domingo, 28 de diciembre de 2008

Las ficciones de Joan Fontcuberta



Resulta curioso que coincidan en tiempo y lugar dos exposiciones de fotografía que cuestionan reflexivamente el estatus de la propia fotografía como documento de la “realidad”. Junto con la del MACBA ya reseñada en este blog, comento aquí una retrospectiva del fotógrafo Joan Fontcuberta en el Palau de la Virreina de Barcelona (hasta el 8 de febrero), que nos muestra dieciocho de sus proyectos más emblemáticos.

El autor nos explica que la fotografía consta de tres elementos –el sujeto, el objeto y el medio- pero que, fiel a sus orígenes positivistas, siempre ha privilegiado al objeto, esa supuesta “realidad” de la cual el medio estaba dando fe “objetivamente”, sin que aparentemente hubiera un sujeto que selecciona, decide, encuadra. Fontcuberta pretende cuestionar y desmontar ese privilegio mediante la generación de ficciones documentales que son capaces de engañar hasta a un medio de comunicación como la televisión española Cuatro. Efectivamente, su maravilloso y divertido montaje del supuesto cosmonauta desaparecido de la historia por las autoridades soviéticas fue utilizado como fuente primaria por esta televisión para emitir la noticia como si fuera verdadera. Otros pseudoreportajes como el que nos muestra al autor travestido de talibán junto a Bin Laden o el del monasterio ruso donde se enseñan milagros, van en la misma línea, aquella que inauguraron los llamados “pensadores de la sospecha” –Freud, Marx, Nietzsche- y que trata de ponernos en guardia ante cualquier discurso, elaborado casi siempre desde el poder, que se nos presente como verdadero, objetivo o real. Recordemos, sin ir más lejos, todo el montaje de las armas de destrucción masiva de Irak, con filmaciones incluidas de lanzaderas móviles de misiles y plantas nucleares.

Al salir de la exposición me preguntaba por la razón de esta preocupación obsesiva que en Occidente tenemos por la búsqueda de la verdad y por la sospecha de enmascaramiento de lo que es real. Esta separación entre realidad y ficción quizás sea una fijación propia de nuestra cultura. Continuamente nos asombramos al descubrir una nueva ficción en lo que antes creíamos real. Pero, ¿existe algo real? ¿No es la realidad siempre una construcción cultural y, por ello, una ficción? Y me preguntaba también, justo en estos días de papanoeles y reyes magos, si nuestro afán por engañar a nuestros niños, y el engaño por ellos descubierto junto a su decepción por la caída del mundo mágico, no tendría parte de responsabilidad en esta obsesiva cuestión acerca de lo que es o no verdad. Enseñamos ya a nuestros pupilos desde la más tierna infancia que existen dos mundos, el viejo y mágico mundo de los sueños y la fantasía, y el nuevo y maduro mundo de la triste pero única realidad que hay. Mediante una ilusión después echada por tierra les enseñamos a desconfiar y a sospechar de las ficciones ilusionantes y a creer sólo en lo que los mayores -la autoridad del poder- nos dicen. ¿Pasa esto en otras culturas? ¿O es que sólo ocurre en la nuestra, cristiana y científica?


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