lunes, 1 de marzo de 2010

Encuentro con una shamana



He coincidido durante unos días con una pareja de voluntarios canadienses en la cincuentena. Los dos son escritores y se han autoregalado una vuelta al mundo. Escriben artículos sobre lo que van viendo. ¡ Y los publican y les pagan por ello ! Todo un modelo a seguir. Para quien quiera acompañarles y ampliar información sobre sus experiencias con los Akha, mantienen este interesante blog sobre su viaje.

Una tarde, la doctora tradicional del pueblo, Awi, a la que ya acompañamos junto a Tam en su catalogación de plantas medicinales, nos explicó, mediante traducción simultánea de Athu, su conocimiento shamánico.



Antes de empezar, Athu nos aclara que los Akha tienen dos vías para ser shamán, una buena y otra mala. En la buena, el shamán entra en trance de forma controlada, sólo cuando así lo decide y con motivos terapéuticos. En la mala el supuesto shamán puede entrar en trance sin querer y sin un objetivo terapéutico. Esta vía, dice, se ha de cortar, y para ello también existe una ceremonia especial.

En nuestro caso Awi, de 57 años, casada y con cinco hijos, además de experta en hierbas medicinales, es una shamana de vía buena, es decir, entra en trance para curar y sólo cuando ella se lo propone. Nos cuenta que empezó a notar algo extraño en su cuerpo a los 13 años. Se mareaba cuando estaba en la parte de debajo de una casa y arriba había gente, o cuando alguien la tocaba. Sólo podía estar con una persona al mismo tiempo. Cuando se mareaba tenía que dormir y entonces el “profesor del cielo” le decía que tenía que hablar el lenguaje del “nipah” (shamán), que es un lenguaje cantado. El profesor del cielo le enseñó todo el conocimiento shamánico y le dijo que éste pertenecía a la “madre del cielo” o diosa primordial Apumiyeh. A los 27 años Awi ya podía ejercer como shamán. Sacrificó tres gallinas y tres gallos, cuyos espíritus fueron al cielo para dar las gracias.



Su trabajo como shamán cubre tres casuísticas: cura a personas con fiebre por un “trauma” o “susto”; realiza ceremonias de limpieza cuando hay epidemias; y cura a quien se ha vuelto loco por haber realizado un acto “moralmente malo”.

Nunca va sola al cielo, antes convoca a otros espíritus mediante silbidos para que la acompañen. Al paciente le pone una marca negra en la frente para reconocerlo en el cielo. Para realizar el viaje, se ayuda de opio, ranas y algún insecto especial. También se ayuda de la fuerza de varios animales como el tigre, la serpiente, el perro, el águila y el murciélago. En el cielo visita la casa de Apumiyeh y regresa desde la puerta del cielo a la puerta del poblado. Durante su viaje se lleva un insecto que la mantiene en contacto con lo que pasa en la tierra.



Tam, el licenciado en medicina alternativa Akha, me explicará después que estas ceremonias son análogas a terapias psicológicas y que realmente tienen efectos curativos en su contexto cultural. Éste es parte del conocimiento tradicional médico que Tam quiere preservar, junto al conocimiento de las hierbas tradicionales y las terapias físicas de masaje Akha. Pero sobre estos masajes hablaré en otro post.


1 comentario:

Luchida dijo...

¡Me encanta! No sabes cómo me gusta leer tus posts. Me transporto a otro mundo y no sé, parece que estuviera allí viéndolo todo! Es increíble!