martes, 22 de septiembre de 2009

Breve retrato psicosocial de los aussies



Lo primero que sorprende cuando uno llega a Australia y se cruza con sus habitantes es la extremada amabilidad y simpatía que desprende la gente. No es infrecuente que alguien se dirija a ti para ayudarte si te ve mirando un mapa, te salude por la calle con una sonrisa o te pregunte cómo estás sin conocerte de nada y sin venir a cuento.






A ojos del viajero de la vieja Europa, los australianos parecen de buen humor y se les ve felices. Quizás ayude la máxima que escuchamos en repetidas ocasiones de su propia boca y que parece toda una consigna en sus vidas: "No worries", "No drama". "No te preocupes, no hay problemas, no hagas un drama de lo que no es", parecen querer decirte detrás de este latiguillo. Esta felicidad se transmite a medida que pasan los días y uno llega a contagiarse con tanta facilidad que la adopta como forma de vida, al menos temporalmente. Sin duda influye el estar a miles de kilómetros del lugar donde, inexorablemente, uno habrá de reencontrarse con las obligaciones y los compromisos. Pero qué caray, por qué no adoptarla en lo posible también aquí, tal como hacen ellos en su vida diaria donde seguro que tampoco están libres de potenciales preocupaciones.





A este estado de buen rollito contínuo se suma una total confianza en las buenas intenciones de cualquiera, por muy extraño que sea, y una sensación total de seguridad y tranquilidad. Todo está a su favor: un clima benigno y variado, un territorio semivirgen donde caben todos y muchos más, una tasa de paro y delincuencia ridículas si las comparamos con nuestros estándares.




Sin embargo, también existe su lado oscuro. Los aussies no tienen resuelto el gran drama de este continente, que es la marginación a la que han relegado a la minoría aborigen que llevaba viviendo allí cincuenta mil años en paz y armonía hasta que llegaron los primeros colonos británicos. Lo han intentado todo, desde el genocidio a gran escala hasta la integración forzosa mediante el secuestro de los niños y su adopción por blancos. Les han desposeído de sus tierras para a continuación relegarlos en reservas. Nada ha dado un resultado positivo. La tasa de aborígenes en prisión es veinte veces mayor que la de aussies. Tienen graves problemas de alcoholismo y están empleados en los trabajos peor pagados, cuando trabajan. Los prejuicios de los aussies hacia los aborígenes no hacen más que alimentar el fuego de este círculo vicioso que es la discriminación, tal como refleja el anuncio en la foto que encabeza este artículo.




Fuera de este drama colectivo no resuelto, los australianos blancos, hoy cada vez más multiculturales debido a las sucesivas olas de inmigración, sobre todo de asiáticos, le han dado la vuelta a la decepción, el miedo o la repulsión que sintieron los primeros colonos que llegaron a estas tierras y las bautizaron con nombres tan estremecedores como "Never Never River", "Deception Bay", "Bloodwood Camp", "Broken River", "Repulsive Creek" o "Tribulation Cape". Se han apropiado de la vida salvaje y el terreno angosto, y la han civilizado. Aunque la naturaleza sigue explosionando en muchos lugares, la cultura de la abundancia les permite llevar una vida apacible y despreocupada.








Fauna australiana



Crónicas post-australes (I)

No os asustéis. Tan solo escribiré un par de artículos más sobre Australia, una vez finalizado mi viaje. Tanto en el museo de historia natural de Brisbane como en el de Sydney, me llamó la atención la inclusión de los aborígenes australianos en las exposiciones permanentes, al lado de koalas y canguros. Esto dice mucho de cómo los aussies y las autoridades que les representan, ven a los originarios y negros habitantes del continente. Para darle la vuelta y contrarrestar así modestamente este modelo museístico, en estas dos crónicas post-australes voy a poner juntos a la fauna y a esos mismos aussies, herederos de las sucesivas olas migratorias de colonos occidentales. Aquí va la primera, la fauna.


En la foto que encabeza la crónica podéis ver una reproducción de un cassowary, extraña ave, parecida al avestruz y al emu, que sólo llegamos a ver, como si fuera una alucinación, cruzando la carretera justo delante nuestro.

El resto de fotos no tiene trampa ni cartón, y es tan solo una pequeña representación de la variada y singular fauna australiana.

canguro
bush turkey o pavo del matorral


ibis
rana durmiendo

serpiente pyton
loros arcoiris

pelícanos
gaviota de pico rojo

cangrejo azul
goanna

serpiente de árbol
wallaby de roca con cría

koala
kookaburra

tortuga de agua dulce
cocodrilo de agua salada

cacatúa australiana
cacatúas rojas

pez raya
ballenas jorobadas

lagartija aussie
peces del arrecife de coral

ornitorringo
estrella de mar



martes, 8 de septiembre de 2009

El Pais de las putas



El diario El Pais nos sorprendió a todos este final de verano con la publicación reiterada en su versión catalana de imágenes de prostitución callejera en los portales del mercado de la Boquería de Barcelona. El resultado, como era de esperar conociendo el modus operandi de las administraciones de este país, tan solo preocupadas por su imagen pública ante el cliente-elector-consumidor de la Barcelona guapa, ha sido la persecución pura y dura de las prostitutas hasta hacerlas invisibles.


La defensora del lector de El Pais se justificaba el domingo pasado, ante las críticas que tildaban el reportaje de mero acicate de la represión policial, con el argumento de que también se había generado un debate ciudadano sobre las políticas más adecuadas para solucionar este “problema”. No sé si se trata de un comentario cínico o de justificar lo injustificable. Por mucho debate ciudadano que se haya generado, resulta tan ingenuo pensar que la primera reacción de la administración pública iba a ser otra que la represión de las víctimas más vulnerables de este “problema”, es decir, de las putas extracomunitarias sin papeles, que cuesta creer que este diario siga presentándose como serio, progresista y crítico.

El periodista y el editor tienen que ser conscientes de las consecuencias de su elección de lo que es noticia y de la forma de presentarla. Se me dirá que esta vez soy yo el que peca de ingenuo pues ignoro que la función de un buen periodista hoy es publicar la noticia que más venda y de la forma que más enganche. Lo sé, pero entonces, ¿cuál es el “problema” del que se ha hablado estos días? Hay un problema de ocupación del espacio público pero aquí de lo que se ha hablado es de prostitución. Pero, si de lo que se trata es de vender y comprar en un mercado universal la mercancía que cada cual tenga más habilidad en obtener y ofrecer, ¿cuál es entonces el problema de la prostitución? ¿No están ofreciendo estas chicas en el mercado aquella única mercancía de la que pueden disponer en el marco de una ley de extranjería que las convierte en ilegales? ¿No es esta misma la razón por la que tienen que bajar los precios de sus servicios y ofrecerse en la puta calle, nunca mejor dicho, para ser competitivas en el mercado local del sexo?

Decía estos días una partidaria de la abolición de la prostitución que la prueba de que debería ser prohibida es que ningún padre o madre dejaría que su hija se dedicara a este oficio. Este comentario muestra el paternalismo de esta corriente. Si yo fuera padre, para empezar dejaría que mi hija mayor de edad hiciera uso de su libertad de elección y se dedicara a lo que quisiera. No me gustaría que se dedicara a la prostitución pero tampoco me gustaría que trabajara doce horas como cajera en un supermercado, como maquiladora en una fábrica de componentes electrónicos o que fuera la secretaria de un empresario explotador y se dedicara a reservarle hora en un spa o un campo de golf. Hay muchas formas de ser puta o puto. Yo mismo lo he sido. En efecto, durante casi veinte años he trabajado como informático para una entidad financiera en contra de mis ideales. Me he vendido por el buen sueldo y el horario de 8 a 3. Me he vendido “en cuerpo y alma”. He podido resistirlo porque en mi tiempo de ocio intentaba contrarrestar el daño de mi oficio con otras actividades más idealistas. Finalmente he podido salir pero me considero un privilegiado. Quien más quien menos tiene que hacer de puto o puta en este mercado en el que para sobrevivir debemos vender nuestra mercancía al mejor postor.



Mientras pensamos cómo diantres podemos todos, ellas y nosotros, dejar de ser putas, dejemos que estas pobres chicas trabajen en las mejores condiciones posibles, sin que tengan que ocupar el espacio público, legalizando y regulando su oficio de una vez.


domingo, 30 de agosto de 2009

El norte tropical de Queensland



Crónicas australes (X)

A unos cien kilómetros antes de llegar a Cairns, como si no quisiéramos alcanzar todavía nuestro destino, nos desviamos hacia el interior por el altiplano occidental o "tablelands". El aire allí se refresca un poco. Paramos en la Granite Gorge, cerca de Mareeba, donde dejamos nuestra sombra impresa sobre una gran roca sobre el río.


Allí también volvemos a entablar estrecho contacto con la fauna local, en este caso con un grupo de "rock wallabies", una especie de marsupiales que ha desarrollado un estratégico efecto de camuflaje con el granito del entorno. En los alrededores nos sorprenden unos enormes termiteros.





Rodeamos Cairns sin entrar en ella y alcanzamos Port Douglas por el norte. Desde aquí realizamos nuestra segunda y obligada "guiri excurssion" para nadar junto a los peces que habitan el gran arrecife de coral. Mientras los guiris se calientan al sol como lagartos, en estas cálidas aguas se pasean curiosos peces de vistosos colores sobre el coral añil, rosado o verdoso. Volvemos a "snorklear" en tres parajes diferentes del arrecife, en su extremo exterior, donde las olas rompen contra él.





Los últimos días en el trópico los disfrutamos en Cape Tribulation, donde acaba la carretera asfaltada de la costa por el norte. Una vez se pasa el río Daintree con el ferry, la selva ya invade el litoral hasta el mar. Una pequeña carretera de curvas es lo máximo que la civilización se ha permitido ultrajar de la selva. Aquí ya sí la naturaleza se impone sin contemplaciones, como una tormenta sobre la playa desierta del trópico.



Nos quedamos sin poder hacer la foto al cassowary, pero para compensar tal insatisfacción, recorrimos en un pequeña barca de motor eléctrico un trecho del río Daintree por si podíamos ver algún cocodrilo. Pues sí, tres o cuatro se calentaban al sol. Estaban bastante inactivos en esta época del año, pero eran lo suficientemente grandes como para amedrentarnos. Por si acaso, nos cogimos bien fuerte del bote.



Aquí acaban nuestras peripecias por las antípodas. Estuvimos finalmente en Cairns y desde allí volamos a Melbourne. Escribo ahora desde el aeropuerto de Kuala Lumpur, gracias a unas cuantas horitas ociosas. Nos queda todavía un buen trecho hasta casa. Desde allí escribiré un par o tres de artículos más con alguna que otra reflexión sobre estas experiencias.

Hasta la próxima, ya desde la querida Barcelona.


martes, 25 de agosto de 2009

Pequeños paraísos de Queensland





Crónicas australes (IX)

En consonancia con el giro naturalista que ha tomado esta parte del viaje, mantenemos encuentros en la tercera fase con la fauna autóctona.



En Cape Hillsborough, un pequeño parque natural costero, madrugamos para poder observar de cerca un grupo de simpáticos canguros que visitan la playa cada mañana. Aquí están más acostumbrados a los humanos y no huyen como en otros lugares.

Un reluciente día, tras pensarlo mucho, nos embarcamos en una "guiri excursion", es decir, nos dejamos llevar por los guías locales que te van marcando el tiempo y limitando el espacio por donde debes conducirte con diligencia y admirar el paisaje. Está claro que no nos gustan, pero es la única manera de llegar a las islas Whitsunday, un paraíso subtropical de islas casi vírgenes con playas y fauna marina de ensueño. La blancura de la Whiteheaven Beach ciega la vista. La arena es de sílice y no quema los pies. Mientras paseamos por la orilla una pareja de peces raya se acerca a nosotros. En la isla Hook practicamos el "snorkling", o sea, el buceo con tubo y gafas de toda la vida. Cientos de peces de colores se pasean frente a nuestras gafas. La excursión incluía también un viaje en una especie de transbordador sumergible con cristales sucios que daban al fondo del mar. La sensación era como de estar esperando desembarcar en Normandía.





Seguimos nuestro periplo hacia el norte y cada vez más la naturaleza se va imponiendo a la civilización. Las carreteras se hacen más estrechas y los símbolos que alertan del peligro de la fauna local son cada vez más frecuentes, como éste que avisa de la presencia de cocodrilos, en el parque nacional de Edmund Kennedy. En las playas los manglares ganan terreno al mar. Curiosos estos árboles capaces de crecer en el agua salada.



Y en unos humedales junto a la ciudad de Ingham, un canguro se alimenta apaciblemente mientras nos vigila de vez en cuando.



En Mission Beach vimos un cassowary cruzar la carretera. Es una especie de avestruz con una cresta azul en la cabeza. Era tarde, pasó veloz y no nos dio tiempo de tirar la foto. Pero el encuentro, aunque fugaz, permanece en la retina.

Quedan ya pocos días y solo unos cientos de kilómetros hasta nuestro destino final en Cairns. El regreso y todo lo que representa empieza a ya a hacer mella en algún momento. Veremos qué nos deparan los días finales. ¿Quizás más encuentros con la fauna local?