Crónicas tailandesas (VI)
Un día antes de terminar la estancia en el campo de trabajo, Tipi, una trabajadora de la organización, nos invita a la boda de su hermano pequeño en el poblado donde reside su familia. Las bodas akha duran tres días con sus dos noches. Durante todo este tiempo los anfitriones ofrecen comida y bebida en abundancia a los numerosos invitados, entre los que nos encontrábamos en esta ocasión Iris, Amy y yo.
Nosotros asistimos al último día. Se llevaban sacrificados ya cinco cerdos. Llegamos a tiempo de ver cómo despiezaban el último, tarea asignada a los jóvenes adolescentes varones del pueblo. Lo cortan a trocitos a lo largo de una mesa con afilados cuchillos que envuelven la atmósfera de un cadente golpeteo.

Aquí les encanta beber la cerveza local en vasos cargados de cubitos de hielo. En ningún momento falta ni comida, ni bebida ni hielo. Cuando alguna de estas cosas parece empezar a escasear, tres o cuatro niños proveen de nuevo con repuestos en abundancia.
En un momento dado de la larga sobremesa, regada con cerveza sin descanso, me levanto a hacer unas fotografías y me detiene Li, un vecino que me invita a su mesa para charlar un rato. Me explica que le tuvieron que cortar la pierna por debajo de la rodilla porque le mordió una serpiente y se le complicó la herida. Al cabo de un rato se han unido a la mes
A los novios ni los hemos visto. Mientras la gente se atiborra parece que en el piso de arriba se celebra alguna ceremonia reservada sólo a los más íntimos. Después de cenar correspondemos con algún dinero a la madre de la novia y regresamos a Chiang Rai.
1 comentario:
Hola Javier, ahora sí, he leído todos tus comentarios del viaje. FELICIDADES. Quien vale, vale
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