos la masacre. Exijamos a nuestros políticos la máxima presión internacional a Israel para que acepte de una vez las resoluciones de la ONU y colabore en la creación de un Estado palestino soberano.


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