jueves, 16 de julio de 2009

Sydney y su amoroso mar




Crónicas australes (II)

Esta megaurbe de más de 4 millones de habitantes está literalmente penetrada por las aguas del océano. Como un pulpo de brazos acuosos, el mar hunde sus tentáculos en las tripas de la ciudad, segmentándola en múltiples bahías que con el tiempo han pasado a ser el centro de la vida urbana sobre el cual se asientan los grandes iconos de la ciudad: la Opera House, el Sydney Bridge o el Skyline que se asoma al bullicioso puerto de Circular Quay.





Como contrapunto del ajetreo ciudadano, los habitantes de esta ciudad huyen compulsivamente en cuanto pueden para disfrutar de las aisladas playas que perfilan la costa exterior de la ciudad. Las playas de Bondi, Bronte o Manly, aun tan solo a media hora en transporte público desde el centro de la ciudad, forman parte de otro mundo. Un mundo en el que uno puede nadar en una piscina de agua salada al borde del océano o deslizarse sobre una tabla sobre unas olas que pocas veces se ven en nuestro mediterráneo.




Mientras tanto, el único rastro de la cultura y de la sociedad aborigen la he encontrado en el museo de historia natural, junto a la vida salvaje de la fauna autóctona. Parece ser que los aborígenes están más cerca de los animales que de los humanos en el imaginario del blanco australiano. Bueno, es cierto que también se valora su artesanía y su música, como el trío de la foto que, disfrazado para la ocasión, deleitaba al público con una música fusión de new age y tecno, tocando el emblemático instrumento aborigen que llaman “didgeridoo”. En cualquier caso, lo aborigen aquí no está "normalizado", forma parte de lo exótico y marginal. Nuestros amigos ingleses asentados temporalmente en Sydney nos dicen que los australianos tienen su lado oscuro. No son capaces de reconocer el daño histórico que infringieron sus antepasados a la cultura indígena. Y todavía hoy les echan en cara su incapacidad para adaptarse e integrarse, haciéndoles responsables de su marginación.



Mientras recorro estas calles de altos edificios bajo esta luz tan especial me debato entre ir o no ir a una granja australiana durante unos días para ver de cerca la más “auténtica”, dicen ellos, vida "aussie".


4 comentarios:

Ceci dijo...

me encantan tus relatos. te transportan directamente alli.
una pena que no encuentres mas aborigenes por ahi. espero mas cuentos!! un peto

Unknown dijo...

que envidia sanaaaa!!!!!! gracias por hacernos viajar contigo.Un dato, hay un tal Xavier Rudd (musico australiano) que creo que valdria la pena que lo vieras si tuvieras oportunidad.
Saludos mil Ju y Fer

Xavi dijo...

Me encantan vuestras palabras, queridísimos Ceci y Fer. Y mira por dónde, ambos de la lejana tierra argentina.
Ceci, aquí las fotos agradecen esta luz tan especial. Te encantaría.
Fer, buscaré más información sobre este músico, a ver si al menos puedo comprar un CD. Muchos besos para ti y Ju de Jo y Will.

Hasta la próxima !!!

Unknown dijo...

lo suyo seria que lo pudieras ver en vivo , el tio este toca la guitarra , canta toca la arminica , una esoecie de bateria con los pies y tambien toca el didgeridoo, vamos que es un crack!!!!!
un abrazo y seguimos viajando contigo !!!!! saludos a Eli.