martes, 8 de marzo de 2011

En el norte de Camboya con Psicólogos Sin Fronteras


Tras cruzar la frontera entre Laos y Camboya, y gracias a la extrema amabilidad de Imma y Héctor, tengo la oportunidad de acompañar a un equipo de la ONG española Psicólogos Sin Fronteras a un remoto poblado de la etnia jarai en el nordeste del país, casi tocando a la frontera con Vietnam. El equipo lo forman un psicólogo, una asistente social y una traductora entre las lenguas jarai y kmer o camboyano.



Es un viaje de tres horas y media durante el cual tendremos que combinar varios medios de transporte. Primero, un pick-up nos llevará hasta donde acaba la carretera.



Allí embarcaremos las motos para cruzar el río.



En la otra orilla varios senderos polvorientos y pedregosos nos llevarán, tras un par de horas, hasta el poblado jarai.

PSF ha reconstruido, con ayuda de la Agencia española de Cooperación, decenas de casas comunales como ésta en la que se desarrolla el encuentro.



Tras iniciar varios proyectos de asistencia materna para disminuir la mortalidad infantil, la organización se dio cuenta de que existían casos de violencia doméstica. Pusieron en marcha entonces el proyecto que hoy nos ocupa. Se muestran dibujos bastante explícitos de violencia doméstica y se pide a los asistentes que los comenten. La participación es muy alta, aunque en esta ocasión hay varias mujeres que han preferido ir a trabajar al campo.



El objetivo, me explican, es provocar la reflexión, airear ciertos casos y dar a entender que estos actos violentos no son “normales”. Se genera una discusión en el grupo. Opinan tanto hombres, quizás con un tono más jocoso, como mujeres, un poco más serias. Tras el debate el grupo se reunirá, ya sin los trabajadores de la ONG, para seguir discutiendo sobre estos asuntos.

Tras una comida frugal, paseamos por el pueblo. PSF construye también pozos en los poblados que lo piden.



Regresamos a la oficina de Banlung, llenos de polvo, justo cuando está a punto de cerrar. Duras jornadas como ésta son el día a día de esta organización.





martes, 1 de marzo de 2011

Acompañando a Buda por el Mekong en Laos



Entro en Laos por Huai Xiai, en el norte, atravesando el Mekong desde Tailandia. En el templo de la ciudad me encuentro con los primeros monjes budistas, que observan un partido de Volley Ball, el deporte estrella. Tanto el río como Buda, reencarnado en estos jóvenes novicios, ya no me abandonarán hasta que cruce la frontera con Camboya en el sur de Laos, donde el Mekong se convierte en el mar de las 4000 islas.


Un monje observa el río a su paso por Luang Prabang …



... mientras otros aprovechan para practicar inglés con el primer turista ocioso que se les acerca.



El budismo en estas latitudes tiene muchas similitudes con las antiguas creencias animistas. Cuando se ofrece comida a los monjes se reserva un poco para los espíritus que habitan simbólicamente en las estatuas de Buda.



En Vientiane el sol se esconde tras el Mekong con el naranja túnica de los monjes y algunos turistas pretenden atraparlo.



Tras un largo viaje en un autobús nocturno con camas -estrechas y compartidas-, me reencuentro con el gran río, ahora ensanchado hasta el punto de albergar cientos de islas, 4000 dicen que son.



Unos niños me muestran orgullosos lo que han conseguido pescar con sus propias manos.



Aquí el río es tan parecido a un mar que hasta una rara especie de delfines habita en él. Los monjes también quieren verlos.



Tras varios intentos consigo capturar el lomo de uno de ellos. La costa de enfrente ya es Camboya.



Me despido aquí de este país, comunista y blaugrana, de gente triste y lánguida, pobre y sucio, que ve al turista como lo que es, un dólar que camina.



Un país que en la foto oficial muestra una cara pero que esconde otra, de un desarrollismo cansino y polvoriento, de partido único e himno nacional al amanecer, a todo volumen, en las calles de cualquier pueblo.





martes, 15 de febrero de 2011

El tercer sexo



Una de las peculiaridades tailandesas es la figura del “ladyboy”, la mujer/hombre o el hombre/mujer. La dificultad de utilizar la palabra correcta en español es ya un indicio de las limitaciones de nuestro lenguaje para designar a este tercer sexo que en nuestro entorno suele moverse entre la incomprensión y el desprecio. En Tailandia el ladyboy es, al contrario, una figura respetada y admirada.



El ladyboy florece en la más tierna adolescencia y es habitual verlos ya en la escuela rodeados a menudo de un grupo de amigas. En una de las escuelas que visité en Isán, el director me presentó a un grupo de alumnas que estaban sentadas junto a un joven. Se presentaron una a una y cuando le llegó el turno al chico se expresó de una forma muy amanerada. El director, que sabía tan solo cuatro o cinco palabras en inglés, soltó un “beautiful”, “beatiful” que no supe descifrar.



A la semana siguiente aquel chico desfilaba, junto a sus compañeras, como una muy “beautiful” mujer en un festival escolar.



Toda fiesta o celebración que se precie debe incluir esta figura. El día de graduación de los universitarios de Chiang Mai, un numeroso grupo de ladyboys, compañeros de los homenajeados, vestían sus mejores galas para fotografiarse junto a sus amigos. Y posaban muy coquetas cuando les enfocaba con mi cámara.




Esta figura es tan genuinamente thai que ni siquiera encaja entre las minorías culturales. Entre los Akha, por ejemplo, hombres y mujeres duermen separados. Cuando fuimos a visitar el pueblo akha de Lee donde cultivan café, Tata, un amigo suyo ladyboy, cargaba con una mochila enorme. El misterio se resolvió cuando al llegar desplegó una tienda de campaña cerca de la casa donde dormíamos. Su “tercer sexo” le impedía ubicarse ni con los hombres ni con las mujeres.

domingo, 6 de febrero de 2011

La vida en un centro de salud del norte de Tailandia



Tam es un joven Akha que consiguió licenciarse en medicina alternativa, tras superar múltiples obstáculos. Le conozco desde hace dos años y ya he escrito antes sobre él. Hace un mes que ha conseguido un trabajo como médico especialista en terapias alternativas en el centro de salud de Doi Tung, en el extremo norte de Tailandia, a pocos kilómetros de Birmania. Me invita a compartir su tiempo durante una semana.



Nada más llegar me cede su propia habitación en el centro de salud, alojamiento que el centro concede gratuitamente a los trabajadores que lo necesiten. El centro de salud de Doi Tung es uno de los 170 centros en los que el ministerio ha convocado una plaza de médico especialista en terapias alternativas. Poco a poco el gobierno tailandés cambia su percepción y su política respecto las minorías étnicas y su cultura. Tam no se lo pensó dos veces y se apuntó. Escogió este destino porque quería ayudar a su pueblo Akha, que habita mayoritariamente esta región.



Sorprende la camaradería y alegría compartida en el día a día entre los trabajadores. La directora es una más en el equipo.



Durante estos días se celebra el año nuevo Lahu -otra de las minorías étnicas del norte de Tailandia-, que coincide con el chino, y cada día una familia distinta invita a comer a todo el equipo del centro de salud.





Un par de veces al mes, un equipo médico se traslada a alguna remota población para visitar a pacientes que difícilmente pueden trasladarse al centro de salud. Tam es de gran ayuda en estas ocasiones, pues domina las lenguas Akha y Lahu, y practica un tipo de terapia, básicamente física, con la que los pacientes están familiarizados. La directora está muy contenta de tener a Tam y ya planea diferentes proyectos para incorporar cada vez más las terapias tradicionales alternativas en los servicios del centro de salud.

martes, 1 de febrero de 2011

El cultivo del café Akha Ama



Los de la foto no son dos novios vestidos con los trajes típicos Akha para la ocasión. Son Lee y su hermana, disfrazados por exigencias del guión de un documental para una televisión local. Lee es el impulsor del proyecto del café Akha Ama. Se trata de promocionar y mejorar la calidad del café que se cultiva en su pueblo para encontrar mercados que paguen un precio justo por él. Los beneficios obtenidos irían directamente a la comunidad para reinvertirlos en mejoras sociales para todo el pueblo. Durante tres días un grupo heterogéneo de 15 personas hemos acompañado a Lee y nos hemos instruido sobre todo el proceso de producción del café Akha Ama.





El pueblo de Lee, Mae Jantai, está a 1400 metros de altura. Se accede a él desde la carretera que une Chiang Mai con Chiang Rai, tras recorrer los 33 km de una pista de tierra empinada y llena de baches.



Lee nos muestra el vivero con las pequeñas plantas de café. Hasta que no pasen tres años no podrán ser transplantadas en su emplazamiento definitivo.







El café se ha de recolectar fruto por fruto, sólo los maduros de color rojo intenso y tratando de no romper el extremo que los une a la planta. Es un trabajo duro teniendo en cuenta que un kilo de frutos al final del proceso pueden representar tan solo unos 150 gr. de café torrado.



Todo el grupo colaboró durante un día entero en la recolección.



En la plantación también existe una variedad de café de color amarillo.



Tras la recogida, los granos se separan del fruto con ayuda de una máquina. La fruta servirá para crear fertilizante orgánico. Lee quiere crear café orgánico en el futuro. Para ello necesita automatizar un poco el proceso mediante unas máquinas que facilitan el trabajo. Udutama va a intentar ayudarle en este proyecto.



Los granos se mantienen en barriles con agua dos o tres días. Después se lavan con agua limpia frotándolos bien para eliminar totalmente la capa que lo unía al fruto.



El café así obtenido se llama café pergamino. Se ha de secar al sol entre quince días o un mes. Durante este tiempo hay quien aprovecha para realizar otras tareas.

Tras el secado al café todavía se le ha de quitar, mediante otras máquinas que no posee el pueblo, una cáscara fina para obtener el grano verde. El grano verde ya se puede vender en el mercado para ser tostado en destino. Otra opción es subcontratar el tostado en origen y vender el café final tostado y empaquetado.



Nos despedimos de Lee y de su madre, "Ama" en Akha, quien da nombre al café Akha Ama.