jueves, 10 de enero de 2008

Acoso sexual en la Universidad Pompeu Fabra


La Universidad Pompeu Fabra de Barcelona tiene subcontratada la limpieza de sus instalaciones con la empresa de servicios CLECE, que en su página web, bajo el título de “el valor de las personas”, se publicita de la siguiente manera: “El desarrollo de una política activa de Recursos Humanos es una de nuestras claves para generar un valor añadido en la calidad de nuestros servicios y en las personas que forman parte de nuestro equipo”.
Hasta hace poco tiempo A.G. trabajaba, empleada por CLECE, como supervisora de limpieza en esta universidad. Poco a poco su trabajo se convirtió en un calvario. El responsable de mantenimiento de la universidad la empezó a acosar sexualmente. Se metía en su despacho durante horas y le enviaba emails contándole los sueños eróticos que había tenido con ella y cuánto la deseaba.


A.G. le dijo reiteradas veces que la dejase en paz, intentaba evitarlo y no cruzarse con él, pero el acosador no cejaba en su empeño. A.G. buscó el apoyo de sus jefes inmediatos de CLECE y pidió el traslado a otro centro, pero éstos se limitaban a decirle que se calmara y a darle algunos días de vacaciones cuando la situación se volvía insoportable. En una de estas ocasiones los jefes de A.G. le aseguraron que hablarían con el superior del acosador en la universidad y la volvieron a enviar de vacaciones. Al regresar A.G. no pudo soportar más la pesadilla y el primer día de su reincorporación al puesto de trabajo en el mismo centro le dio un ataque de ansiedad y se fue de urgencias a un hospital. Cuando el médico le preguntó qué le pasaba, A.G. se echó a llorar desesperadamente. Le inyectaron un tranquilizante y la pusieron en tratamiento psicológico. Ante la gravedad del asunto en esta ocasión sus jefes la destinaron a otro centro, le sugirieron que no hiciese nada y que se olvidase de todo lo que había pasado. En ese momento A.G. llevaba ya tres años sufriendo el acoso, sabía que no había sido la primera víctima del acosador y no quería que volviera a repetirse. Así que decidió comunicar el caso a su Comité de empresa y la noticia llegó hasta el gerente de la universidad, quien aseguró desconocer ningún otro caso parecido. El acosador había actuado impunemente durante años sobre varias víctimas.
La acción de A.G. para prevenr nuevos ataques no debió sentar muy bien a su empresa porque cuando retornó de unas vacaciones de verano se encontró con una carta de su empresa donde se le comunicaba que prescindían de sus servicios por bajo rendimiento y se admitía la improcedencia del despido. La víctima lo era ahora por partida doble: en paro y siguiendo un tratamiento psicológico por los efectos del acoso. No tuvo fuerzas ni para acudir al juzgado, su salud le pedía olvidarse de todo y no entrar en un proceso largo donde debería revivir situaciones angustiosas. Aunque ganara el juicio y la readmitieran, ¿cómo iba a poder trabajar bajo las órdenes de unos responsables que le habían mostrado su apoyo de esta forma? Con el tiempo el caso llegó hasta el vicerectorado de la Universidad y al acosador le abrieron un expediente. Pero hasta la fecha la subcontrata de limpieza sigue estando en manos de CLECE, una empresa donde se apuesta por “el valor de las personas”.


1 comentario:

Anónimo dijo...

me a pasado igual pero en vez de acoso sexual era sicologico yo a la calle y mi agresora de rositas